Libaneses reclaman investigación internacional dos años después de la explosión en Beirut
Familiares y amigos de las víctimas reclamaron este jueves una investigación internacional dos años después de la devastadora explosión del puerto de Beirut, en una jornada marcada por un nuevo derrumbe de silos en la zona.
El 4 de agosto de 2020, un masivo estallido en el puerto dejó más de 200 muertos, 6.500 heridos y barrios completamente destruidos en la capital libanesa.
La explosión fue provocada por nitrato de amonio mal almacenado, aunque gran parte de la población culpa a una clase dominante aferrada al poder durante décadas, acusándola de mala gestión, corrupción y negligencia grave.
Es necesaria «una investigación imparcial, exhaustiva y transparente sobre la explosión», dijo el jueves el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, haciéndose eco de los llamamientos de oenegés, expertos y familiares de las víctimas.
El jueves, los manifestantes tenían previstas tres marchas separadas a partir de las 15H00 locales (12H00 GMT) para confluir en el puerto, donde, como un desafortunado recordatorio de la explosión de hace dos años, una nueva parte de los silos que contienen miles de toneladas de trigo y otros granos colapsó tras un incendio.
El derrumbe se produjo precisamente cuando las marchas de manifestantes llegaban al puerto.
«Veo la misma escena, casi desde el mismo lugar, dos años después», dijo a la AFP Lama Hachem, de 30 años, en el centro de Beirut mientras observaba una nube de polvo que emanaba del puerto.
«Es impactante que la misma escena se repita frente a nosotros hoy», agregó, conteniendo las lágrimas en estado de shock.
Los expertos venían advirtiendo desde hace días que los silos podrían colapsar de forma inminente tras registrar índices de inclinación sin precedentes.
«Espero que al ver los silos caer, la gente sienta deseos de luchar por la justicia, de combatir con nosotros», declaraba poco antes del derrumbe Tatiana Hasrouty, quien perdió a su padre en la explosión.
– Sin justicia –
«No hay justicia bajo el dominio de las milicias y las mafias», se podía leer en una de las pancartas que enarbolaban los manifestantes, en referencia a la clase gobernante.
La investigación sobre las causas de la explosión sigue estancada en medio de la interferencia política, y ninguna autoridad estatal ha sido responsabilizada por la tragedia.
El gobierno ordenó en abril la demolición de los silos, pero la suspendió en parte por objeciones de familiares de las víctimas que quieren mantenerlos como un memorial.
El trabajo del juez instructor, Tarek Bitar, lleva paralizado desde el 23 de diciembre, según fuentes judiciales.
Bitar se enfrenta en este momento a una serie de acciones legales en su contra y a una campaña liderada por el poderoso movimiento político y armado Hezbolá.
Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otras organizaciones insistieron en un llamado a la ONU para que envíe una misión de verificación.
«Ahora más que nunca resulta claro que la investigación interna no podrá hacer justicia», dijeron.
-‘Pesadilla’-
La megaexplosión fue un momento dramático en la caótica historia de Líbano, un país inmerso en la peor crisis económica de su historia, marcada por apagones, inflación descontrolada y un desánimo generalizado.
La explosión provocó el tipo de devastación que suelen causar las guerras y los desastres naturales.
Agravó también la situación de una población ya afectada por la crisis y aceleró el éxodo masivo que recuerda las salidas durante la guerra civil de 1975-1990.
Los apagones duran hasta 23 horas por día, las calles permanecen a oscuras por la noche y los semáforos no funcionan. La población enfrenta carencias de combustible, medicamentos y agua potable.
Lara Khatchikian, de 51 años, cuyo apartamento fue impactado por la explosión, mira el fuego en los silos de granos y lo califica como «una pesadilla».
«Mis vecinos y yo estamos estresados todo el tiempo», comentó. «Se necesita fuerza sobrehumana para vivir cuando constantemente te recuerdan la explosión».