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Crece resistencia nacionalista a la sombra de los talibán

Las fuerzas militares occidentales vigilan las ciudades y dejan el campo a los talibán. Keystone

Afganistán es la nueva prioridad de la "guerra contra el terrorismo" de los occidentales. Apoyada por ambos candidatos a la Casa Blanca, una nueva estrategia se dibuja en contra de los talibán, más fuertes que nunca desde el 2001. Análisis de dos expertos suizos.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, las fuerzas estadounidenses y británicas y sus aliados afganos de la Alianza del Norte arrojaron sin gran dificultad a los talibán (en el poder desde 1997).

Desde entonces, los talibán, miembros muchas veces de la etnia Pashtún (mayoritaria en Afganistán) no han cesado de acosar a las fuerzas occidentales y al gobierno del presidente Hamid Karsaï, desde las provincias fronterizas pashtunas de Pakistán.

Hoy, esos estudiantes en religión (traducción de talibán) circulan sin dificultad por buena parte del territorio afgano aprovechando plenamente su carácter montañoso.

¿Cómo explicar este retorno de los talibán? Autor de diversos estudios sobre Afganistán, el etnólogo Pierre Centlivres evoca primero la mentalidad de la población: «A los ojos de los afganos, las tropas occidentales ocupan sus países, mientras que oficialmente están allí sólo para sostener al gobierno de Karsaï. Esta presencia militar es aún menos aceptada cuanto que es responsable de errores fatales para la población civil».

Intervenciones militares y civiles

«Esto quiere decir», prosigue el ex director del Instituto de Etnología de Neuchâtel, «que no todos los afganos son favorables a los talibán. Algunos siguen pensando que la presencia de las tropas extranjeras es un mal necesario. Pero son cada vez menos, mientras que eran mayoritarios, hace todavía dos años».

De hecho, como lo recuerda Pierre Centlivres, Afganistán está sometido a una intervención de diversas facetas: en principio, militar, con tropas estadounidenses en lucha contra el terrorismo y las fuerzas de la Alianza Atlántica (OTAN) a cargo de la estabilización del país. Luego, intervención civil por medio de programas humanitarios y de desarrollo y de fortalecimiento del Estado. Una acción tendiente a aliviar a un país muy golpeado.

Desde su invasión en 1979 por las tropas soviéticas, Afganistán es presa de una guerra casi permanente. Y en el estruendo incesante de las armas, el Estado encarnado por el gobierno de Kabul, jamás logró imponer su ley a las etnias, a los clanes y a las tribus sobre el conjunto del país.

Rechazo de cualquier cuerpo extranjero

«Una mayoría de afganos resiente como una humillación y un cuerpo extraño, no sólo la presencia de las tropas extranjeras, sino también la voluntad de colocar una democracia y una justicia a la occidental, basada en una constitución inspirada por el extranjero. Los afganos consideran que su país ya no está bajo influencia, sino bajo tutela», subraya el etnólogo.

Un punto de vista que comparte el experto en terrorismo Jacques Baud, de vuelta de un reciente viaje a Afganistán. «Los afganos tienen un poco la mentalidad de su geografía. Los afganos son en su mayoría montañeses centrados en sus comunidades y poco interesados en el mundo exterior. No piden que los occidentales hagan grandes inversiones y modernicen el país. Quieren administrar su desarrollo a su ritmo, a su manera y en armonía con su cultura».

Es decir, aquellos que preconizan un fortalecimiento civil de la intervención de la Alianza Atlántica corren el riesgo de pagar el precio. «Pretender ganar los corazones es una ilusión. Está bien hacer el bien. Pero es difícil ser amado cuando uno bombardea un pueblo y luego lo indemniza con dólares», asienta Pierre Centlivres.

El nacionalismo más que el Corán

Gracias a los errores múltiples de la coalición occidental – provocados también, según Jacques Baud, por el tan grande número de objetivos (antiterrorismo, desarrollo, democracia) que se fijó- los talibán seducen y reclutan más allá de sus partidarios tradicionales. «Ugurs, tayikos y uzbecos adhieren a los talibán en nombre de la defensa del Islam», observa Jacques Baud.

