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Cuidar de unos padres mayores cuando se vive lejos

Mantener un contacto personal con los padres que se hacen mayores requiere mucha organización y capacidad de sacrificio por parte de los hijos. Keystone

Ocuparse de los padres cuando no pueden valerse por sí mismos puede ser complicado. Dada la creciente movilidad, los hijos adultos encaran un reto mayor, el de la distancia geográfica y emocional, cuando los progenitores envejecen.

“En los últimos dos años he regresado a Estados Unidos cada dos meses y medio”, dice Carol McEowen, quien reside en Suiza y viaja regularmente a su país para ver a sus padres mayores.

La movilidad geográfica es cada vez más común para millones de personas en el mundo. El número de ciudadanos que se desplazan de un país a otro se ha más que duplicado entre 2000 y 2010 respecto a la década precedente: de 2 millones ha pasado a 4,6 millones al año.

Un estudioEnlace externo conjunto de Naciones Unidas y la OCDE cifra en alrededor de 232 millones los ‘migrantes internacionales’ en el último año (una persona que vive en un país que no es el suyo durante un año o más).

El caso McEowen es típico. Creció en un lugar a una hora de camino al sur de Nueva York y ahora radica en la capital suiza, Berna. Otra de sus hermanas reside en algún sitio de EEUU. Sus padres vivieron 45 años en la casa familiar, hasta que la enfermedad de Alzheimer comenzó a afectar a su madre y a dificultar la vida cotidiana de la pareja, empeorada por las extremadas condiciones climáticas.

El huracán Sandy “golpeó duramente la zona de mis padres y estuvieron sin electricidad durante un mes”, relata McEowen. Su hermana mayor les llevó provisiones en dos oportunidades, tras viajar nueve horas en coche desde Carolina del Norte.

Un mes después sobrevino una tormenta de nieve. “Mi padre me llamaba cada vez que caía un árbol, a las dos de la mañana”, recuerda McEowen.

Relaciones difíciles

La decisión de cómo organizar el cuidado de los padres que envejecen es a menudo fuente de conflicto y debate en las familias, señala el sociólogo Thomas Geisen, de la Escuela Superior de Trabajo Social en la Universidad de Ciencias Aplicadas del noroeste de Suiza.

Aún después de hacer todos los arreglos, persiste la necesidad de mantener la discusión y la comunicación, precisa Geisen. Los conflictos emocionales “son muy comunes” si las familias viven distantes.

Esas distancias son también, a veces, emocionales.

Heinz Keppler (nombre ficticio) es el mayor de cuatro hermanos que han crecido en Berna. Uno vive en Tailandia, “otro se estableció hace casi 40 años en Estados Unidos. La última vez que le vi fue en los años 80”, refiere Keppler.

“Somos una familia bastante complicada”, apunta el interlocutor de 73 años. “No nos caemos muy bien”.

La madre de Keppler vivió sola en su apartamento hasta los 93 años, hasta que fue atropellada por un automóvil. Keppler y su hermana vivían cerca y pudieron atenderla. “Pero mis ‘queridos hermanos’ no hicieron el más mínimo esfuerzo”, reclama. “No movieron un dedo”.

Las conversaciones familiares eran impensables. “No hablamos entre nosotros”.

Mantener el contacto

“No es extraño tener un familiar próximo que asuma todo el peso y la organización del cuidado, mientras que otro, siendo el hijo, se encuentra lejos”, dice Geisen. “Está allí pocas veces y el contacto con los padres es inusual, no es diario”.

Hoy, es más sencillo que antes mantener las relaciones familiares a distancia gracias a la tecnología, remarca Geisen, aunque los estudios muestran que “ni siquiera Skype –con el que se puede ver a la persona–, remplaza la identificación, la sensación de estar juntos, tal como ocurre en las relaciones diarias con las personas cercanas. El contacto personal marca la gran diferencia”.

Pero ese contacto personal suele tener un precio. Mientras Carol McEowen se ocupaba de sus padres delicados en Estados Unidos, su esposo alemán viajaba cada tres semanas a Múnich para visitar a su padre que había enviudado recientemente.

“En los últimos meses nos hemos estado cruzando. Él llega, yo me voy”, dice.

En movimiento

Un mapa interactivoEnlace externo de Pew Research Global Attitudes Project da un vistazo, país por país, a la procedencia y los destinos de los inmigrantes y emigrantes entre 1990 a 2013.

Aproximadamente, uno de cada 10 suizos vive en el extranjero.

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 “Con tanta movilidad en el mundo entero, las relaciones familiares son cada vez más difíciles, sobre todo cuando se trata de cuidar a uno de los progenitores”, recalca Geisen.

El fenómeno del hijo único

Hay personas que no se llevan bien con sus hermanos. Otras no los tienen. Los hijos únicos constituyen un problema  singular en China, cuya población actual ronda los 1.400 millones de habitantes. El Gobierno chino estableció en 1979 la política de “un solo hijo por familia” para reducir el crecimiento demográfico. Los niños de entonces son ahora adultos sin hijos que compartan la responsabilidad de atender a sus padres mayores.

Carmen Gretler, poseedora de la doble ciudadanía suiza-china, es una excepción. Es la tercera de tres hijas de una pareja en Guangzhou, ciudad situada al sur de China, cerca de Hong Kong.

Pero solo una de ellas vive en China. Gretler reside desde hace 16 años en Ginebra y la otra en Estados Unidos. La hermana en China está demasiado ocupada. “Es empresaria”.

Hace tres años diagnosticaron cáncer a su madre y Gretler sintió la necesidad de actuar. “Llamé a mi jefe, fui a Berna por la visa y partí inmediatamente a casa… Quería compartir el peso de la situación. Yo sabía que (mi hermana) no podía con todo”.

¡Llámame! Es la ley

Lo hijos en China tienen la obligación de atender a sus padres, no solo en casos de enfermedad. En julio de 2013, el Gobierno chino dictó una ley que demanda a los hijos mantener el contacto regular con sus padres, con visitas y llamadas telefónicas. Los padres pueden hasta demandar a los hijos que no se ocupen de ellos.

No obstante, a juicio de Gretler, eso no cambia el hecho de que los chinos no se centren tanto en la familia como antes. Los ancianos están quedando cada vez “más solos”, sentencia. Antes, una familia grande, formada por dos, tres o cuatro generaciones, vivía bajo el mismo techo. Pero eso fue hace medio siglo. Ya no es lo mismo”.

Para McEowen, viajar con regularidad a Estados Unidos no solo implica costo  físico y financiero, sino también emocional. Su padre falleció el verano pasado y ella se siente aún más responsable de su madre enferma.

“No puedo hacer todo por ellos, estoy muy lejos”, confiesa. “¿Cómo afrontar esta situación?”

Población que envejece

La Oficina Federal de Estadística calcula que hasta el año 2060, el 28% de la población en Suiza tendrá 65 o más años; es decir, un 17% más que en 2010. En un país con una de las mayores expectativas de vida en el mundo, un creciente número de jubilados tendrán que asumir el cuidado de los padres nonagenarios.

Traducción del inglés: Juan Espinoza

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