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Como en el 11-S: aumentan los problemas de salud mental en migrantes en EEUU

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Limitan sus salidas a la calle al mínimo imprescindible, su hijo de 16 años ha dejado de verse con sus amigos fuera del instituto donde estudia: el miedo y el estrés atenaza a la familia de la colombiana Sindy Estrada, que disputa en la justicia una orden de deportación.

La embestida antiinmigratoria de Donald Trump causa problemas de salud mental entre la comunidad migrante como no se veía desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, según los especialistas.

Trump ha prometido llevar a cabo la mayor deportación en la historia de Estados Unidos de inmigrantes indocumentados (unos 11 millones, según las estimaciones) a los que llama «criminales» por haber entrado sin visa ni permiso al país. Además, ha revocado centenares de miles de permisos temporales de permanencia (parole).

La orden de deportación que conminaba a Estrada y a su familia a irse del país el pasado 30 de abril «ha ocasionado una ruptura emocional: uno empieza a sufrir estrés, depresión, ansiedad, pánico», dice a la AFP esta emprendedora de 36 años que huyó de su Colombia natal con su familia hace tres años por las extorsiones a la empresa de su marido y la inseguridad.

«Me da miedo volver a Colombia (y) enfrentarme a (aquello) por lo cual me vine», dice en su casa de Nueva Jersey, el vecino estado de Nueva York. 

Su hijo de 16 años está en terapia. «Empezó a comerse sus uñas, a perder también el sueño, bajó mucho el rendimiento académico». En la escuela le preguntan «qué va a pasar, si se va a quedar, no se va a quedar», dice.

Su marido tiene una tobillera electrónica para estar controlado las 24 horas del día y ahora la «quieren monitorear» a ella, dice.

– «Similar a los atentados del  11-S» – 

Redadas, detenciones arbitrarias, expulsiones sin debido proceso a una cárcel de máxima seguridad de El Salvador, deportaciones de ciudadanos estadounidenses con sus padres indocumentados, eliminación de la obtención de la nacionalidad por nacimiento, amenaza con suspender los derechos para disputar en los tribunales una detención ilegal… la embestida de Trump contra la inmigración no tiene precedentes.

La semana pasada, el presidente republicano ofreció 1.000 dólares para aquellos que se acojan al programa de regreso voluntario.

Aunque los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) dicen centrarse en la detención de migrantes con antecedentes penales, solo una pequeña parte de los deportados entra en esta categoría, según la prensa estadounidense.

La presencia de agentes del ICE en barrios o líneas de metro frecuentadas por inmigrantes, en particular latinos, dispara el miedo.

La «incertidumbre, temor y angustia» que está viviendo la comunidad migrante «es similar a lo sufrido durante los atentados del 11-S» de 2001, en los que murieron cerca de 3.000 personas, dice Juan Carlos Dumas, consultor de salud mental del Departamento de Servicios de Salud de la alcaldía neoyorquina.

Eso ha aumentado el consumo de alcohol, drogas, tabaco y los conflictos intrafamiliares. «En algún lado hay que poner la angustia», señala a la AFP este psicoterapeuta de origen argentino de 68 años.

Entre las jóvenes, se ha incrementado la práctica de la autolaceración «como expresión de angustia», al igual que ocurrió tras los atentados del 11-S, asegura.

Y los más pequeños «vuelcan la angustia de manera agresiva», dice a la entrada de un colegio en Harlem (norte de Manhattan) donde trata de detectar problemas de agresividad entre los alumnos.

«Cada uno trata de resolver (el miedo) como puede». «No veíamos algo así desde hace muchos, muchos años», asegura.

– «No hay que bajar los brazos» –

«Lo que se construye con años de esfuerzo (…) se puede destruir en un día», advierte.

Los más afectados son los inmigrantes sin papeles que desde hace muchos años han hecho su vida en Estados Unidos.

Para estos, la perspectiva de tener que irse es «absolutamente traumática», asegura. 

El especialista recomienda que nadie «baje los brazos y se quede encerrado» y pide que sigan con su trabajo. 

Dumas recuerda que en Nueva York, ciudad santuario para la inmigración, hay «numerosos servicios de salud mental» y «una buena cantidad de gente que se vuelca: desde trabajadores sociales, psicólogos, terapeutas, para buscar algún solaz, alguna relajación posible dentro de lo que se vive».

«No es que todo el mundo se vino encima del inmigrante», dice.

af/nn/mel

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