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Esas escuelas que permitieron salir del armario

pupitres escolares
La exposición en el Museo de Historia de La Chaux-de-Fonds dedica un espacio muy amplio a las escuelas clandestinas. Aline Henchoz

En la segunda mitad del siglo pasado, muchas niñas y niños hijos de trabajadores temporarios pudieron escolarizarse gracias al coraje y la pasión de algunas personas que crearon verdaderas escuelas clandestinas, desafiando las leyes entonces vigentes.

No se trata de un capítulo brillante de la historia contemporánea suiza el que se expone en el Museo de Historia de La Chaux-de-FondsEnlace externo, cantón de Neuchâtel.

Bajo el título Enfants du placard; à l’école de la clandestinité (Niños del armario; en la escuela de la clandestinidad), la exposición “busca darles voz a aquellos a quienes muchas veces les fue negada la palabra”, subraya Francesco Garufo, director del Museo.

O sea, a todas aquellas niñas y niños que tuvieron que vivir clandestinamente en Suiza (escondidos en el armario) dado que sus padres tenían un permiso de trabajo temporal.

Ese infame permiso A de estadía en el país no autorizaba la reagrupación familiar. Por tal motivo, muchos inmigrantes que trabajaban temporalmente en Suiza se vieron obligados a dejar a sus hijos en sus países de origen, bajo el cuidado de sus familiares.

Sin embargo, en numerosos casos, esta separación resultaba demasiado dolorosa. Y así, los trabajadores temporeros, principalmente provenientes de Italia, España y Portugal, traían con ellos a sus hijos, infringiendo las leyes vigentes. El permiso A, finalmente, fue suprimido en 2002 cuando entró en vigor el Acuerdo sobre la libre circulación de personas suscrito entre la Confederación Helvética y la Unión Europea (UE).

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Este contenido fue publicado en Hoy, 54 años más tarde, comparte con swissinfo.ch sus recuerdos como hijo de trabajadores emigrantes. Los temporeros, como sus padres, trabajaban en Suiza de marzo a noviembre, a cambio de salarios exiguos, sin prestaciones sociales y sin la posibilidad de un reagrupamiento familiar. Aquellos que traían a sus hijos lo hacían de manera subrepticia y…

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¡No hagan ruido!

No existen cifras exactas, precisamente por la naturaleza ilegal del fenómeno. Se calcula que al inicio de los años 70 unos 15 000 menores vivían en esa situación de clandestinidad en Suiza. Aunque estimativa, es cifra da una idea sobre la gran cantidad de infantes que debieron vivir prácticamente en la sombra durante este periodo que se extendió hasta 2002.

frases escritas sobre un muro
Frases más o menos comunes, pero que para los menores clandestinos tenían un significado muy particular. Aline Henchoz / Museo di storia La Chaux-de-Fonds

En la sombra o más bien en el armario. “Ten cuidado”, “No hables con nadie”, “No hagas ruido”… En una de las paredes de la exposición hay frases que probablemente todos hemos escuchado de pequeños, pero que tuvieron un significado muy especial para aquellos niños y niñas. De hecho, ser sorprendido o denunciado podía significar la expulsión del país.

Reportaje de 1969 de ‘Temps présent’ .programa investigativo de la Televisión Suiza de expresión francesa

“Hicimos ruido y alguien nos denunció”, recuerda Rafael, uno de esos “niños del armario” que aceptaron testimoniar para la exposición. Sin embargo, el policía encargado de hacer el control dio muestras de una gran humanidad y cuando entró al departamentole preguntó en forma retórica a los padres de Rafael (quien de inmediato se había escondido en un cuarto junto con sus hermanos): “¿Estamos de acuerdo que aquí no hay niños…?”

La dificultad de testimoniar

“No es fácil encontrar personas dispuestas a brindar su testimonio”, observa Sarah Kiani, quien conduce un proyecto de investigaciónEnlace externo sobre los “niños del armario”, en la Universidad de Neuchâtel, dirigido por la profesora Kristina Schulz y cuyos resultados iniciales confluyen en esta exposición. “Muchos nos han dicho que no. Se percibe un sentimiento de vergüenza que se mantiene aún a pesar de los años que han pasado”, prosigue.

Sin embargo, de los testimonios recogidos no solamente surgen historias de vida tristes o difíciles. “Había varias formas de afrontar esta situación de clandestinidad y no siempre se trata de historias sombrías”, señala Sarah Kiani. “Esta exposición también pretende transcribir la diversidad de experiencias”, se hace eco Francesco Garufo.

