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La vida en los campamentos de Lesbos, todavía más dura ante el frío invernal

Una niña con un balón en el campo de refugiados de Kara Tepeen la isla de Lesbos, Grecia, el 14 de octubre de 2020 afp_tickers

El invierno en la isla griega de Lesbos está al acecho y la salud de los refugiados más vulnerables «empeora cada día», advierte un médico del campo de Kara Tepe, donde más de 7.300 migrantes enfrentan el frío, el viento y la humedad en precarias condiciones.

La semana pasada, una tienda de los servicios de asilo salió volando a causa del viento, y terminó en el mar.

«Las tiendas se mueven con las ráfagas de viento. ¿Qué debemos hacer? ¿Meternos piedras en los bolsillos para que el viento no se nos lleve?», se queja un empleado de los servicios de asilo.

Sobre un terreno inundable y en pleno viento, el campo de Kara Tepe fue levantado en tan solo unos días, después de que la megaestructura de Moria, el campamento más grande de Europa, fuera devorado por las llamas a principios de septiembre.

El invierno se acerca y las condiciones allí son espantosas.

Más de 7.300 solicitantes de asilo, incluyendo niños, personas con discapacidad o enfermos, viven hacinados en carpas sin calefacción ni agua caliente.

«Los residentes se ven obligados a encender hogueras para calentarse, y luego vienen a vernos con problemas respiratorios», señala un médico del campo, que pidió permanecer en el anonimato.

Para Nasos Galis, médico de la Organización Nacional de la Salud Pública (EODY) de Lesbos, «las personas vulnerables y los pacientes con enfermedades crónicas deben abandonar inmediatamente el campo e irse al continente».

Arezoo, de 15 años, lleva ya uno en Lesbos y contó a la AFP las sórdidas condiciones de vida en Kara Tepe.

«Los baños solo se limpian por la mañana. Al cabo de dos horas, no se puede ni entrar de tan sucios que están», explica el joven afgano, que además apunta que no hay suficientes retretes.

– Duchas sin agua –

Según él, «no hay agua corriente en las duchas, así que [se ven] obligados a llevar botellas de agua desde [sus] tiendas o bien a lavarse en el mar».

«Como las tiendas están lejos de los baños, algunos fabrican refugios improvisados con mantas, trapos y maderas» cerca de los retretes, añade.

El adolescente indica que los refugiados solo tienen electricidad dos horas a media mañana y siete horas por la noche, pero que la corriente suele saltar a menudo y que no hay wifi para comunicarse con sus familiares o intentar acelerar sus solicitudes de asilo.

En las tiendas se organizan cursos improvisados, pero esto no evita que a veces a Arezoo le pueda el aburrimiento. «Lo más duro es no tener nada que hacer en todo el día», comenta.

«Con el invierno y las condiciones meteorológicas que se degradan, se deben suplir algunas carencias», recalcó la jefa de la misión del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (ACNUR) en Lesbos, Astrid Castelein.

– Contenedores vacíos –

El ACNUR ofreció su ayuda a las autoridades griegas para «acelerar las cosas», explicó Castelein a la AFP.

La agencia de la ONU sugirió «transferir a los solicitantes de asilo más vulnerables al centro gestionado por el Ayuntamiento, donde los contenedores están actualmente vacíos», precisa. Una solución temporal hasta que «las condiciones hayan mejorado en el campo o hasta que los migrantes sean trasladados al continente», precisa.

El campo de Kara Tepe, construido apresuradamente para los 12.000 migrantes que se quedaron sin refugio tras el incendio del campamento de Moria, supuestamente es temporal. Para verano de 2021 debería ser remplazado por otro campo mejor adaptado, según el Ministerio de Migraciones.

Y al frío y las lluvias diluvianas se añade la pandemia de coronavirus.

Los médicos del campo, el personal humanitario y los funcionarios trabajan muy juntos, en plena pandemia, en tiendas diseñadas para el verano y que no están climatizadas.

«Hay 35 empleados trabajando en la misma tienda, mientras que el coronavirus se propaga. Tenemos miedo de ir a trabajar», declara un empleado de los servicios de asilo.

En tales condiciones, tampoco los migrantes pueden guardar la distancia de seguridad recomendada para frenar los contagios, ni lavarse las manos o acceder rápidamente a la atención médica.

Desde mediados de marzo, los desplazamientos de los migrantes en Grecia han sido muy limitados, incluso a principios de mayo, cuando el país empezó a recobrar la normalidad.

«Podemos salir del campamento solo una vez por semana, unas horas, e intentamos gestionar nuestras necesidades en ese breve lapso de tiempo», dice Jean-Pierre, un camerunés de 30 años.

«Todo el mundo está aterrorizado en el campo», admite.

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