
Fidel V. Ramos, figura clave de la historia filipina reciente
Marco Zabaleta
Bangkok, 31 jul (EFE).- Con la muerte este domingo de Fidel V. Ramos, Filipinas pierde uno de los más apasionados impulsores de la modernización del país y una figura clave en la caída de la dictadura de Ferdinand Marcos, quien además fue primo segundo suyo.
Acostumbró a los filipinos a su figura menuda, a las gafas de montura delgada, a su vitalidad, cordialidad y humor, y a ese puro, siempre apagado, que llevaba entre los dedos o en la boca.
«Es de Tabacalera. Igual, si no mejor, que el Monte Cristo cubano»,proclamaba Ramos, vinculado a los Marcos por parte de la abuela materna, Cripina Marcos.
La Tabacalera es como los filipinos llaman a la otrora Compañía General de Tabacos de Filipinas.
Los más viejos aún recuerdan, y todavía se encuentra en Youtube, el histórico salto de alegría que le salió a Ramos durante la revuelta popular que expulsó a Marcos y su familia del poder sin derramamiento de sangre.
Ramos, militar de carrera, había sumado una parte del Ejército a los alrededor de dos millones de filipinos que entre el 22 y 25 de febrero de 1986 derrocaron de manera pacífica la dictadura y restablecieron la democracia.
La deserción de Ramos, junto con el entonces secretario de Defensa, Juan Ponce Enrile, del bando de los Marcos decidió la crisis y le valió el cargo de jefe de las Fuerzas Armadas en el gobierno que formó Corazon Aquino y que dirigió desde 1986 hasta 1992.
Corazón encabezó el nuevo gobierno como viuda de Benigno Aquino, el principal opositor de Marcos, que murió asesinado en 1983.
La nueva democracia, en tan solo el primer año, sufre seis intentonas golpistas, y otra más en 1989, el mismo año en el que Marcos fallece en el exilio, en Hawai (Estados Unidos).
Ramos se gana la confianza del bando de Aquino como un trabajador responsable e infatigable, y con ese respaldo concurre a las elecciones presidenciales que se celebran en 1992 y gana.
A Ramos, nacido en 1928 en Lingayen, al norte de la isla de Luzón, le gustaba apuntar que, además de él, solo cuatro personas graduadas la academia militar de West Point (EEUU) han llegado a jefe de Estado.
Ulysses Grant (1822-1885) en EEUU desde 1869 hasta 1877, Dwight Eisenhower (1890-1969) en EEUU desde 1953 hasta 1961, Anastasio Somoza (1925-1980) en Nicaragua en los periodos 1967-72 y 1974-79 y Jose María Figueres (1954) en Costa Rica desde 1994 hasta 1998.
En los seis años que Ramos gobierna, la Constitución estrenada en 1987 no le concede más tiempo ni un segundo mandato, Filipinas vive una expansión económica y una estabilidad política asombrosa, además se firma la paz con la principal organización armada musulmana, el Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN).
Ramos, conocedor del poder de la prensa, convence a la comunidad internacional de que Filipinas es un país estable y que puede convertirse en el siguiente «tigre asiático», tras Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán.
La crisis financiera asiática de 1997 rompe el sueño, pero para entonces solo le resta un año de mandato.
En una entrevista de 2014 a un diario filipino, Ramos admite que se planteó la posibilidad de continuar mediante un golpe de Estado, pero lo descartó porque los golpistas no duran mucho y el necesitaba más tiempo para modernizar el país.
Aunque en las encuestas su administración suele aparecer como la mejor valorada del último medio siglo en Filipinas, el tiempo no ha borrado las acusaciones de que se enriqueció y enriqueció a sus amigos cuando ocupó Malacañang, la residencia de los jefes de Estado en Manila.
Los detractores le echaban en cara, entre otras cosas, el «agujero negro» en las cuentas de la exposición organizada en 1998 por el centenario de la independencia, el dinero que el líder libio Muamar el Gadafi entregó a su campaña electoral o medidas controvertidas como la privatización de Petron.
Él siempre había desmentido la corrupción, y en las últimas dos décadas se ha comportado como un veterano político preocupado por el rumbo del país y el bienestar de los filipinos, al que acudían los gobernantes en busca de consejo. EFE
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