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El desafío de atender a inmigrantes traumatizados

Un refugiado saca a una niña de un barco recién llegado a las costas griegas de Lesbos desde Turquía, el 3 de septiembre de 2015. A los riesgos de una travesía incierta hacia Europa, muchos inmigrantes suman traumas psicológicos difíciles de curar afp_tickers

Cadáveres que flotan, niños que se ahogan, vejaciones, torturas o atropellos son algunas de las vivencias de los inmigrantes que llegan a diario a Italia, unos traumas que les provocan depresión, insomnio y tendencias suicidas difíciles de curar, según médicos y expertos.

La organización italiana Médicos por los Derechos Humanos detectó en un estudio reciente que de un centenar de personas que solicitaron asilo en Sicilia (sur), más de la mitad había asistido a la muerte de un compañero de viaje, en ocasiones un familiar cercano.

En un estudio del Consejo Italiano para los Refugiados (CIR), basado en datos del 2013, el 82% de ellos presentaba problemas psicológicos, más de la mitad una depresión grave. Esos datos se reflejan claramente en los casos que los asistentes y el personal especializado deben encarar a diario.

Uno de los más emblemáticos fue el ocurrido hace uno seis meses, cuando un hombre se arrojó de la ventana durante la entrevista que estaba pasando en la comisión que examina las solicitudes de asilo. El solicitante sufrió varias fracturas. Perseguido en su país, había perdido a su esposa e hija en uno de los tantos naufragios en el Mediterráneo, un drama que no había podido comentar desde entonces con nadie.

Según las estimaciones, entre el 10 y el 30% de las personas que solicitan asilo han sufrido torturas en su propio país.

A todo ello hay que sumar el dolor del exilio y las pesadillas vividas durante el largo recorrido para llegar a Europa o las dificultades para atravesar el desierto, las vejaciones en Libia, la angustia en el mar y la desesperante espera sin nada que hacer en los centros de acogida una vez en Italia.

– La salud mental, una urgencia –

Acceder a la ayuda psicológica debería ser fácil ya que teóricamente los refugiados pueden acceder a los mismos centros de salud pública de los italianos, pero no siempre es posible atenderlos.

«Nos toca trabajar en equipo porque son casos que pesan mucho», admitió a AFP Maria Chiara Monti, psicóloga de Palermo. La experta recibe dos veces por semana a los solicitantes de asilo en compañía de una antropóloga y un mediador que habla la lengua del paciente. «Tienen historias que han dejado profundas heridas», reconoce Monti.

Entre sus pacientes figura un joven africano, de 26 años, quien permaneció durante días en el agua aferrado a un pedazo de madera tras naufragar. A menudo siente que sigue flotando y por las noches tiene la sensación de estar ahogándose.

La misma psicóloga atiende a un inmigrante de Gambia, de 30 años, con problemas de memoria y que sólo recuerda las torturas padecidas en su país: cada sesión es compleja porque no retiene lo que se dice durante los encuentros y cada vez es como si iniciara el tratamiento.

Italia, que cuenta con un servicio de salud público muy variado según la región, ofrece una ayuda psicológica «muy desigual», según Gennaro Migliore, presidente de la comisión parlamentaria para la acogida de los inmigrantes. «Hay casos que el servicio es muy eficaz, como en los centros para menores de edad no acompañados», sostiene el diputado.

– Joven recién graduado con poca experiencia –

En muchos centros de salud, el psicólogo está ocupado, no está o sólo trabaja algunos días. En general es joven, recién graduado y con poca experiencia. «Les faltan los instrumentos para encarar traumas tan graves», sostiene Fiorella Rathaus, presidente de CIR.

Los expertos coinciden en que en muchos casos el trauma se supera cuando comienzan a vivir con dignidad, tienen algún entretenimiento, ven un futuro mejor, explica Massimo Germani, psiquiatra que dirige un centro para víctimas de torturas en Roma. «Son personas que han sufrido de forma repetida abusos y han permanecido por mucho tiempo en ambientes aislados», explicó. «Si viven siempre en grupo, con los demás, no logran concentrarse, ni aprender italiano, su estado empeora, son inestables», observa el especialista.

«Se vuelven fantasmas», resume el médico, quien reconoce que hay voluntad tanto a nivel público como privado, pero faltan recursos debido a la crisis económica.

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