El día que la montaña se derrumbó: claves del desastre de Blatten
El colapso catastrófico del glaciar Birch, que arrasó en mayo el pueblo alpino suizo de Blatten, ha desencadenado un esfuerzo científico sin precedentes para comprender cómo una ladera pudo desintegrarse con tanta violencia —y qué podría ocurrir a continuación—.
Al avanzar en coche por el valle de Lötschental, la calma bucólica de los prados verde lima y los bosques de tonos cobrizos da paso a una herida abierta, marrón y desnuda: el inmenso campo de escombros donde antes se alzaba Blatten.
El 28 de mayo, el glaciar Birch, situado sobre el pueblo, colapsó bajo el enorme peso de las rocas procedentes del desmoronamiento del monte Kleines Nesthorn. En apenas 40 segundos, más de nueve millones de metros cúbicos de roca, barro, hielo y detritos se precipitaron ladera abajo a 200 km/h, sepultando la localidad. De forma extraordinaria, los 300 habitantes habían sido evacuados a tiempo. Un hombre de 64 años sigue desaparecido.
Hoy, gran parte del municipio de Blatten permanece cerrado al públicoEnlace externo debido a los riesgos persistentes. El Kleines Nesthorn continúa desplazándose —hasta 10 centímetros al día en verano—, aunque el avance se ha ralentizado en invierno. Un segundo colapso de la misma magnitud ya no es posible, puesto que el glaciar Birch prácticamente ha desaparecido. Sin embargo, el nivel de peligro sigue siendo elevado.
«La fragmentación del glaciar colgante [remanente], que podría provocar una avalancha de hielo, flujos de detritos por el corredor o un nuevo desprendimiento desde una zona inestable del Kleines Nesthorn: todo eso sigue siendo posible y podría alcanzar el fondo del valle», explicó a Swissinfo Guillaume Bulle-Favre, jefe del Servicio de Riesgos NaturalesEnlace externo del cantón del Valais.
Los mayores riesgos están asociados al enorme cono de escombros, que en algunos puntos supera los 100 metros de altura, y a la posible formación de un nuevo lago si el río Lonza vuelve a quedar bloqueado.
Blatten dominó los debates de una conferencia internacional Enlace externosobre deslizamientos de tierra celebrada el mes pasado en Lausana, donde más de 60 personas expertas se reunieron para entender cómo se produjo un evento de este tipo —y cómo anticipar el siguiente—.
Numerosos investigadores, especialmente en Europa, están estudiando el caso de Blatten y colaboran entre sí de manera no competitiva, explicó Christophe LambielEnlace externo, profesor de la Facultad de Geociencias y Medio Ambiente de la Universidad de Lausana: «Todo el mundo quiere entender qué pasó, pero no necesariamente ser el primero».
Mediante simulaciones y análisis sísmicos, entre otras técnicas, los equipos están examinando este evento sin precedentes para comprender mejor su dinámica y la creciente amenaza de cascadas de riesgos múltiples vinculadas al deshielo del permafrost y a la desestabilización de los glaciares.
Seis meses después, comienzan a emerger ciertos patrones, según la comunidad científica. Los tres mayores desprendimientos alpinos de los últimos 20 años —Piz Cengalo (2017), Piz Scerscen (2024) y ahora Blatten (2025)— implicaron caídas de roca sobre glaciares que se transformaron en enormes avalanchas de tierra, roca y hielo.
«Eso es una preocupación mayúscula para regiones densamente pobladas como los Alpes europeos. Existe un enorme potencial de daños, porque estos fenómenos pueden transportar sedimentos y hielo muy lejos valle abajo. En el contexto del cambio climático, con la degradación del permafrost y el retroceso de los glaciares en laderas empinadas, es posible que estos casos aumenten en el futuro», señaló Lambiel a Swissinfo.
Determinar si el colapso de Blatten puede atribuirse al cambio climático sigue siendo una cuestión primordial sin resolver. Algunos científicos consideran que el vínculo es evidente. Christian Huggel, investigador de la Universidad de Zúrich, cree que el cambio climático desempeñó un papel clave. «Por supuesto, la geología —especialmente la estratificación y la composición de la roca— es el factor determinante en un hecho así», afirmó en una conferencia que tuvo lugar en septiembre en InnsbruckEnlace externo, Austria. En su opinión, sin el calentamiento climático, el deslizamiento de Blatten se habría producido siglos más tarde, si es que hubiera ocurrido.
Otras voces expertas se muestran más prudentes. Un documento informativoEnlace externo publicado en julio por la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH) concluyó que era «bastante probable» que el calentamiento hubiera sido un factor relevante, señalando que la zona de roca inestable se encuentra dentro de permafrost, sensible al aumento de las temperaturas.
Suiza se ha calentado 2,9 grados centígrados desde la era preindustrial —aproximadamente el doble de la media mundial—, lo que ha provocado una pérdida generalizada de glaciares, cambios en los patrones de nieve y el deshielo del permafrost.
Los desprendimientos de rocas están aumentando a medida que empeoran el deshielo estacional y la degradación del permafrost, pero la comunidad científica advierte que aún no está claro si los grandes deslizamientos son más frecuentes, y resulta difícil extraer conclusiones fiables sobre eventos muy grandes y poco comunes debido a la irregularidad de los datos.
«Los procesos están interconectados y son difíciles de aislar», afirma el glaciólogo de la ETH de Zúrich Daniel Farinotti, que espera poder presentar conclusiones más firmes sobre el desastre de Blatten el próximo año.
