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Dudas ante la estrategia suiza para compensar las emisiones de carbono

un bus azul de línea
Gracias a estos autobuses eléctricos que recorren Bangkok, Suiza está un paso más cerca de su objetivo climático. CC 4.0

Abriéndose paso entre bocinazos de motos y coches en las bulliciosas calles de Bangkok, desde hace poco más de un año, una flota de autobuses eléctricos de color azul transporta a locales y turistas. Son unos autobuses más silenciosos y limpios que los anteriores, y, lo más importante, no emiten gases. Aunque las emisiones de CO2 ahorradas no las puede reclamar Tailandia y sí, en cambio, Suiza.

Suiza se ha fijado el objetivo de reducir sus emisiones para 2030 a la mitad, respecto a los niveles de 1990. Para lograrlo, ha firmado acuerdos bilaterales con países en desarrollo, como Tailandia, y apoya allí proyectos climáticos. Esto resulta más barato que adoptar medidas en el propio país. De hecho, de este modo Suiza prevé ahorrar el equivalente a unos 43 millones de toneladas de CO2, un tercio de sus emisiones totalesEnlace externo.     

El acuerdo con Tailandia se firmó en 2022 y, en diciembre del año pasado, el proyecto de autobuses fue el primero en aprobarse para el comercio de derechos de emisiones. Este intercambio se produce en un momento en que los países ricos son cada vez más criticados por depender de los países en desarrollo para reducir las emisiones en sus propios territorios.

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Aunque el acuerdo marca la joven historia de las compensaciones de carbono entre dos países, también plantea muchas dudas. ¿Hasta qué punto el proceso de certificación es transparente? ¿Realmente estos proyectos cumplen las condiciones que el Acuerdo de París estableció sobre la emergencia climática? Y, ¿se ha dotado Suiza de los medios necesarios para cumplir sus objetivos climáticos a través de las denominadas compensaciones de carbono?    

“Suiza es el primer país que ha conseguido realmente llevar este tipo de acuerdos bilaterales hasta el final”, afirma Axel Michaelowa, investigador de la Universidad de Zúrich y socio de la consultora Perspectives Climate Group, que asesora a la ONU y a países individuales sobre cómo aplicar este tipo de acuerdos y mercados de compensaciones de carbono.    

“De momento hay muy pocos proyectos, porque todo acaba de empezar. En el futuro, si hay en marcha decenas de proyectos al mismo tiempo, ¿cómo garantizará Suiza que los proyectos reciban el mismo trato?”, se pregunta.

Del acuerdo político al comercio de créditos

El camino que lleva de un acuerdo bilateral entre dos países hasta el comercio de créditos de emisiones es largo y difícil. Aunque desde 2020 Suiza ha firmado acuerdos con catorce países, pocos se han convertido en acciones medibles de momento. Aparte del proyecto tailandés, el Gobierno suizo ha aprobado otros dos proyectos: uno en Ghana y otro en las islas Vanuatu. No está claro cuándo otros proyectos verán la luz y empezarán a vender créditos.

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Una vez que Suiza ha firmado un acuerdo bilateral con otro país, cualquier empresa o asociación industrial que quiera compensar sus emisiones —en principio— podría comprar créditos de proyectos en estos países. Para ello, sin embargo, primero tienen que encontrar un proyecto viable que se ajuste a los criterios establecidos por el Acuerdo de París: un tratado internacional jurídicamente vinculante sobre el cambio climático que se firmó en 2015.  

Hasta ahora, solo la fundación suiza KliK y la Administración federal están compensando emisiones en el extranjero. KliK fue creada por operadores de gasolineras e importadores de combustible para cumplir su obligación legal de compensar las emisiones. Esta fundación se financia con 0,08 francos (0,09 dólares) por litro de gasolina vendido en las gasolineras. A través de estos importes se constituye el capital que KliK utiliza para comprar créditos de proyectos medioambientales en Suiza y en el extranjero.

De acuerdos al comercio de carbono
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KliK, antes de comprar créditos, debe obtener la certificación del Gobierno suizo. Esto es lo que ocurrió en diciembre de 2023, cuando la Oficina Federal de Medioambiente suiza (FOEN, por sus siglas en inglés) aprobó el informe inicial que presentaron Energy Absolute —la empresa propietaria del proyecto tailandés— y la consultora suiza South Pole. La sustitución de los viejos autobuses por 550 vehículos eléctricos supuso —según el informe— que entre octubre y diciembre de 2023 se redujeran 1.916 toneladas de emisiones de CO2.

Energy Absolute ahora puede vender los créditos —los Resultados de Mitigación de Transferencia Internacional (ITMO, por sus siglas en inglés)—en los que un crédito corresponde a una tonelada de CO2. Los ingresos de estas ventas ayudan a Energy Absolute a recuperar lo que ha invertido hasta ahora en dos mil autobuses. Gracias a un contrato firmado con la empresa tailandesa, KliK es el único comprador de estos créditos.

¿Objetivos inalcanzables?

Aunque es un posible prototipo para otrosEnlace externo, el proceso deja sin respuesta muchas preguntas.

La cuestión principal es el desfase entre el objetivo de Suiza de compensar en el extranjero hasta 43 millones de toneladas de sus emisiones y la rapidez con la que los ITMO pueden emitirse y comercializarse a medida que se acerca la fecha límite de 2030. La fundación KliK tiene previsto compensar con proyectos en el extranjero —de aquí a 2030— al menos veinte millones de toneladas de emisiones de CO2. La fundación actualmente tiene puestos sus ojos en los ITMO de dieciocho proyectos, pero todavía están en fase de desarrollo y solo cubrirían la mitad de su objetivo para 2030.

