Viaje a la Lisboa confinada que tiene «saudade» de sí misma
Andrea Caballero de Mingo
Lisboa, 11 mar (EFE).- El 28, uno de los tranvías más antiguos y populares de Lisboa y sin duda el más buscado por los turistas, es hoy una estampa que ilustra el vacío que se ha apoderado de Portugal, un país confinado desde hace semanas para frenar la pandemia.
Inaugurada en 1901, esta línea, historia viva de Lisboa, aún utiliza los antiguos coches, con su amarillo clásico, pero a través de sus ventanas ya no se ven masas de viajeros acodados para admirar el paisaje de una ciudad que, antes del coronavirus, recibía más turistas por residente que Londres: 4,5 millones por alrededor de medio millón de habitantes.
Durante unos cuarenta minutos, el 28 pasa por lugares tan emblemáticos de Lisboa como la Plaza del Comercio, el mirador de Santa Lucía o la catedral. Para conseguir asiento había que esperar largas colas en la calle antes de la pandemia. Ahora, apenas suben un puñado de lisboetas.
La ausencia de turismo internacional en la ciudad ha permitido a los vecinos disfrutar de sus tranvías, antes masificados, distribuidos en seis líneas que cubren como una telaraña 48 kilómetros de la ciudad, 13 de ellos en calles reservadas a sus venas de metal.
«Antes, llevábamos a una media de 50 personas por viaje» explica a Efe João, uno de los maquinistas de la ruta 28, que ahora suele llevar «a una o dos personas» por trayecto. La ruta «está mucho más calmada, igual que la ciudad», dice.
LISBOA, UNA CIUDAD FANTASMA
Los turistas, que antes recorrían a pie zonas emblemáticas como la Baixa, Chiado o la Plaza del Comercio, han desaparecido de las calles Lisboa, confinada, como el resto del país, desde el pasado 15 de enero.
«Está muy vacía, muy triste, porque todo está cerrado y eso es muy fuerte», se lamenta Soluna d’Ayala Valva, que viajó a Lisboa desde Italia y aprovecha estos días para recorrer la ciudad.
Aunque, más allá de pasear, poco puede hacer. Ni siquiera tomar una «bica», un café, en la calle o sentarse en una terraza porque hoteles y restaurantes están cerrados.
El sector de la hostelería, ya duramente castigado el pasado año, teme otro varapalo.
En 2020, debido a la pandemia, Portugal recibió 12 millones de visitantes, una cifra que no se veía desde 1984 y un 75 % menos que en 2019, cuando 27 millones de viajeros visitaron el país.
Los hoteleros miran con esperanza a la Semana Santa, pero el Gobierno portugués ya ha advertido de que «la Pascua no será como la conocemos», adelantado nuevas restricciones.
La hostelería portuguesa perdió 1.500 millones en 2020 y los datos de febrero de 2021 indican «fuertes caídas en la facturación», según la Asociación de Hostelería, Restauración y Similares (AHRESP) de Portugal.
El confinamiento ha forzado el cierre de buena parte de los establecimientos del sector y un tercio de los hoteles no consiguió pagar los salarios de sus plantillas en febrero.
Solo en Lisboa, casi la mitad de los hoteles está vacíos.
Como vacía está la ciudad. Miguel y su hijo suben al 28. A ambos «les gusta el tranvía», pero antes de la pandemia «estaba tan lleno de turistas que era muy difícil entrar», cuentan entre risas tímidas.
En la plaza del Comercio, frente al Tajo, se bajan y se pierden en las calles desiertas de una ciudad que, ahora más que nunca, tiene «saudade» de sí misma. EFE
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