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El líder rebelde rohinyá Ata Ullah, un héroe para unos y una calamidad para otros

Unos niños refugiados rohingya en el campo de Balukhali, en Bangladés, el 22 de septiembre de 2017 afp_tickers

Para sus detractores, el comandante rohinyá Ata Ullah es un imprudente que ha sumido a su pueblo en la crisis lanzando una rebelión en Birmania. Para sus partidarios, un héroe intrépido que ha renunciado al lujo para defender a esta minoría víctima de una represión implacable.

Ata Ullah es el rostro más conocido del Ejército de Salvación de los Rohinyás de Arakán (ARSA), un movimiento rebelde que atacó decenas de puestos fronterizos birmanos, desatando una represión del ejército que ha forzado a unos 420.000 rohinyás a huir a Bangladés.

«Es muy carismático», afirma a la AFP Richard Horsey, analista independiente radicado en Birmania. «Habla de una forma que resuena con las quejas de esta comunidad».

Se dio a conocer en octubre pasado reivindicando en vídeos varias operaciones armadas en el estado de Rakáin, en el noroeste de Birmania.

Varias personas del entorno del líder aseguraron a la AFP que el treintañero Ullah dirigía una red de grupúsculos poco entrenados y mal equipados para el combate.

En los vídeos, Ullah, flanqueado por hombres armados y enmascarados, denuncia los crímenes cometidos por el Gobierno birmano contra los rohinyás y promete liberar a la comunidad de una «opresión inhumana».

– Una vida desahogada –

La inmensa mayoría de los rohinyás, apátridas desde hace décadas, vive en condiciones muy difíciles en guetos en Birmania o hacinada en campos de refugiados de Bangladés.

Ullah es una excepción. Él nació en Pakistán, en una familia de clase media. Su padre estudió en la prestigiosa madrasa Darul-Uloom y fue profesor en Arabia Saudita, afirma una fuente que lo conoce.

El joven Ullah aprendió a recitar el Corán. Unos ricos saudíes lo contrataron para que diera clases a sus hijos. Pronto entró en su círculo, participando en fiestas suntuosas y en cacerías.

«Los saudíes lo querían mucho y lo trataban como a uno de los suyos», asegura alguien que le conoce.

Ullah abandonó esta vida después de los disturbios en el estado de Rakáin en 2012, que provocaron el desplazamiento de más de 140.000 personas, en su mayoría rohinyás. Se fue de Arabia Saudita para luchar en Birmania.

– Búsqueda de armas –

Primero regresó a Pakistán, con millones de dólares en el bolsillo procedentes al parecer de simpatizantes de la causa, principalmente saudíes y rohinyás residentes en Arabia Saudita.

Ullah fue en busca de armas, de combatientes y de formación, y para ello contactó con grupos yihadistas locales, según miembros de estos últimos que lo conocieron en aquel entonces.

Estuvo en contacto con personas cercanas a los talibanes afganos y paquistaníes y con grupos separatistas de Cachemira como Lashkar-e-Taiba. En vano.

«En público, estas organizaciones expresaban su solidaridad con los musulmanes de Birmania y llamaban a la yihad, pero lo acogieron con frialdad», resume una persona que trabajaba entonces con Ullah.

La mayor parte de los insurgentes paquistaníes lo despreciaron, otros le robaron el dinero que les había entregado a cambio de armas.

«Los llamamientos a la yihad en Birmania por parte de diferentes grupos no son más que una búsqueda de publicidad y un medio de atraer la simpatía de los musulmanes», estima el experto en seguridad paquistaní Talat Masood.

Según fuentes rebeldes que estuvieron con Ullah en Pakistán en 2012, el joven se fue del país decepcionado y muy receloso de los islamistas. Optó entonces por una línea nacionalista.

Sentía desprecio por otros grupos rebeldes como la Organización de Solidaridad Rohinyá (RSO, por sus siglas en inglés), casi inactivo, recuerda una fuente que presenció algunos encuentros entre ellos.

– Peor crisis –

A raíz de la reciente ola de violencia, los mismos yihadistas que ignoraron a Ullah hace años intentaron reanudar el contacto, pero él no quiso saber nada pese a que ARSA carece de armas y de medicamentos.

Teme «que su misión resulte dañada si se implica con otros grupos religiosos», explica una fuente en contacto con un campo de entrenamiento de Ullah en Bangladés.

Noor Hussain Burmi, representante de RSO en Pakistán, conoció a Ullah en 2012 y cree que su vanidad y su inconsecuencia han agravado la situación de los rohinyás en Birmania.

«No quiere que nadie más se meta en Rakáin porque cree que le haría sombra», dice a la AFP.

La estrategia de Ullah es contraproducente, concluye el analista Horsey, «y ha provocado probablemente a esta población la peor crisis de su historia».

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