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Decepcionado, Israel se inclina a la derecha

Además de judíos y árabes, la minoría drusa también participó en las legislativas israelíes. Reuters

La derecha del tablero político israelí sale reforzada de las elecciones legislativas del martes pasado. No obstante, los partidos del centro limitan las perspectivas, opina Pascal de Crousaz, especialista suizo en Oriente Medio.

Tras el escrutinio, la clase política israelí entra en un periodo intenso de negociaciones para conformar un nuevo gobierno. Entrevista.

Las primeras lecciones de estos comicios y los escenarios más probables del futuro gobierno israelí, desde la perspectiva del especialista suizo:

swissinfo: Este escrutinio marca un fracaso histórico para los laboristas. ¿En beneficio de Kadima?

Pascal de Crousaz: Esta derrota histórica estaba anunciada, aunque se revela “menos peor” de lo previsto. El líder del Partido Laborista, Ehud Barak (ministro de Defensa), reforzó su credibilidad ante el electorado israelí, “gracias” a la guerra emprendida en la Franja de Gaza.

Este nuevo retroceso de los laboristas es aprovechado, efectivamente, por el partido centralista Kadima. Asistimos así al desplazamiento de la corriente central de la sociedad israelí hacia la derecha y a la decadencia del electorado tradicional de los laboristas, es decir, de la burguesía proveniente de las generaciones fundadoras de Israel.

swissinfo: El ascenso del Likud se frenó por el resultado de Yisrael Beitenu. ¿El paisaje político nunca se había visto tan parcelado?

P. de C.: No tanto como eso. Una serie de pequeñas formaciones que habían entrado en escena durante los escrutinios precedentes, como el partido de los jubilados o el de los fumadores de cannabis, desaparecieron.

Un gran bloque, que va del centroderecha a la derecha se está construyéndo ahora. Está constituido por el partido Kadima (28 escaños), el Likud (27 escaños) y el Partido Laborista (13 españos), es decir, una confortable mayoría de 70 escaños en el Parlamento israelí.

Cabe señalar que el partido de extrema derecha de Avigdor Lieberman se reforzó, pero menos de lo previsto. Algunos partidos se mantuvieron, como el de los religiosos del Shas (11 escaños), el partido de izquierda Meretz (5 escaños) o los partidos árabes (una decena de asientos).

swissinfo: La ministra de Asuntos Exteriores Tzipi Livni (Kadima) ganó el escrutinio. Pero, ¿ese nuevo viraje a la derecha pone a Benjamin Netanyahu (Likud) en posición de fuerza?

P. de C.: Si él constituye una coalición de derecha y extrema derecha con sus aliados naturales (Yisrael Beitenu y los otros partidos ultranacionalistas, además de la eventual participación de los ortodoxos de Shas), obtendría una gran mayoría en el Knesset (Parlamento israelí).

Pero también es posible que Netanyahu quiera proporcionarse una imagen presentable, en particular, de cara a la administración Obama que anunció su voluntad de actuar enérgica y rápidamente por la paz en Oriente Medio. Para hacer frente a esto, Benjamin Netanyahu podría entonces intentar que se conforme una coalición de centroderecha con Kadima, los laboristas, y eventualmente, sin el partido de Avigdor Lieberman.

Esta coalición le otorgaría una mayoría aplastante y le permitiría invocar la presencia de unos para rechazar las solicitudes excesivas de los otros. Desde el punto de vista del proceso de paz, ésa sería la solución más sólida para Israel.

Aún se necesita que Netanyahu suelte el lastre para aceptar la creación de un Estado palestino. Durante la campaña, sólo se refirió a una paz económica, una simple mejoría del nivel de vida de los palestinos. No obstante, el ejercicio del poder en coalición podría cambiar esta constatación.

Una coalición tal debería dejar de lado las fuertes rivalidades entre las personas con las que se resume con frecuencia la política israelí.

swissinfo: Del lado palestino se teme una parálisis en el proceso de paz.

P. de C.: Está claro que un bloque de derecha y de extrema derecha, aún con un laborista como Ehud Barak (demasiado cercano de Netanyahu en cuanto a la política hacia los palestinos) estaría a años luz del mínimo vital requerido para avanzar en el proceso de paz.

swissinfo: De hecho, parece que nadie en Israel cree en la paz.

P. de C.: El campo de la paz sale mermado de esta última década marcada por la Segunda Intifada, los atentados suicidas, la inseguridad en el sur del país a causa de la evacuación de la Franja de Gaza. En Israel, ahora menos que nunca, la gente no se pregunta sobre la responsabilidad del Estado hebreo en esa situación. Sólo se apunta a la responsabilidad de los palestinos.

La sociedad israelí está totalmente decepcionada, ha perdido confianza en un proceso de paz, sea el que fuere; y se entrega a un repliegue nacionalista y centrado en su seguridad, en el que casi sólo hay cabida para el ejército y el uso de la fuerza.

Sin embargo, si un plan de paz creíble es propuesto, con garantías sólidas para la seguridad de Israel por parte de Estados Unidos, los israelíes podrían reconsiderar su posición. En Israel, la opinión pública puede evolucionar muy rápidamente. Y tal vez así podría dejar de creer sólo en soluciones militares.

Entrevista swissinfo, Frédéric Burnand, Ginebra
(Traducido por Patricia Islas Züttel)

De acuerdo a los resultados casi definitivos, el partido centrista de Kadima obtuvo 28 escaños (tenía 29 en el Legislativo saliente), el Likud, 27 (antes 12), la formación de extrema derecha de Yisrael Beitenu, 15 (11), el Partido Laborista 13 (19) y el ultra ortodoxo Shas, 11 (12).

Esta suma no comprende aún los votos de unos 175.000 soldados, cuyas inclinaciones se conocerán el jueves.

Tras la publicación de los partidos oficiales, el jefe de Estado, Shimon Peres, dispone de 7 días para confiar la formación de un gobierno al jefe del partido que considere el más adecuado para la tarea.

Ese dirigente político dispondrá entonces de 28 días para formar una coalición. Este plazo puede ser prolongado 14 días más, si fuese necesario.

En caso de fracaso, el presidente puede designar a otro jefe de partido, pero que dispondrá sólo de 28 días para formar un gobierno.

Si no lo consigue, el presidente aún tiene la posibilidad de dirigirse hacia una tercera persona.

Si en este tercer intento no hay resultados en 14 días, toca al presidente convocar de nuevo a elecciones legislativas, para que se realicen en el plazo de 90 días.

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