«Lo que sí puede decirse es que la geología local, el clima, el glaciar y el permafrost desempeñaron todos un papel [en el desastre de Blatten]».
El papel del permafrost y la fragilidad de la roca
Para Lambiel, sin embargo, el papel de la degradación del permafrost en el Kleines Nesthorn sigue siendo «una cuestión abierta».
Desde 2019, el glaciar Birch había avanzado unos 50 metros, probablemente impulsado por repetidos desprendimientos de roca desde el Nesthorn, que depositaron escombros sobre su superficie y lo empujaron valle abajo. Al mismo tiempo, las partes del glaciar adheridas a la cara norte de la montaña se habían reducido.
«El retroceso de este glaciar, combinado con la degradación del permafrost, provocó numerosos desprendimientos de roca que cubrieron el glaciar, lo empujaron hacia el valle y lo desestabilizaron», explicó Lambiel.
>>El colapso del glaciar Birch, situado sobre Blatten, en el sur de Suiza, el 28 de mayo de 2025.
¿Fue el rápido deshielo reciente del permafrost el motor de la inestabilidad?
«Probablemente sí», responde, «pero aún no podemos afirmarlo con certeza. Necesitamos más datos, especialmente modelos de la mecánica de la inestabilidad en profundidad».
Nuevos sensores deberían aportar información adicional sobre el estado térmico del permafrost y su evolución a lo largo del tiempo, así como sobre el comportamiento mecánico de la roca. La geología de la montaña ofrece pocos motivos para el optimismo: capas fracturadas de gneis y anfibolita se alternan con granito, formando una estructura inestable.
Investigadores de la ETH describen el conjunto como «propenso al colapso», con una ladera que se ha ido empinando a lo largo de milenios por la erosión glaciar y que está cada vez más expuesta debido a la retirada de la nieve y el firn (nieve vieja que ha sobrevivido al menos un verano, transformándose en un material granular, poroso y más denso que la nieve fresca pero menos que el hielo glaciar).
Según estos expertos, el permafrost del Kleines Nesthorn también se ha calentado en las últimas décadas. Es posible, por tanto, que la pérdida de hielo y una mayor infiltración de agua hayan incrementado las presiones internas y las tensiones adicionales en la ladera, acelerando su colapso.
Modelización para la planificación de riesgos
En medio de la intensa actividad científica, el desastre de Blatten ha provocado avances en la modelización. Una herramienta de simulación en 3DEnlace externo desarrollada por la ETH de Zúrich y el Instituto WSL para el Estudio de la Nieve y las Avalanchas permite ahora predecir con precisión el flujo, la altura y el alcance de avalanchas de nieve, hielo y roca. Esta herramienta predijo con éxito el alcance de un gran deslizamiento en Brienz, en el cantón de los Grisones, en 2023.
Y días antes del colapso de Blatten, los investigadores habían modelizado una liberación de diez millones de metros cúbicos de roca y hielo; sus proyecciones —1,2 kilómetros de alcance hacia el suroeste del valle y 700 metros hacia el noreste— coincidieron estrechamente con el desastre real.
El equipo trabaja ahora con los cantones y empresas de ingeniería para aplicar esta herramienta a la planificación de riesgos en todo el arco alpino.
«Estamos en contacto activo con el cantón del Valais para utilizar esta nueva tecnología en sus 80 casos más peligrosos. También trabajamos intensamente en la zona de Kandersteg, en la montaña Spitzer Stein, realizando simulaciones para evaluar el posible alcance de un deslizamiento catastrófico y su impacto potencial en el lago Oeschinen», explicó a Swissinfo Johan Gaume, profesor de Movimientos de Masas Alpinas en la ETH de Zúrich y el WSL.
Vigilancia reforzada
Suiza supervisa unos 1.400 glaciares en el marco del proyecto nacional GLAMOS; una cuarta parte de su volumenEnlace externo ha desaparecido desde 2015. Sesenta glaciares, la mayoría en el Valais, están catalogados como peligrosos. El glaciar Birch se controla desde 1993.
Gracias a un sistema de gestión de riesgos bien coordinado, los habitantes de Blatten fueron evacuados antes del colapso. La red cantonal incluye geólogos, 90 observadores locales, numerosos dispositivos de vigilancia, herramientas de alerta temprana y un sólido plan de evacuación.
Tras el derrumbe, se han instalado nuevos instrumentos de monitoreo en la zona. Científicos de la Universidad de Zúrich han escaneadoEnlace externo el cono de escombros mediante LiDAR, imágenes hiperespectrales y fotogrametría para evaluar el hielo restante y el riesgo potencial de su deshielo para las poblaciones aguas abajo.
Los organizadores de la conferencia de Lausana subrayaron la «necesidad urgente» de mejorar la vigilancia de laderas y la modelización. Sin embargo, incluso un país montañoso como Suiza no puede monitorizar cada cumbre, y todos los sistemas tienen límites.
Lambiel reconoce que los grandes desastres son difíciles de predecir: «Sabíamos que el Kleines Nesthorn era inestable. Se ha estado moviendo durante los últimos diez años, pero también pueden producirse eventos en lugares desconocidos, como ocurrió el año pasado en el Piz Scerscen. Nadie sabía que era inestable».
Algunas montañas de riesgo han sido identificadas y se vigilan regularmente, añade, pero otras siguen siendo desconocidas.
«Tenemos que esperar sorpresas en el futuro… dónde y cuándo, es muy difícil de saber».
Editado por Veronica De Vore. Texto y vídeo adaptados del inglés por Carla Wolff.
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