Nuevo fuelle: de «oso panda» a patrimonio, el bandoneón sobrevive en Uruguay
Alejandro Prieto
Montevideo, 26 may (EFE).- Considerado por algunos como un «oso panda» musical por su «peligro de extinción», el bandoneón, un instrumento alemán que «le debe todo» al tango, despierta en Uruguay, donde un nuevo método de enseñanza le da un respiro para adaptarse a las generaciones actuales y venideras.
«Hacer tango sin bandoneón para mí es como hacer un puchero y no ponerle papa», resume categóricamente a Efe Ricardo Matteo, un hombre de 69 años que dedicó casi toda su vida al oficio de reparar el instrumento en el país rioplatense que, junto a Argentina, es considerado cuna del género arrabalero.
LA MAGIA DENTRO DEL FUELLE
Como expresa desde el taller donde, pese a su retiro, sigue trabajando con bandoneones propios y ajenos, para Matteo este instrumento, al que el tango «le debe todo», tiene «algo de magia».
Su vínculo con el icónico aerófono, que -como recoge el escritor argentino Héctor Benedetti en «Nueva historia del tango»- deriva de la concertina y fue ideado para sustituir al órgano en las procesiones alemanas del siglo XIX, es heredado.
«Yo me crié en una familia de bandoneonistas: mi padre era bandoneonista, dos tíos míos también. Integraban en la década del 40 una orquesta muy conocida en su momento», apunta quien a los 12 años tuvo a sus tíos como maestros.
Con uno aprendió a tocar «unos pocos tangos» y con otro el oficio de luthier, aunque, dice, prefiere que lo denominen «restaurador», ya que no los fabrica desde cero aunque le encanta recuperarlos.
Son muchos, para Matteo, los gajes del oficio: desde forjar amistad con grandes bandoneonistas como Luis Di Matteo, Raúl Jaurena o René Marino, hasta toparse con tareas imposibles.
Los que lo tocan, dice, tienen «una sensibilidad diferente» y muchos no comprarían uno nuevo; incluso cuando ya están destrozados se los llevan para probar suerte.
Como anécdota cuenta que un hombre de campo le confesó a él y un socio suyo que, como su esposa no quería el instrumento en casa, lo quiso «conservar» de forma insólita.
«Venderlo no quería venderlo, dice, (…) ‘fui hasta el fondo, hice un pozo y lo enterré’ (…). Cuando nos dijo eso nos quedamos sin palabras», recuerda.
EL OSO PANDA
Sergio Astengo tocaba rock con guitarra hasta que un día comenzó a escuchar tangos de Carlos Gardel y Astor Piazzolla. Ahí, dice, «no hubo vuelta atrás» y el «misterio» de aprender bandoneón se volvió su meta.
Algo distinto le pasó a Verónica Rumbo, que estudiaba guitarra clásica y, en la clase de tango, cuando escuchó un bandoneón de cerca, quedó cautivada por el sonido y le dio curiosidad.
«Tiene las virtudes juntas de muchos instrumentos. La riqueza tímbrica que también puede tener un violín o una guitarra, un registro muy amplio (…) podés tocar muchas notas juntas, entonces es como una pequeña orquesta en sí misma», destaca.
Astengo, que tuvo al renombrado Di Matteo como docente, quedó impactado y sintió «como un embrujo rarísimo» la primera vez que lo escuchó hacer sonar uno «en tres dimensiones».
Para el músico, aprender a tocarlo no es tan difícil como parece y acota que solo al comienzo cuesta porque «está todo desordenado» y es distinto en cada mano.
Por otro lado, el bandoneonista dice que, si bien se dice que el instrumento es un «oso panda» en peligro de extinción, porque ya no se fabrica masivamente, en Uruguay aún «aparecen» bandoneones y, aunque son costosos, se encuentran.
«Hay que buscar y darle en el clavo. Tener paciencia, otra cosa que el bandoneón nos enseña», enfatiza quien ve con buenos ojos que haya luthiers en Argentina haciendo nuevos.
UN NUEVO FUTURO
Asegurar que no se pierda el «reempuje» que el instrumento estrella del tango tuvo a partir de 2000 es clave para el proyecto «Bandoneón: el sonido del tango», que, apoyado por Unesco, llevará adelante este año en Uruguay la Fundación Cienarte.
La gestora del proyecto, Sofía Antonaz, detalla sus tres ejes: enseñanza, relevamiento y preservación.
El primero se debe a que, como acota el directivo de la Fundación Cienarte Raúl Lorenzo, el recambio generacional de docentes y bandoneonistas no ha sido grande: los maestros son muy mayores o ya murieron.
En ese sentido, se creará una escuela de bandoneón con sedes regionales en el sur, este, oeste y norte del país.
«Va a funcionar guiada por un método de enseñanza que ideó el maestro Raúl Jaurena (…) pensado especialmente para enseñar a jóvenes», indica Antonaz, quien añade que, al agilizarse los tiempos, habrá más incentivos de estudiar.
Un curso de luthería, un festival de bandoneones y el inventariado de instrumentos, docentes y músicos completan un proyecto que demuestra que el instrumento sobrevive en Uruguay. EFE
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