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Pueblos lacustres candidatos a la UNESCO

En 2007, una serie televisiva rememora las condiciones de vida de dos familias en los palafitos de Pfyn, cerca del Lago de Costanza. Keystone

Son un bien cultural que guarda 7.000 años de historia y revela la vida de los primeros habitantes del centro de Europa. Este martes se presenta en París la candidatura de los pueblos lacustres del arco alpino (seis países) que aspiran a ser incluidos en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO.

De los 156 asentamientos 82 se encuentran en suelo suizo repartidos en 15 cantones.

El hallazgo arqueológico se remonta a 1854, cuando el historiador el Ferdinand Keller reconoció en los pilotes de Meilen –junto al lago de Zúrich-, los restos de algunas poblaciones prehistóricas. Desde entonces se han identificado 1.000 asentamientos extendidos desde Francia hasta Eslovenia en un periodo que va del 5.000 al 1800 antes de Cristo.

“Los sitios lacustres representan uno de los patrimonios culturales y arqueológicos más importantes de Europa”, sostiene Christian Harb, secretario general de la Asociación ‘Palafito’. “Protegidas por el agua, las materias orgánicas como la madera, restos de alimentos, utensilios e incluso vestidos, llegan a nosotros en un perfecto estado de conservación y nos permiten desandar el camino de la historia con gran precisión”.

El mito de los palafitos

Los primeros asentamientos lacustres en Suiza se remontan al 4.300 antes de Cristo. Algunos están todavía escondidos en el fondo de los lagos, mientras que otros fueron hallados en campo abierto, donde el agua fue retirada, e incluso en centros urbanos.

Las primeras hipótesis hablan de poblados construidos sobre plataformas sostenidas por pilones clavados en el agua y comunicados entre sí mediante puentes y pasarelas. El “pueblo de las viviendas lacustres” se convirtió pronto en un mito y fascinó tanto a los estudiosos como a los artistas y políticos que lo transformaron en el símbolo romántico de una joven Confederación Helvética en busca de su identidad.

Pero en el último decenio se ha descubierto – gracias a la moderna técnica de análisis científico-, que estos pueblos vivían en realidad sobre tierra firme, generalmente en zonas pantanosas para ganar terreno agrícola valioso. “Las plataformas sobre pilotes (palafitos) servían para proteger las casas de las repentinas variaciones del nivel del agua y para garantizar cierta estabilidad a esa población nómada”, explica Christian Harb.

Una historia por reescribir

Más allá del valor científico de los hallazgos orgánicos, el descubrimiento de Meilen es aún considerado una revolución para la arqueología europea, recalca Christian Harb, porque representa el punto de partida en la búsqueda de la prehistoria.

“Los arqueólogos ya no debemos conformarnos con símbolos inertes –como son las tumbas o las armas-, sino que tenemos en las manos objetos que revelan las costumbres de vida de esas poblaciones, sus tradiciones agrícolas y su relación con los animales”.

“En ningún otro lugar de Europa se pudo seguir la evolución del proceso de civilización, tecnología, economía y medioambiente con tanta precisión e involucrar a tantos investigadores de diversos países”, prosigue Harb. “Es precisamente por eso que los 156 sitios merecen ser inscritos en la lista de Patrimonios de la UNESCO”.

Más aún, Suiza ha forjado una nueva consciencia histórica gracias a esos testimonios. Ha dejado de hacer coincidir sus orígenes con el nacimiento del Imperio Románico y los sitúa con la evolución de aquellos pueblos lacustres.

Un patrimonio en riesgo

A semejanza de otros bienes culturales y naturales que han superado indemnes las huellas del tiempo, también estos asentamientos están expuestos a la amenaza que representa la creciente urbanización y al cambio climático.

“El avance de la construcción, el tráfico náutico, el saneamiento y el descenso del nivel de los lagos ponen en peligro de destrucción los restos de esos pueblo milenarios y, por tanto, una toma de consciencia colectiva puede evitar lo peor”, señala Claude Frey, presidente de la Asociación ‘Palafito’.

La inscripción en la lista del Patrimonio mundial entra precisamente en esta óptica, sostiene a su vez Anne Weibel, portavoz de la Oficina Federal de la Cultura. “El sello UNESCO permitiría no sólo tutelar estos sitios arqueológicos, sino también aumentar su visibilidad y sensibilizar mejor a la población sobre la importancia de conocer y salvaguardar esta herencia colectiva”.

A diferencia de los castillos de Bellinzona y la Abadía de San Gallen, los asentamientos lacustres no representan una atracción turística y su interés suele limitarse a los historiadores e investigadores. No obstante, en los últimos años se han lanzado algunas iniciativas para hacer conocer mejor este universo submarino.

En 2004, una veintena de museos organizaron una serie de exposiciones sobre el mito del pueblo lacustre. Además, la reconstrucción de esos poblados en Lucerna y Neuchâtel permite al público sumergirse en aquel mundo mágico y experimentar –aunque sólo sea por unos minutos-, la vida en una casa lacustre.

Le Corbusier: arquitectura a medida del hombre

La candidatura de los sitios lacustres será examinada por el comité de la UNESCO que dará a conocer su decisión en el verano de 2011.
Este año el comité de evaluará otra candidatura: la de las obras arquitectónicas y urbanas de Le Corbusier. Respaldado por Argentina, Bélgica, Alemania, Japón y Suiza -bajo la égida de Francia-, el dosier ha sido reelaborado para responder a las exigencias del comité de la UNESCO, que en junio pasado decidió aplazar su consideración.

La actual candidatura comprende 22 inmuebles, cuatro de los cuales están en Suiza. Éstos son un testimonio no sólo la creatividad y la versatilidad del genio francosuizo, sino, sobre todo, del avance de la principal corriente arquitectónica del siglo XX: el modernismo.

Nacido y crecido en La Chaux-de-Fonds, Le Corbusier creía firmemente en que una arquitectura y un urbanismo nuevo podían cambiar profundamente la sociedad. Así, sus proyectos buscan, cada cual a su manera, responder a las necesidades del hombre, porque según su concepción “el usuario es quien tiene la palabra”.

Stefania Summermatter, swissinfo.ch
(Traducción: Juan Espinoza)

El dosier, coordinado por Suiza, comprende 156 sitios en seis países alpinos.

Suiza cuenta con 82 en 15 cantones; Alemania e Italia 25, Francia 15, Austria 8 y Eslovenia 1.

La candidatura se presentó el 26 de enero. La decisión se espera para el verano de 2011.

El dosier es coordinado por Francia con la colaboración de Argentina, Bélgica, Alemania, Japón y Suiza.

La candidatura comprende 22 inmuebles subdivididos en siete categorías que testimonian la creatividad y versatilidad del arquitecto francosuizo.

Cuatro de esas obras se encuentran en Suiza: la mansión Jeanneret-Perret (Casa Blanca) y Schwob (mansión turca) en La Chaud-de-Fonds; la “casa pequeña” a orillas de Lago Leman y la Casa Clarté en Ginebra.

Reunido en Sevilla, en verano de 2009, el Comité del patrimonio mundial decidió -bajo el consejo de ICOMOS-, aplazar el examen del dosier hasta 2010.

Este órgano define la política relativa a la protección de los bienes naturales y culturales y elige los sitios que serán inscritos en la lista de la UNESCO.

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