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Un Israel semiparalizado espera recobrar cierta normalidad tras el alto el fuego con Irán

Verónica Snoj

Jerusalén, 24 jun (EFE).- El reciente anuncio de alto el fuego entre Israel e Irán, adelantado en las redes sociales por el presidente de EE.UU., Donald Trump, fue recibido este martes con alivio entre comerciantes y trabajadores, temerosos del impacto que esta nueva guerra estaba causando en un país en estado de emergencia y con su población en búnkeres.

Ayer lunes, el área de ‘First Station’, un conocido patio de comidas y centro comercial en el corazón de Jerusalén oeste, lucía desolado once días después del inicio del conflicto entre Israel e Irán, con apenas un par de decenas de personas disfrutando de helados o recogiendo comida en puestos kosher (preparada según los preceptos del judaísmo.).

Ela, que trabaja desde hace una década en una heladería ‘gourmet’ del centro comercial, cuenta a EFE que desde el inicio del conflicto la madrugada del 13 de junio -cuando Israel bombardeó de forma inesperada a Irán y el Gobierno hebreo declaró el estado de emergencia, restringió eventos, escuelas y el trabajo en oficina-, el flujo de clientes se ha reducido a la mitad.

«La gente no sale tanto», suspira. «Estábamos empezando a recibir más clientes con la llegada del verano. Tenemos muchos empleados, pero ahora solo vienen uno o dos al día,» relata Ela. Sin embargo, cree que la crisis actual no es comparable con la pandemia del coronavirus, que califica como «un infierno» para las empresas.

«Los tiempos de guerra son mejores que los del coronavirus», afirma sin tapujos sobre un conflicto que, por ahora, parece terminado.

«Estamos en casa, como locos, sin hacer nada»

Los parques de Jerusalén se llenan estos días de familias con niños que no pueden asistir a las guarderías, cerradas por la guerra.

En el parque Charles Venn, Neta, de 38 años y madre de gemelas que corren alrededor de una fuente refrescando el ambiente con sus juegos de agua, relata que el cierre obligatorio de las escuelas obligó a que el fin de curso se impartiera por Zoom, sin ceremonias ni despedidas.

«Volvimos al Zoom y todo fue como durante la pandemia. Para el fin de curso, no hubo fiestas de despedida, ni diplomas ni certificados», recuerda esta profesora de inglés.

Con las guarderías también cerradas, Neta se encuentra en casa cuidando a sus hijas. «Estamos en casa, como locos, sin hacer nada. Es la primera vez que salimos desde que empezó todo porque daba algo de miedo salir», comenta. Vive en Ramat Gan, ciudad muy próxima a Tel Aviv, pero se trasladó a Jerusalén a quedarse en la casa de su padre por temor a los ataques iraníes.

«Muchos negocios están cerrados y no podemos ir a trabajar. Es un gran problema,» comenta.

A pesar de las dificultades que ahora se van aliviando, Neta sostiene que el sacrificio es inevitable y necesario. «Creo que vale la pena porque no teníamos otra opción. (Irán) quería que no existiéramos, así que no había otra alternativa», concluye esta madre.

Un coste «muy alto»

Solo los primeros diez días de guerra con Irán le costaron a Israel 20 billones de shékels (5.011 millones de euros), según Esteban Klor, profesor de Economía de la Universidad Hebrea de Jerusalén, teniendo en cuenta el material bélico necesario para atacar a más de 1.500 kilómetros de distancia, las intercepciones, así como los destrozos causados por sus misiles.

«Es casi un 1,5 % del PIB. Ese es un coste muy, muy alto. Y ese número no tiene en cuenta el coste alternativo de haber cerrado gran parte de la economía», afirma sobre este cálculo, elaborado por la revista económica israelí Calcalist.

Desde un punto de vista económico, es una guerra mucho más costosa que la ofensiva en Gaza, explica este investigador del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional israelí, ya que calcula que, en todo un año de ataques en el enclave palestino, el coste ronda los 35 billones de shékeles.

Para Klor, este gasto repercutirá en la deuda israelí y en su déficit fiscal. Ayer lunes, recuerda el profesor, el Ministerio de Economía anunció un paquete de subsidios para los empresarios afectados por el cierre de los centros de trabajo, lo que dice acarreará un mayor desembolso.

La israelí Raquel, abuela de 64 años y quien asegura ha tenido estos días en su casa sin trabajar a su hija (que dirige un estudio fotográfico), yerno, nieta (peluquera y masajista) y el marido de esta, confía en que el gabinete del primer ministro, Benjamín Netanyahu, mitigue el impacto económico.

«Creo que el Gobierno va a ayudar. Siempre nos ayudó», dice esta anciana. EFE

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