Un combate ideológico que también atrae a voluntarios árabes, chechenos y europeos y financiamientos procedentes del Golfo Pérsico, según Pierre Centlivres.

«Pero los talibán reclutan también en nombre del nacionalismo y del rechazo a la ocupación extranjera. Este nacionalismo parece imponerse al tradicional caballito de batalla de los talibán, a saber, la rectitud coránica, el fundamentalismo y la charia», subraya el etnólogo de Neuchâtel.

Pierre Centlivres añade: «Los talibán representan una esfera de influencia más que un ejército alineado detrás de su jefe. Encontramos, por ejemplo, nacionalistas pashtunes y otros partidos extremistas. Estas fuerzas dirigidas por los talibán no tienen realmente territorios, sino que se infiltran cada vez más profundamente en Afganistán y tienen apoyos cada vez más numerosos».

El resultado: los talibán y sus aliados tienen presencia en cerca del 60% del territorio. Y al frente… una falta de destreza patente. Según Jacques Baud, la historia se repite, los errores también: «Como los soviéticos, las fuerzas occidentales tienden a replegarse sobre las ciudades y los grandes ejes de comunicación. Los campos pasan, pues, a las manos de los talibán. Nadan como peces en el agua, ya que la población afgana los apoya en su mayoría».

Ninguna paz sin Pakistán, la India e Irán

¿Hay una solución a este conflicto? Para Jacques Baud, no puede ser militar. Tarde o temprano, los occidentales procurarán negociar. Hay que constatar que los talibán no figuran, y no figuraron nunca, en la lista de las organizaciones terroristas establecida por Estados Unidos. Y eso, probablemente, en la perspectiva de una negociación futura, según Jacques Baud.

El camino de la negociación podría ser tan escarpado como la opción militar. «Los problemas son múltiples y no se reducen al asunto de los talibán», recuerda Pierre Centlivres.

Según el etnólogo, ese conflicto de múltiples facetas posiblemente no tenga solución duradera. Pierre Centlivres está convencido, en todo caso, de que una negociación de paz debe incluir a Pakistán, la India e Irán. Vecinos directamente concernidos e implicados en Afganistán.

swissinfo, Frédéric Burnand, Ginebra
(Traducción: Marcela Águila Rubín)

Luchas internas. Dirigidas por los talibán, las fuerzas que resisten a la presencia occidental no escapan a las divisiones. Según el experto en terrorismo, Jacques Baud, sufren el tironeo de las luchas de influencia y de las rivalidades, en el plano religioso o étnico, en particular en las regiones fronterizas del lado afgano y paquistaní.

Estados Unidos intenta explotar esas divisiones, como lo hizo en Irak. Pero nada indica, según Jacques Baud, que esta estrategia resulte exitosa.

Desde el siglo XIX: para los guerreros afganos, la presencia extranjera se mantiene como la primera prioridad de su combate. Ya fue el caso en los años 80 contra el ejército soviético y en el siglo XIX contra las tropas británicas que incluso sufrieron agudas derrotas militares.

La cooperación suiza (COSUDE) está presente en Afganistán desde 1977.

Desde 2004, el programa conducido por Suiza se transformó progresivamente en un compromiso a largo plazo orientado al desarrollo y la reconstrucción del país.

Hoy, COSUDE se consagra a la buena gestión de los asuntos públicos y al respeto de los derechos humanos, así como al mejoramiento de las condiciones de vida de los grupos desfavorecidos de la población.

En 2007, los fondos dedicados por el gobierno suizo a Afganistán ascendían a cerca de 21 millones de francos.

En 2007, el Ministerio suizo de Defensa retiró a los oficiales suizos integrados en las fuerzas de la Alianza Atlántica. Entre 2 y 4 oficiales estuvieron en el terreno durante estos últimos años.

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