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Las sinagogas tardaron en imponerse en Suiza

Tercera y última versión de la sinagoga de Basilea. Chronos Verlag

Los judíos de Suiza, antaño ignorados, marginalizados e incluso discriminados, son actualmente ciudadanos a parte entera. Desde hace 160 años, la arquitectura de sus sinagogas ha evolucionado, testimonio de ese proceso de integración.

El arquitecto Ron Epstein, miembro de la comunidad judía conservadora, publicó la obra ‘Las sinagogas en Suiza’ (Die Synagogen der Schweiz), en la que explica cómo, para la comunidad judía, estas edificaciones religiosas testimonian la conquista de igualdad al expresar su identidad helvética.

“Como arquitecto lo que me interesa es esa aculturación, la adopción de valores culturales de la burguesía”, explica. En su libro menciona que la inauguración de nuevas sinagogas fue relatada tanto por la prensa judía como por la prensa no judía. En esas descripciones de entonces, los judíos fueron calificados como gentes preocupadas por integrarse. Sobre sus sinagogas, se indica que han sido un medio para afirmar el lugar de esta comunidad religiosa.

Extranjeros en su propio país

Los judíos fueron considerados como verdaderos extranjeros en su propio país durante los primeros tres cuartos del siglo XIX.

Tratados como forasteros, estaban privados de la ciudadanía helvética y permanecían casi invisibles para la mayoría de la población cristiana. Y aún cuando ya estaban discriminados por la legislación y en materia fiscal, una nueva ley de 1776 obligó a los alrededor de 550 miembros de la comunidad judía a instalarse en dos pueblos de Lengnau y Endingen, en el actual cantón de Argovia.

En el siglo XIX, la llegada de los radicales y de la Revolución Industrial suiza y europea permitió un avance importante. Francia y Alemania fueron los primeros en emancipar a su población judía. De tal suerte que, por irónico que parezca, los judíos extranjeros tenían mayores derechos en Suiza que los judíos de este país.

Actualmente, los dos poblados de Argovia se enorgullecen de acoger los más antiguos ejemplares de las 22 sinagogas en actividad aún hoy día. Se trata de dos edificios que datan de 1847 y 1852, respectivamente. Pero durante ese corto lapso de tiempo, hay diferencias arquitectónicas que reflejan los cambios de actitud.

“En Lengnau, se observa que la gente quería integrarse, mientas que en Endingen, la sinagoga construida cinco años más tarde muestra rasgos más orientalistas”, explica Ron Epstein.

Esos rasgos provienen de la tradición de las sinagogas alemanes y francesas. Supuestamente recuerdan a la arquitectura morisca de España, por lo que no tienen nada que ver con las iglesias cristianas de Suiza.

Mientas que los judíos de Lengnau y de Endingen sólo obtuvieron la libertad de movimiento en 1879, la presión económica provocó antes de esa fecha el aflujo de judíos de otros países vecinos, que crearon pequeñas comunidades en varias ciudades.

Estos recién llegados adquirieron pequeñas parcelas de terreno y contrataron a arquitectos (cristianos) la construcción de sus sinagogas. Estos edificios permitieron a los judíos asentarse como una comunidad.

Orientalismo

Con sus cúpulas y sus arcos en hierro, los imponentes edificios de Ginebra, San Gall, Basilea y La Chaux-de-Fonds (construidos, respectivamente, en 1859, 1868, 1881 y 1896) pueden verse, a primera vista, como si fuesen mezquitas.

“La comunidad tenía el deseo de afirmarse en un medio ambiente cristiano con edificios de prestigio”, escribe Ron Epstein.

La sinagoga principal de Zúrich (aún en actividad) fue construida como una contribución de la nueva comunidad judía de la ciudad a la exposición nacional de 1882. No obstante, algunas décadas después, las cosas cambiaron.

“Cuando la comunidad judía obtuvo la igualdad de derechos y la integración económica, las sinagogas dejaron de obedecer a sus exigencias de prestigio”, continúa el arquitecto. Los edificios construidos después cubren sencillamente los requerimientos de la comunidad.

En el siglo XX, la llegada de refugiados de Europa del Este, con tradiciones diferentes, también tuvo un impacto en la arquitectura de los edificios religiosos.

“Los ortodoxos no querían realmente la asimilación. Las sinagogas no son imponentes, son construcciones más introvertidas, más modestas”, explica Epstein.

Lucha por el reconocimiento

En el marco de la controversia provocada tras la reciente votación contra nuevas construcciones de minaretes en Suiza, ¿la experiencia judía de hace un siglo tiene puntos en común con la de los musulmanes actualmente?

“El alminar es un símbolo arquitectónico: cuando usted ve un alminar, sabe de inmediato que se trata de una mezquita. En lo que respecta a las sinagogas, la mayoría de ellas están decoradas con un símbolo más pequeño, con tablas de la ley en el techo, pero son menos visibles que los minaretes”.

El arquitecto no establece paralelismo en lo que concierne a la arquitectura, sino a la vivencia histórica. “Hay una similitud en el sentido de que la gente quiere afirmarse como comunidad de cara al exterior y que no tiene la autorización para hacerlo. Esa lucha es muy similar a la de los judíos”.

“Lo deplorable, aduce, es que cerca de doscientos años más tarde, ese derecho aún no se ha afincado”.

Julia Slater, swissinfo.ch
(Traducción: Patricia Islas Züttel)

En la Edad Media, los judíos fueron perseguidos en toda Europa. Después fueron sometidos al pago de impuestos especiales y a restricciones de movimiento y actividad.

En 1776, esta población de unas 550 personas se vio forzada a instalarse en dos poblados.

Tras la invasión francesa de 1798 y la reinserción del sistema gubernamental, las restricciones desaparecieron, pero la mayoría fueron reintroducidas en 1809.

En la primera mitad del siglo XIX, nuevas comunidades judías comenzaron a crearse con la llegada de los inmigrantes venidos de países vecinos. Justo esos gobiernos ejercieron presión para que Suiza gradualmente suprimiera las restricciones.

En 1879, los judíos de Argovia obtienen la igualdad de derechos. Comienzan a residir en todas partes del país.

En 1880, Suiza contaba con 7.373 judíos, sólo 0,3% de la población total.

Suiza durante tiempos del nazismo recibió a 23.000 judíos, pero muchos otros fueron rechazados.

Suiza tiene actualmente 17.900 personas que profesan el judaísmo, el 0,2% de la población (censo 2000).

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