Los juicios de Tokio: de asentar el legado de Núremberg a fuente de controversia en Japón
David Asta Alares
Tokio, 19 nov (EFE).- Los juicios de Tokio condenaron a muerte a siete criminales de guerra nipones, afianzando el legado jurídico de los procesos de Núremberg contra 21 jerarcas nazis, pero son aún a día de hoy en Japón objeto de controversia y revisionismo histórico.
El Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente arrancó el 19 de enero de 1946, siguiendo la estela de los juicios de Núremberg que comenzaron este jueves hace 80 años, y revolucionaron el derecho penal internacional al colocar el foco en la responsabilidad individual.
Veintiocho líderes políticos y militares japoneses se sentaron en el banquillo acusados de crímenes contra la paz, de guerra y contra la humanidad, cometidos por el Ejército Imperial nipón entre finales del siglo XIX y 1945. Entre los siete sentenciados a la pena capital figuró el general Hideki Tojo, primer ministro del país entre 1941 y 1944.
La absolución del emperador
Desde el inicio, el proceso instaurado por Estados Unidos y sus aliados suscitó importantes reservas por dejar fuera de su alcance al emperador Hirohito, en cuyo nombre Japón buscó emular a las potencias imperialistas occidentales.
Al fin y al cabo, si el propio emperador no era culpable, ¿por qué debían preocuparse los japoneses de a pie por las atrocidades cometidas por el Ejército nipón?
«Los documentos que gobernaron los procesos de Tokio y Núremberg establecieron que nadie es inmune a ser enjuiciado por crímenes internacionales», explicó a EFE Yuma Totani, profesora de historia en la Universidad de Hawái especializada en los juicios celebrados en Japón.
Totani, que prefiere no hablar de una «absolución» del emperador, sino señalar que la política fue más bien de «suspender las acciones contra él como criminal de guerra», expuso los argumentos a favor y en contra: un «error» por diluir el juicio, y un acierto por «priorizar la paz frente a la justicia».
Un juicio bajo la lupa del revisionismo
Todo viajero que se hospede en alguno de los casi 900 hoteles de la cadena APA en Japón puede hojear cómodamente los pensamientos de su presidente, el ensayista y revisionista de derechas Toshio Motoya, en sus escritos compilados en inglés y japonés.
En libros disponibles en cada habitación, el empresario llega a lanzar afirmaciones como la de que «no es verdad que las autoridades militares se comportaran de manera imprudente o que Japón gobernara sus colonias con dureza».
Actos como la masacre de Nankín, sucedida en 1937 en esta ciudad del este de China a manos de soldados del Ejército imperial de Japón, o las ‘mujeres de confort’ obligadas a prestar servicios sexuales a los militares nipones, son también calificados de «ficciones».
A las quejas de que los juicios de Tokio fueron en realidad un ejemplo de ‘justicia de vencedores’, y en particular tras los bombardeos atómicos de Nagasaki e Hirosima por EE.UU., se añadió ya en el origen el voto discrepante con la mayoría del juez indio Radhabinod Pal.
Pal, para regocijo de revisionistas desde entonces, «básicamente adoptó la postura de que el derecho internacional es una herramienta de dominación» de «las potencias coloniales occidentales contra los colonizados», explicó Totani.
Fuente de fricción en el extranjero
Los argumentos revisionistas de Motoya gozan, con mayor o menor grado de intensidad, de un buen arraigo en un país que sin embargo se ha disculpado formalmente en varias ocasiones por sus crímenes de guerra, incluyendo durante el mandato del asesinado ex primer ministro Shinzo Abe.
El exmandatario implementó una estrategia revisionista de la que es heredera la actual primera ministra, Sanae Takaichi, y que explica buena parte de la tensión entre Japón y países vecinos como China, enzarzados estos días diplomáticamente a cuenta de Taiwán.
Inevitablemente, cada visita de un mandatario o político al santuario de Yasukuni, en Tokio, que conmemora a criminales de guerra y otros soldados caídos, desata la indignación en los países vecinos. Takaichi evitó visitarlo el pasado octubre, aunque sí ha presentado sus respetos en el templo en el pasado.
«Creo que la sociedad japonesa debería emular la iniciativa alemana de la ‘cultura del recuerdo’, cuyo objetivo es evitar que se desvanezca la memoria de su propia agresión», estimó a EFE el profesor de enseñanza media Kota Takano, autor de artículos relacionados con los juicios de Tokio y los crímenes de guerra nipones.
Takano destacó sin embargo que, a pesar de que desde 2022 el currículo escolar incluye la enseñanza del «enorme daño» causado por Japón a otros países, en la práctica falta una «visión unitaria» debido a diferencias en los libros de texto.
Aunque el Gobierno nipón ha expresado en las últimas décadas posturas «contradictorias» frente a los juicios de Tokio, recordó Totani, el archipiélago los aceptó en 1951 y a día de hoy Japón está comprometido con el derecho internacional al ser signatario del estatuto que gobierna la Corte Penal Internacional (CPI). EFE
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