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Algo que no parece preocupar a Michael Brennwald, director del Departamento Internacional de KliK. “El potencial restante en Suiza para actividades de mitigación en el marco del actual régimen nacional es limitado. En cambio, el potencial para desarrollar actividades de mitigación en el extranjero es enorme”, dice en un correo electrónico. Financiar proyectos medioambientales en el extranjero es, sobre todo, mucho más barato que financiarlos en Suiza.

Seis de los dieciocho proyectos piloto en trámite están todavía pendiente de que los aprueben las autoridades. Ninguna de las personas propietarias de proyectos con los que ha contactado SWI swissinfo.ch ha reconocido cuándo comenzará el comercio de créditos. Hay quien ha afirmado que los marcos jurídicos de los países anfitriones no están en vigor de momento; lo cual genera retrasos en su aplicación.   

El proceso de aprobación es una caja negra

El procedimiento de aprobación también plantea dudas en Suiza. Para que los créditos puedan comercializarse, Suiza debe aprobar unos resultados preliminares que demuestren que los proyectos realmente reducen las emisiones.   

Actualmente, Suiza y sus países socios pueden decidir cómo quieren evaluar y aprobar los proyectos. La Oficina Federal de Medioambiente no ha especificado los métodos para calcular el volumen de los créditos de emisiones, sino que evalúa por separado cada propuesta de proyecto. Esto, tal y como indica el experto en política climática Michaelowa, hace difícil asegurar la calidad y credibilidad de estos créditos. “La Oficina Federal de Medioambiente puede aplicar distintas metodologías, básicamente, como estime oportuno”, afirma.  

Michaelowa se refiere a la metodología como una caja negra. Su consultoría apoya proyectos del sector de refrigeración en Ghana y Marruecos redactando los documentos que deben presentar tanto a la FOEN como a los Gobiernos locales para recibir su aprobación. “Enviamos los documentos a la FOEN y no sabemos qué nos devolverá exactamente”, explica.

La FOEN mantiene su planteamiento de evaluar cada proyecto de manera individual en vez de recurrir a métodos estándar. El proyecto tailandés de autobuses eléctricos es el tercero aprobadoEnlace externo en el marco de los acuerdos climáticos de Suiza. Una persona en representación de la FOEN ha respondido por escrito a SWI swissinfo.ch que este enfoque flexible permitiría que los nuevos hallazgos fluyeran más rápidamente hacia los proyectos en curso. Y en su respuesta añade que la experiencia con doscientos proyectos de compensación en Suiza demuestra que —a la hora de evaluar los proyectos— la FOEN los trata por igual.   

Las escasas disposiciones existentes sobre compensaciones bilaterales de carbono están definidas en el artículo 6.2 del Acuerdo de París. Una de las condiciones principales es que el “país anfitrión” reciba un impulso financiero para proyectos que, de otro modo, no se hubieran realizado. Este criterio de “adicionalidad” de las emisiones en el extranjero es tan crucial que está inscrito en la ley suiza de CO2, pero no deja de ser bastante difícil de evaluar.

Tailandia se beneficia efectivamente del acuerdo firmado con Suiza. Este pacto no implica ayudas o subvenciones directas de Suiza, sino que crea un mecanismo de mercado a través del cual ambos países pueden intercambiar créditos ITMO. “Solo a través de este programa podemos permitirnos sustituir los autobuses con motores de combustión interna y realizar un cambio significativo”, explica Norasak Suphakorntanakit, el vicepresidente adjunto de Energy Absolute, la empresa tailandesa que allá por 2020 comenzó a desarrollar el proyecto con South Pole.

Un reciente análisis de Alliance Sud y FastenaktionEnlace externo pone en duda la “adicionalidad” de este proyecto. Estas dos ONG suizas señalan que los autobuses eléctricos de Bangkok se habrían puesto en marcha, probablemente, incluso sin el acuerdo con Suiza y los fondos asociados. En respuesta a estas afirmaciones, la FOEN y KliK indicaron a Climate Home NewsEnlace externo que se aprobarían únicamente los proyectos que generasen una reducción adicional de las emisiones.    

Reacciones ante las compensaciones de carbono

Las compensaciones de carbono volvieron a ser objeto de acalorados debates en las últimas conversaciones de la ONU sobre el clima celebradas en Dubái (COP28), en las que representantes de casi doscientos países discreparon sobre cuestiones fundamentales, como el nivel de transparencia.

Poco antes, ya fue objeto de críticas —por sus afirmaciones exageradas— el mercado voluntario en el que cualquiera puede optar por compensar un vuelo por unos francos, por ejemplo. El principal vendedor mundial de compensaciones de carbono, South Pole, se vio obligado a abandonar su emblemático proyecto de reforestación en Zimbabue y, desde entonces, varios ejecutivos han dimitido.  

Suiza seguirá su camino bilateral hacia las compensaciones de carbono. En Dubái el ministro de Medioambiente, Albert Rösti, firmó nuevos acuerdos con Chile y Túnez. “Con este tipo de proyectos internacionales, denominados ‘fruta al alcance de la mano’, podemos reducir las emisiones de CO2 más rápidamente que aplicando en Suiza difíciles y costosas medidas adicionales”, declaró Rösti a la radiotelevisión pública suiza SRF.Enlace externo

Texto adaptado del inglés por Lupe Calvo/Carla Wolff

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