La importancia de la escuela

Si hay un denominador común que surge claramente de todas estas experiencias es la importancia de la escuela para que esos menores pudieran salir del armario. Y por ello, no es casualidad que la exposición le dedique un amplio espacio a esta temática.

En la actualidad, el derecho a la reagrupación familiar, así como el derecho a acceder a la educación están consagrados claramente en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. Sin embargo, este tratado es relativamente reciente (1989) y Suiza lo ratificó apenas en 1997, expresando reservas, entro otros puntos, sobre la cuestión de la reagrupación familiar.

En otras palabras, durante muchas décadas la escolarización estatal fue un espejismo para quienes vivían sin permiso en Suiza.

Cajas usadas como escritorios

En esa realidad compleja, no todos se quedaron con las manos cruzadas. En 1971 en Renens, en el cantón de Vaud, una asociación de migrantes abrió la primera “clase especial” para niñas y niños clandestinos.

Un año más tarde, en Neuchâtel, dos amigos abrieron también una escuela clandestina que se funcionó durante dos años. “Las cajas de la fábrica de cigarrillos Brunette fueron empleadas como escritorios”, se lee en uno de los carteles descriptivos de la exposición.

Algunos años después, a inicios de los 80, la educadora Denyse Reymond lanzó otra iniciativa del mismo tipo que luego se transformaría en la Escuela Mosaïque, que todavía existe.

En una de las alas de la exposición el Museo de Historia de La Chaux-de-Fonds fue reconstruida un aula de esa escuela, con los cuadernos (incluidos los dibujos) de los niños que la frecuentaron.

Los cursos impartidos por Denyse Reymond estaban abiertos a todos los niños que se encontraban en situación ilegal y eran gratuitos, lo que tuvo una particular importancia para esas familias inmigrantes que no contaban con grandes recursos. Los fondos necesarios para cubrir los gastos se recaudaban mediante donaciones.

“Estos niños no sabían a dónde ir y hace nueve años, cuando fundé con mi hija esta escuela, fuimos a buscar a los niños allí donde se escondían”, relata Denyse Reymond en este reportaje del archivo de la Radio y Televisión Suiza RTS (en francés/italiano)

Clandestinos… pero no mucho

“Además de su objetivo principal que era el de instruir a los menores, estas escuelas desarrollaron otra función primordial, – precisa Sara Kiani– fueron para estos menores y sus familias una puerta de acceso a todo aquellos que un niño necesita, es decir, la atención médica, dental, las actividades culturales y deportivas…”.

Aunque la existencia de estas escuelas era más o menos conocida, las autoridades municipales y cantonales -al menos en Neuchâtel y Ginebra-hicieron la vista gorda. De hecho, según una carta de 1983 de un profesor de La Chaux-de-Fonds que actuaba en estos ámbitos, las autoridades cantonales habrían participado incluso en su financiación.

Esta zona gris duró hasta 1990, cuando estos dos cantones asumieron un rol pionero a nivel nacional y decidieron que el derecho a la escolarización era prioritario y prevalecía sobre las normas que regían la inmigración en Suiza. Las escuelas públicas abrieron así oficialmente sus puertas a los menores sin permiso de residencia legal.

Instrucción para todos

En los años siguientes, otros cantones tomaron la misma medida, entre otras causas porque la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño – ratificada como se ha dicho por Suiza en 1997 – establece explícitamente el derecho a la educación primaria gratuita para todos. En la actualidad, cualquiera puede asistir a las escuelas públicas.

Sin embargo, la derogación del estatuto del temporero en 2002 no significa el fin de la clandestinidad. Según una estimación de la Secretaría de Estado de Migración, entre 50 000 y 99 000 personas vivían en Suiza en 2015 sin contar con un estatus de residencia legal. Entre ellos, muchos niños y niñas. Aunque el acceso a la educación está ahora garantizado, las incógnitas que pesan sobre esos menores y sus familias persisten.

Hace apenas cuatro años, una moción parlamentaria presentada por la derecha (y posteriormente retirada) pedía, entre otros puntos, el intercambio de información entre organismos estatales sobre personas sin permiso de residencia válido, por ejemplo, en el ámbito de la educación. Una medida que, según algunos, podría haber provocado que los padres indocumentados se abstuvieran de enviar a sus hijos a la escuela.

“La temática cambió mucho desde los años 70 y 80, pero sigue siendo de actualidad”, observa Francesco Garufo, quien plantea la cuestión de la integración y de la reagrupación familiar. “La historia de los niños del armario nos permite reflexionar también en la actualidad sobre la importancia de la integración y la educación de los jóvenes inmigrantes”.

Adaptado del italiano por Sergio Ferrari

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