Terrorismo yihadista en África…una amenaza creciente sobre todo en el Sahel
Redacción Internacional, 11 may (EFE).- La creciente amenaza terrorista en África es uno de los aspectos que aborda la reunión ministerial que celebra este miércoles la Coalición Global contra el grupo Estado Islámico (EI) en la ciudad marroquí de Marrakech.
Los representantes de los 84 países que integran la coalición celebrarán tres sesiones centradas en «África», «Irak/Siria» y «Afganistán», según el programa de la reunión, que tiene lugar en un contexto de gran incremento del terrorismo yihadista en el Sahel y el oeste de África.
Estados Unidos ha expresado su preocupación y ha recordado que los ataques terroristas en el área de las tres fronteras del Sahel (Mali, Níger y Burkina Faso) aumentaron en un 43 % entre 2018 y 2021, mientras que el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha recordado que el Sahel se ha situado en el «epicentro del terrorismo yihadista».
Esta es la situación en el continente:
EN EL SAHEL, DOS GRANDES GRUPOS ACTIVOS Y RIVALES
Terroristas afiliados a Al Qaeda como el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), y al EI, como el Estado Islámico del Gran Sáhara (EIGS), multiplican sus atentados y prosiguen su expansión y rivalidad por el Sahel, aunque sus acciones se fijan preferentemente en Níger, Mali y Burkina Faso.
La llegada de células terroristas a la región trajo consigo el incremento de organizaciones yihadistas en una zona donde ya operaban grupos como el nigeriano Boko Haram u otras filiales de Al-Qaeda.
Boko Haram, que en 2015 juró lealtad al EI, sufrió una escisión en 2016 por motivos religiosos y estratégicos. Nació así otra de las facciones terroristas más agresivas de la zona, el Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP), que se enfrenta a milicias afines a Al-Qaeda, como el Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes.
Los terroristas afines a Al Qaeda y el EI compiten por la fidelidad de los grupos locales y llevan a cabo ataques indiscriminados contra la población civil y los gobiernos establecidos.
La sucesión de muertes por atentados yihadistas refleja la inestabilidad de la zona. Sólo en 2021 se contabilizaron siete grandes atentados con más de 40 muertos cada uno.
El informe del Índice de Terrorismo Global de 2022 apunta que las muertes por terrorismo han aumentado en más de un mil por ciento entre 2007 y 2021 en el Sahel. Unos y otros se aprovechan además de los conflictos internos y la violencia intercomunitaria para afianzar su posición, obtener recursos, reafirmar su influencia y ampliar su campo de acción.
NIGERIA Y BOKO HARAM
Desde su escisión de Boko Haram en 2016, el Estado Islámico (EI) en la Provincia de África Occidental (ISWAP, por sus siglas inglés) se ha convertido en el principal grupo terrorista de Nigeria.
En las zonas rurales del noreste del país, donde, según datos del Banco Mundial, más del 70 % de la población permanece bajo los umbrales de la pobreza -casi el doble de la media nacional-, los terroristas han conseguido que muchos jóvenes desempleados pasen a engrosar sus filas de combatientes.
Ese hecho ha mejorado su capacidad militar, convirtiéndolo en un grupo capaz de organizar potentes ataques contra los civiles o el Ejército, advirtió el laboratorio de ideas International Crisis Group (ICG).
Su violencia, así como la del también grupo yihadista Boko Haram, han obligado a unas 2,9 millones de personas a abandonar sus hogares.
El impulso del EI contrasta con la baja capacidad del Estado para controlar ese avance, que se deja sentir incluso en países vecinos, como Camerún, Chad o Níger, donde también atenta el ISWAP.
Algo similar sucede en Burkina Faso, donde los grupos terroristas procedentes de otros países de la región del Sahel, como Mali y Níger, encontraron desde el año 2015 un refugio para hacerse fuertes y seguir extendiendo sus tentáculos por la región.
En Burkina Faso, los ataques terrorista se suelen atribuir, entre otras organizaciones, al Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS), que atenta también en Mali y Níger.
La presencia de estos grupos armados también se ha traducido en un movimiento masivo de la población en Burkina Faso, con más de 1,85 millones de personas desplazadas, según el Gobierno burkinés.
EN EL ESTE DEL CONTINENTE
En el este del continente, el EI se ha atribuido la responsabilidad de algunos ataques en Mozambique del grupo Al Sunnah wa Jama’ah («Adeptos de la tradición profética»), conocido por la población local como Al Shabab («Juventud», en árabe), que no guarda relación con la organización yihadista homómina de Somalia.
Ese grupo aterroriza la provincia septentrional de Cabo Delgado desde octubre de 2017, si bien aún no se ha demostrado que los mozambiqueños reciban órdenes directas del EI.
Los ataques de Al Shabab han disminuido desde que en julio del año pasado Ruanda y la Comunidad para el Desarrollo de África Meridional (SADC) enviaron fuerzas militares para atajar el yihadismo.
Tampoco están claros los vínculos del EI con las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), un grupo de origen ugandés que en 2021 mató a alrededor de 1.260 personas en el noreste de República Democrática del Congo (RDC), según datos de la ONU.
Los objetivos de esta milicia son difusos más allá de una posible vinculación con el Estado Islámico, que en ocasiones se responsabiliza de sus ataques.
ARGELIA, LIBIA Y LA CUENCA MEDITERRÁNEA
Argelia actúa contra elementos yihadistas en la inhóspita y extensa área fronteriza con Mauritania, Níger y Mali, donde la radicalización se mezcla con el vandalismo.
Después de la muerte en 2020 del líder argelino de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Abdelmalek Droukde, por un ataque francés en Mali, el grupo se ha ido trasladando hacia otros escenarios del norte de África, como Libia, donde el bloqueo político hace tambalearse a un país en el que las milicias extranjeras, radicales y bandas criminales entran en el juego de la división política.
Otra de las preocupaciones que puede afectar a la cuenca mediterránea es la filial egipcia del EI, Wilayat Sina, que suele reivindicar atentados, principalmente en el norte y centro de la península del Sinaí (este de Egipto), donde tiene su centro de operaciones próximo a la frontera con Gaza.
La filial egipcia se responsabilizó el pasado 7 de mayo de una acción en la que murieron al menos 11 militares egipcios, uno de los peores ataques en los últimos años contra las Fuerzas Armadas, que se produjo en el oeste del Sinaí y muy cerca del canal de Suez. EFE
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