La nueva «generación robada» de aborígenes en Australia
Rocío Otoya
Sídney (Australia), 12 oct (EFE).- Las cicatrices de la «generación robada», los más de 100.000 menores aborígenes que fueron separados de sus familias durante gran parte del siglo XX para ser educados en familias e instituciones occidentales, continúan abiertas en Australia, que el sábado vota en referéndum crear un órgano consultivo para la población indígena.
La investigadora de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW, siglas en inglés), BJ Newton, indicó a EFE que el proceso de la «generación robada» realmente «no terminó», aunque los niños aborígenes ya no sean arrancados de sus familias para ser asimilados culturalmente.
Newton explicó que hoy en día las autoridades australianas intervienen para separar de sus padres a los menores aborígenes e isleños del Estrecho de Torres, zona de islas al noreste de Australia, que consideran en situación de riesgo.
A pesar de que existen directrices para que la custodia de estos niños la asuma un familiar indígena, muchas veces son acogidos en familias o centros no indígenas, y «el gobierno no escucha y la situación empeora cada vez más», precisó la experta.
Esa separación forzada «es bastante dura y da miedo. En cuanto entras en el mundo piranpa (blanco), es difícil estar en dos mundos», según el testimonio de un niño aborigen recogido en un informe preliminar publicado este mes por la Comisión para los Menores y Jóvenes Aborígenes de Australia.
Cifras desproporcionadas
Según datos oficiales, alrededor de 61.000 menores australianos estaban sujetos a órdenes de cuidado y protección en Australia en el año fiscal 2021-22, de los cuales 24.600 eran aborígenes y del estrecho de Torres.
Esto se traduce en que 72 de cada 1.000 niños indígenas, una población que representa en 3,8 % de la población de más de 26 millones de habitantes que tiene Australia, estaban bajo la tutela del Estado, en comparación a 6,8 por cada 1.000 niños no indígenas.
Cuando el otrora primer ministro laborista Kevin Rudd le pidió disculpas en 2008 a los aborígenes e isleños del estrecho de Torres por ese «capítulo manchado» de la historia australiana, las cifras apuntaban que más de 9.000 niños aborígenes considerados en situación de riesgo habían sido separados de sus familias por las autoridades.
«Una década después (la cifra) se duplica y se proyecta que continuemos en esa misma trayectoria», precisó Newton, investigadora de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW, siglas en inglés) y defensora del cambio del sistema de protección de la infancia en Australia.
Esto se debe en gran parte a «una hipervigilancia» de los niños aborígenes por parte de las autoridades, cuyas intervenciones soslayan el cumplimiento los principios para que sean acogidos por su familiares, así como la implementación de medidas de apoyo para su retorno a casa y la búsqueda de soluciones conjuntas con las comunidades indígenas, puntualizó Newton.
Ciclo vicioso
Lo que es preocupante es que esta sobre-representación en el sistema de protección de menores en riesgo es parte de un círculo vicioso que hace que muchos de los menores desconectados de sus hogares y sus culturas pasen a ser controlados después por los sistemas penitenciarios, según la experta.
En Australia, en donde la edad mínima de responsabilidad legal es de diez años, un indígena tiene 14 veces más posibilidades de ir a la cárcel que el resto de la población.
Newton comentó que una de sus investigaciones reveló que los niños aborígenes que son separados de sus familias solo tienen un 15 % de volver a sus casas.
«Nuestros niños están atrapados en el sistema, porque una vez que están en hogares de acogida, se olvidan de ellos y sus familias se olvidan de ellos», precisó Newton al subrayar que «hay que traerlos y mantenerlos en casa».
Trauma sobre trauma
Louise Rankine, una de las sobrevivientes de la «generación robada», quien fue separada cuando tenía cinco días de nacida de su familia para ser cuidada por los servicios sociales y meses después por una familia no aborigen, vuelve a revivir los traumas de esas épocas.
La anciana de 70 años, quien logró después de muchos años reunirse con su familia y su comunidad, tiene a sus tres nietos bajo la tutela de los servicios sociales.
«Lloré y lloré y no me creía que me pudiera pasar a mí porque no les había pasado a mis hijos directos», dijo Rankine a la cadena pública ABC.
Tras décadas de discriminación indígena, el sábado los australianos votarán en un referéndum para decidir si cambian la Constitución para crear un órgano consultivo que de voz a los aborígenes y a los isleños del estrecho de Torres. EFE
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