El Palacio de la Puerta Dorada, el museo desconocido de París que repiensa el colonialismo

París, 28 mar (EFE).- Discreto respecto al número de visitantes que recibe en comparación con el resto de museos de París, pero no en cuanto a su opulenta arquitectura, el Palacio de la Puerta Dorada acoge exposiciones que desafían al pasado colonialista de Francia que lo vio nacer. Construido con motivo de la Exposición colonial internacional de París de 1931, el Palacio de la Puerta Dorada, ubicado en el límite sureste de la capital gala, fue el protagonista de todo un microcosmos de edificios y jardines para cada uno de los países invitados a esa muestra, con la que Francia exhibió sus éxitos coloniales. La megalomanía que envuelve los 1.400 metros cuadrados de superficie del palacio plantea una “encrucijada de preguntas contemporáneas” sobre el vínculo del ser humano con la naturaleza y sobre la construcción de la identidad francesa, expresó este jueves la directora general de este monumento, Constance Rivière, en una presentación a la prensa. El primer interrogante lo plantea el salón de la entrada, decorado con frescos que en sus inicios fueron concebidos para vanagloriar el poderío del imperio francés. “Es el corazón de la maquinaria al servicio de la propaganda”, afirmó la directora del edificio y de la programación cultural, Christine Piquéras. A ese mismo propósito servía el salón contiguo, donde el mariscal Hubert Lyautey acogía las recepciones oficiales y el acuario, que mostraba, según el director de esa instalación, Charles-Edouard Fusari, el exotismo francés y sus capacidades marítimas, hasta aquel entonces escasas en comparación con las de Inglaterra o Dinamarca. Estos espacios ilustran ahora, de manera pedagógica, lo que fue una parte de la historia colonial francesa, que se contrapone en otras de las estancias con la identidad contemporánea francesa. El reflejo de una nueva sociedad francesa En el Museo de la Historia de la Inmigración, que ocupa otra de las plantas del palacio, una exposición viaja desde 1685, cuando el rey Luis XIV aprobó el ‘Código Negro’, que definía las condiciones de esclavitud en el imperio colonial francés, hasta la contemporaneidad, con los rescates de personas en el mar Mediterráneo. Las temáticas en las que ahonda, explicó Rivière, incluyen desde la “cuestión jurídica” de la identidad oficial -por ejemplo, a través de la nacionalidad- hasta la “mirada histórica” en su vertiente más “testimonial”, al compartir relatos y exponer objetos que pertenecieron a personas migrantes. Proyecciones, pantallas y un mini estudio musical interactivo acompañan el recorrido junto con carteles en los que el público descubre datos como que en 1851 solo el uno por ciento de la población era extranjera en Francia, mientras que en la actualidad millones de franceses tienen doble nacionalidad. Ese cambio del ADN de la sociedad francesa se refleja en la transformación de los espacios de este edificio, que, lejos de caer en un chovinismo francés, intentan ser lo más inclusivos posible e indagan en nuevos usos. En el caso del acuario, la organización del monumento llevó a cabo un proyecto para rescatar al pez Joba Mena, una especie en peligro de extinción. Así, las peripecias de investigación que hicieron falta para conseguirlo se muestran a los visitantes a través de una exposición inmersiva que los traslada a Madagascar, antigua colonia francesa. Con 500 especies de peces alrededor, ese espacio da cabida también a cuestiones de corte más naturalista: “¿Cómo seguirá siendo habitable nuestro planeta en los próximos veinte años?” o “¿qué puede hacer la humanidad para intentar contribuir?”, ejemplificó Rivière, entre otras preguntas que planteó. Los futuros proyectos del Palacio incluyen, a partir del 26 de abril, la exposición temporal ‘Olimpismo, una historia del mundo’, en la que se hace una confrontación entre los Juegos Olímpicos y los derechos humanos. EFE rf/ngp/jfu