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Una bacteria, unas creencias y una aldea que llora a sus niños en Costa de Marfil

Dos niños juegan en la calle el 9 de febrero de 2023 en la localidad marfileña de Kpo-Kahankro afp_tickers

«Por la noche mi nieto se sintió mal, por la mañana había muerto», cuenta a la AFP Amena Djaha. En los dos últimos meses, una veintena de niños de Kpo-Kahankro, en el centro de Costa de Marfil, murieron repentinamente.

Entre las creencias místicas y la contaminación bacterial, la preocupación persiste en la aldea.

«En una noche mi nieto fue llevado, un niño que tenía un año y algunos meses y que apenas caminaba», dice Amena Djaha.

Sentada bajo un árbol de mango en este poblado cercano a la ciudad de Bouaké, la mujer recuerda aquella funesta noche de diciembre.

En Kpo-Kahankro, el 2 de diciembre, seis niños empezaron repentinamente a vomitar, se pusieron rígidos y con los ojos vueltos antes de morir brutalmente en cuestión de horas.

A finales de enero, cuando se disipó la conmoción del pueblo, unas 15 personas -en su mayoría niños y algunos ancianos- murieron súbitamente en las mismas circunstancias. Decenas de pobladores fueron hospitalizados en Bouaké.

«La gente vino a tocar a mi puerta y gritaba ‘la historia empieza de nuevo'», recuerda Dorothée Kouamé Ahou.

Una lágrima baja por su mejilla mientras relata cómo ella también perdió a su nieta de tres años de la noche a la mañana.

«Ni siquiera he podido ver de nuevo a mi princesita desde que murió. La extraño», lamenta esta abuela de 46 años.

«Es algo místico», afirma el jefe de la aldea, Nanan Koffi Patrice.

– «Charlatanería» –

En Kpo-Kahankro no hay duda de que un fetiche, un objeto con poderes misteriosos en casa de François Kouame Kouadio, un líder de la aldea, es la causa de las desgracias que se han abatido sobre la comunidad.

La tesis fue retomada por el tribunal de Bouaké, que el jueves condenó a Kouadio y al «fetichista» acusado de instalar el objeto, a cinco años de prisión por «actos de charlatanería y alteración del orden público».

Frente a la crisis, miembros del gobierno se desplazaron varias veces a Kpo-Kahankro.

El fetiche fue sacado de la tierra a principios de febrero y se realizaron autopsias a algunos de los cadáveres, que no han sido devueltos a sus familias.

Según las autoridades se trata de una contaminación con clostridium, una bacteria que se encontró en el fetiche y que puede causar síntomas graves en niños y ancianos. El saldo oficial es de 16 muertos, aunque los pobladores cuentan 21, incluidos 18 niños.

Esa conclusión convence a los aldeanos, aunque no disipa todas las zonas grises.

«Me alegra que el fetiche fue desenterrado, es lo que mató a nuestros niños», dice Amena Djaha.

«Pero mi nieto nunca entró en contacto con ese objeto. Apenas caminaba y nunca salía del patio», agrega la mujer que vive a cientos de metros del punto de contaminación.

– «Tenemos miedo» –

Los pobladores tienen claro que no hubo ninguna ceremonia alrededor del fetiche para niños ni para los que se enfermaron después.

Entonces, ¿cómo se propagó la infección con clostridium a tantos niños del pueblo».

«Basta con que un niño haya estado en contacto con la bacteria y luego se lleve las manos a la boca para enfermar. Puede contaminar juguetes, objetos y, por tanto, a otros niños», explicó Joseph Bénié Bi Vroh, director del Instituto Nacional de Higiene Pública (INHP), quien supervisó los análisis.

Mientras tanto, frente a la misteriosa epidemia, la aldea cuya escuela había cerrado y que se quedó sin habitantes, se va repoblando poco a poco.

La semana pasada, el fetiche fue desenterrado y trasladado fuera de Kpo-Kahankro.

El servicio de agua, cortado durante varios días para realizar análisis adicionales, fue restablecido el jueves.

Desde entonces se detuvieron las muertes, aunque sin disipar del todo la inquietud de los pobladores.

«¡Claro que tenemos miedo! Hubo casi un mes de ‘dejadez’ entre los dos sucesos en los que se dieron muertes», dice Paul Kouassi, presidente de una asociación de jóvenes de la aldea.

El jefe del poblado suspira: «Rezo para que no vuelva a ocurrir. Nuestros hijos aún no han sido enterrados».

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