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Los lápices rojos, el souvenir y comidilla de las elecciones en Países Bajos

Imane Rachidi

La Haya, 17 mar (EFE).- “¿Me puedo llevar algunos?”, preguntó una mujer al hacerse con un puñado de lápices rojos ya usados, desechados en una caja junto a la urna, en un cubo de basura. Estos lapiceros, para marcar la opción de voto, son el “souvenir” de los comicios de Países Bajos y la comidilla en redes sociales tras ofrecerse a la venta en segunda mano.

La escena la presenció Efe en el centro electoral instalado en las dependencias del Parlamento neerlandés, en La Haya, pero la anécdota se repitió en diferentes puntos de Países Bajos, a juzgar por los comentarios irónicos que se comparten en las redes, donde los lápices también son motivo de disputa.

Los lapiceros rojos se han convertido en cuestión de horas en un botín para los votantes, y en el producto más codiciado de Marktplaats, la web de venta de productos de segunda mano.

Se ofrece en la categoría de “artículo de colección” y se vende como el “lápiz del voto” que “todavía se puede usar para elegir a varios candidatos” o como un “recuerdo único de la votación en 2021”.

Los precios van desde los más modestos que lo venden a 5, 10 o 42 euros, hasta los más codiciosos, que consideran que es un producto único por el que habría que pagar hasta 25.000 euros, todo abierto a pujas. “Solo usado una vez”, reza el anuncio.

El Gobierno adquirió millones de lápices rojos para que los más de 13 millones de ciudadanos con derecho a voto puedan tener el suyo propio para votar, y no reutilizar el de otros votantes, evitando así que se transmita el coronavirus, que ha centrado todas las medidas de higiene en estas elecciones legislativas, en las que el liberal Mark Rutte busca la reelección como primer ministro.

Sin embargo, no todos los votantes que ya han participado del sufragio pueden llevarse este lápiz a casa, una cuestión que motivó un intenso debate en las redes sociales porque algunos municipios permitían a su vecinos quedárselo como recuerdo, lo que ocurre por primera vez en unas elecciones en Países Bajos, y otros les obligaban a dejarlo en una caja junto a la urna donde depositan su voto.

“¿No se permite a los votantes llevarse el lápiz rojo a casa?”, preguntó el liberal Frans Weisglas, expresidente del Parlamento neerlandés (2002-2006), a uno de los empleados de un colegio de Róterdam, a través de Twitter. “No en todas partes. Aquí no tenemos suficientes y la regla es que los limpiamos después de cada votación. Solo tenemos unos 100”, contestó Kirsten Verdel, miembro de esa mesa.

Esta regla no gusta a todos los votantes, aunque se aplica en varios municipios. “Estoy muy molesta. ¡En los colegios electorales de esta zona NO se nos permite llevarnos nuestro lápiz!”, escribió indignada en Twitter una antropóloga neerlandesa, Mirthe Westrik.

La mayoría de estos lápices son simples, pero algunos municipios decidieron grabar su nombre en una de las caras, otros un “Gracias por tu voto” o un “Yo he votado”, mientras que algunos mantienen como mucho la marca del lápiz, según se puede ver en las imágenes compartidas por los votantes de diferentes ciudades de Países Bajos.

La adquisición de millones de lápices fue toda una operación logística para las autoridades neerlandesas.

“Seis semanas para la producción en China, luego en el barco hacia Países Bajos, porque el viaje en avión disparaba el coste, y luego desde el puerto hasta nuestro almacenamiento en Tilburgo para distribuirlos, y de ahí en transporte por carretera a los distintos municipios”, detalló a la prensa local Tonnie Berents, propietario de la empresa que se encargó de la gestión.

Tuvieron que cruzar el continente porque la unidad en los países europeos “cuesta entre 25 o 30 céntimos de euros”, mientras que las copias que llegaron desde China costaron en torno a 8,3 céntimos la unidad.

Se optó por un lápiz por votante porque limpiar todos después de cada uso tiene sus costes y es un trabajo añadido al de limpiar las cabinas y las urnas constantemente.

Pero no solo fue cuestión de lápices, diferentes proveedores tuvieron que suministrar sillas, mesas, mamparas, soportes para el gel desinfectante y el relleno correspondiente, además de las propias cabinas de votación, para garantizar unas elecciones a prueba de coronavirus en Países Bajos.

Los neerlandeses no se han puesto de acuerdo sobre el destino de estos lápices. Algunos los quieren recolectar para reciclarlos, otros prefieren limpiarlos y usarlos en las próximas elecciones, mientras que el municipio de Róterdam quiere recuperar unos 90.000 lápices de votación para elaborar una obra de arte sobre la alfabetización. EFE

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