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Max Frisch, la sorprendente resistencia al mundo

La tan conocida silueta de Max Frisch. artfilm.ch

En una sensible película documental, Matthias von Gunten muestra el perfil del gran escritor zuriqués muerto en 1991. El cineasta sigue el recorrido ciudadano de un hombre considerado como uno de los últimos intelectuales suizos.

Pesadez del cuerpo, ligereza de los dedos. Plano total de la silueta de Max Frisch que avanza como en un sueño, lentamente. La mirada, nublada detrás de los espesos anteojos, se pierde en la lejanía. El pensamiento sigue, evanescente, antes de venir a fijarse en cartas, en palabras, en frases, en el teclado de una máquina de escribir.

La silueta ha desaparecido ahora. Sólo quedan en la pantalla los dedos que recorren el teclado, revolotean, se posan un segundo sobre las teclas, luego despegan nuevamente con agilidad.

Todo Max Frisch está allí, en estos primeros momentos de la película, en esta contradicción permanente entre el hombre y el escritor. El hombre terrestre, el escritor aéreo.

El primero tiene los pies afianzados en la realidad, política, social, que afronta con firmeza. A veces lo sobrecarga, a veces tropieza con ella. El segundo intenta comprenderla. La transpone en obras teatrales, en novelas, en reflexión que se rebela.

Comprometido

Sí, que se rebela. Normal, Frisch es un autor comprometido, uno de aquellos que marcaron la segunda mitad del siglo XX siglo, tanto en Suiza como en el extranjero. Era un intelectual en busca de la verdad y de su propia identidad.

“¿Por qué escribo? “, se pregunta. “Para romper el silencio”. Su respuesta estalla como una voluntad de resistencia al mundo. La película del basiliense Matthias von Gunten es en realidad el eco. Se intitula ‘Max Frisch, ciudadano’.

El lugar del escritor en la sociedad sirve pues de hilo conductor al realizador, nostálgico de un tiempo en que los literatos cuestionaban la política de su país y lanzaban el debate sobre los acontecimientos del mundo. Un tiempo pasado al que vuelve Matthias von Gunten con su documental.

“Hoy, estamos confrontados al silencio de los intelectuales”, apunta el realizador que se apoya sobre imágenes de archivos y numerosos testimonios para hacer oír la voz de Max Frisch.

Voz radical. Voz conciliante

Una voz radical para las autoridades suizas que, temiendo al escritor, lo espían durante años. Recuerde el asunto de las fichas. Un escándalo para Frisch, del que no se recuperó: “Se me observó durante 43 años. La seguridad del Estado, tal como se aplica, se convierte en una institución anticonstitucional. Lo que aún me liga hoy a este Estado: un pasaporte (del que ya no tendré necesidad)”.

A los chauvinistas diremos que el autor de ‘Andorra’ se consideraba sobre todo como ciudadano del mundo. Sus posiciones sobre el nazismo, y más tarde sobre la guerra de Vietnam, reflejan su profundo menosprecio hacia toda ideología enajenante. Son tan virulentas como su mirada sobre la neutralidad de su país sumiso, según él, a “la hegemonía americana”.

En su época, Vietnam proporciona al autor el tema para un artículo incendiario que considera esa neutralidad como “el mutismo correcto de un vasallo”. Reacción de un lector: “Su artículo es una inmundicia del principio al final, pero le permite hacer pasta (dinero).”

Distancia crítica

Voz conciliante ahora, que repercute uno los testigos de la película, Christa Wolf, escritora alemana que ve en Frisch a un hombre que apacigua. Estamos en plena Guerra Fría. Las dos Alemanias se observan con hostilidad. Christa Wolf vive en RDA. Dice: “Frisch vuelve a poner las cosas en su sitio, nos permite poner distancia ante nuestra realidad.”

El dramaturgo viaja a menudo a Alemania, donde sus obras son regularmente representadas, frecuenta a la élite: al novelista Günter Grass y al canciller Helmut Schmidt. También ellos dan testimonio en la película. Hablan de la difícil tarea de un autor… comprometido.

Helmut Schmidt: “Los intelectuales son necesarios. No a todos les es dado saber discutir con las autoridades. Frisch, era capaz.”

Falta a esta película una presencia, una palabra que nos parecen esenciales, las del otro gran dramaturgo suizo, Friedrich Dürrenmatt. ¡Habríamos deseado tanto tener el testimonio de este contemporáneo y ‘competidor’ de Max Frisch!

swissinfo, Ghania Adamo
(Traducción: Marcela Águila Rubín

Nace el 15 de mayo de 1911 en Zúrich.

Después del gimnasio cantonal (bachiller), emprende estudios de alemán y de arquitectura en la Universidad de Zúrich.

A partir de 1931 colabora regularmente con la prensa local (incluido el NZZ) y cumple con su servicio militar como artillero.

En 1941 abre su propio despacho de arquitectura en Zúrich y realiza la piscina del Letzigraben que hoy lleva su nombre.

Al final de los años 40, conoce a Bertolt Brecht y Friedrich Dürrenmatt y emprende más tarde diversos viajes, uno de los cuales a Estados Unidos donde reside mucho tiempo.

Como escritor independiente, vive en Alemania, Italia, el cantón Tesino, Nueva York…

Crea la Fundación Max Frisch en 1980.

Entre sus obras destacan: ‘Stiller’, ‘Homo Faber’, ‘Biedermann y los Incendiarios’, ‘Andorra’.

Numerosos premios honran su carrera de autor.

Muere en Zúrich en 1991.

Nace en 1953 en Basilea.

De 1975 a 1980 sigue cursos en la Escuela Superior de Cine y Televisión de Múnich.

Cineasta independiente desde 1980, colabora en numerosas producciones en Suiza y Alemania.

Desde 1986 ha realizado una decena de documentales para el cine y la televisión.

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