Miles de personas llenan las calles de Lima para venerar al Señor de los Milagros
Lucía Alfonso González
Lima, 28 oct (EFE).- Desde primera hora de este martes, las calles de Lima se llenaron de miles de personas para presenciar el paso del Señor de los Milagros, la imagen religiosa más venerada del país, en su procesión más grande que se celebra cada 28 de octubre.
Las calles del centro histórico se vistieron de morado y blanco, con cintas entre los balcones, arcos de globos, confeti y juegos pirotécnicos, para celebrar al también llamado Cristo Moreno, desde su salida a la luz del alba de la Iglesia de las Nazarenas.
El 28 de octubre de 1746 un terremoto de aproximadamente 8,5 grados sacudió la ciudad de Lima, entonces Virreinato del Perú, seguido de un tsunami que arrasó el Callao a su paso sin poder, sin embargo, acabar, con la imagen del Señor de los Milagros.
Este martes, 279 años más tarde, los peruanos y peruanas recuerdan, como cada año, el milagro del Cristo Moreno que, erguida su imagen en el muro en el que una vez fue pintado, se encontró solo, tras el desastre, sobre las ruinas de su iglesia.
Vestidos de hábito púrpura, sobre un terno negro, camisa blanca y corbata morada, la primera de veinte cuadrillas avanza con el distintivo de la Hermandad de Las Nazarenas, desde el frontis de la Iglesia.
Cantoras y sahumadoras
Cargada con la imágen del cristo crucificado en alzas, la agrupación es encabezada por cuatro grupos de mujeres, cantoras y sahumadoras que, portando incienso y un manto blanco sobre la cabeza, abren paso en un mar de fieles al también conocido como Cristo de Pachacamilla.
«Mi nombre es Rosa Palermo, pertenezco a la Hermandad de las Nazarenas de Nueva York», explica una de las señoras cantoras. «Allá, en Patterson, se realiza igualito que aquí», dice Palermo, en relación a la procesión y su labor como sahumadora.
Desplazada para este encuentro, el primero en su caso, Palermo detalla cómo otras muchas mujeres peruanas migrantes en Estados Unidos, han viajado igualmente a Lima para festejar al Señor de los Milagros.
«Es una fe que se está derramando por todo el mundo», añade otra hermana, Rosa Herrera, con 53 años en la hermandad.
En su caso mantiene su fe desde Washington DC, donde celebra al Cristo Moreno el último domingo de cada octubre en una procesión junto a sus dos cuadrillas, una de hombres y otra mujeres.
«Hay otras en el estado de Virginia, Maryland, Patterson, Connecticut, o Atlantic City», asegura Herrera, «es una bendición, es el único que nos puede solucionar cosas que nosotros no podemos».
Alfombras de pétalos
A la espera del encuentro, miles de personas se aglomeran a los lados de las calles tras el cordón policial que separa a los devotos de la imagen, mientras las pistas de la avenida Tacna, Nicolás de Piérola o el jirón Cañete, se cubren de alfombras de serrín tintado y pétalos que celebran su bienvenida.
Frente al Hospital San Bartolomé, un coro de mujeres canta; otros, trajeados de negro, solicitan un último lustre al calzado; y en los extremos de la avenida nacen torres de bancos que se venden al grito de «¡banqueta, asientos!».
En el ecuador del trayecto, la multitud se reúne frente al Hospital Arzobispo Loayza, donde el Señor de los Milagros entra para bendecir sus enfermos.
«Lima se para cuando él pasa», asegura Yinno Custodio, oncólogo del hospital. «Decoramos los pabellones, el estrado, con globos, imágenes (…) es un evento muy importante», cuenta el especialista.
«Como hospital estamos muy movidos por la fe al señor de los milagros», concluye.
Esta será la penúltima procesión del año en honor a su figura, y tras el último paso, el primer día de noviembre, el Cristo Moreno volverá a su Iglesia hasta el próximo mes de octubre.
A imagen y semejanza
Sin embargo, la mañana es larga y a la espera del Cristo de Pachacamilla, una réplica a pequeña escala aparece frente a los creyentes.
«Yo lo hice, en la pandemia, no había dónde saludarlo así que lo hice y empecé a tocar puertas para que todo el mundo pudiera saludarlo», explica Nora, una mujer que, con las manos extendidas, sostiene una réplica de apenas cuarenta centímetros del Señor de los Milagros.
«Es el amor y la devoción de mi familia, y la paz y tranquilidad del pueblo peruano», explica, y añade alzándolo que, en su caso: «Mi vida». EFE
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