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Boris Bondarev: El Kremlin considera que Suiza está a las órdenes de Estados Unidos

Boris Bondarev.
Boris Bondarev, a la derecha, en una reunión de la ONU en Ginebra en mayo de 2022. © Mark Henley

Boris Bondarev es el único diplomático ruso que ha dimitido después de que Moscú invadiera militarmente Ucrania. El antiguo asesor de la misión rusa en las Naciones Unidas en Ginebra vive ahora bajo protección suiza. Ha hablado con SWI swissinfo.ch* sobre su decisión y sobre la guerra en curso.

SWI swissinfo.ch: ¿Se siente mejor desde que dimitió?

Boris Bondarev: Me siento mejor; moralmente, sobre todo. Y diría que en lo relativo a mi vida cotidiana estoy bien.

SWI: ¿Qué medidas ha tomadoel Estado suizo para garantizar su seguridad?

B.B.: Tengo un permiso de residencia en Suiza. En cuanto a las medidas de seguridad para protegerme, prefiero no hablar de ellas, es un asunto delicado.

SWI: ¿Ha recibido alguna amenaza desde que habló públicamente contra la guerra en Ucrania?

B.B.: No.

SWI: Muchas personas rusas mencionan el sentimiento de culpa desde el comienzo de la guerra. ¿Ha tenido alguna vez este sentimiento?

B.B.: Hay una separación entre los conceptos de “culpa” y “responsabilidad”. Creo que alguien solo es culpable de sus propias acciones o de la falta de ellas. Es incorrecto culpar a toda la sociedad o a toda la población [rusa] de la guerra con Ucrania. Hay personas concretas que son culpables de esta guerra: quienes tomaron la decisión, quienes la prepararon y quienes ahora están matando gente y cometiendo crímenes de guerra. Estoy de acuerdo en que la sociedad tiene una responsabilidad moral por lo que en ella ocurre, pero no es responsable en un sentido legal o penal.  

En cuanto a mí, reconozco que tengo mi parte de responsabilidad. Cuando ahora pensamos en ello, los acontecimientos —por ejemplo— que llevaron a reforzar el poder de [el presidente ruso Vladimir] Putin, a partir del año 2000, no se entendieron como los entendemos ahora. Personalmente, tampoco le presté mucha atención entonces. Ya existía esa sensación de que no hay mucho que individualmente pueda hacerse para influir en las cosas, y si arriba alguien decide algo, lo hará, piense lo que piense el resto de la sociedad. Así es como la sociedad rusa funciona desde la época soviética.   

SWI: ¿Cómo se convirtió el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso en un “ministerio de la mentira y el odio”, como usted mismo lo llamó?

B.B.: El Ministerio de Asuntos Exteriores forma parte del aparato del Estado. Cuando el país decidió elegir el camino de la confrontación con Occidente, algo que ocurrió antes de [la anexión de] Crimea, entre finales de la década de 2000 y principios de 2010, el Estado necesitaba hacer esfuerzos de propaganda para que esta política recibiera el apoyo de la opinión pública. Esta propaganda comenzó a utilizar viejas ideas soviéticas sobre la agresión de la OTAN, sobre un Occidente que quiere esclavizar a Rusia y obtener acceso a sus recursos. Evidentemente, todas estas ideas empezaron a difundirse y el Ministerio de Asuntos Exteriores se vio afectado. Poco a poco se convirtieron en la base de la política exterior del país. Teníamos que difundir estas ideas en otros países y luego informar a Moscú de que nuestra propaganda estaba funcionando y que la política de Rusia era ampliamente aceptada y apoyada. Con el tiempo, esto se convirtió en la mayor parte de las actividades del ministerio. El entendimiento del mundo que tiene el Gobierno ruso no es el que debería ser. Esto ha llevado al reciente error catastrófico y criminal de iniciar esta guerra.

SWI: ¿Por qué ha permanecido al servicio todos estos años y lo ha dejado justo ahora?

B.B.: Por un lado, vi y comprendí las cosas que iban mal. Por otro, pensé: “Bueno, se cometen algunos errores aquí, las conclusiones son erróneas allí”, pero en mi posición traté de hacer lo que podía, para un análisis mejorado de la situación, y una información más precisa. Uno puede aceptarlo siempre que no haya un sufrimiento directo de todo esto, siempre que no haya una guerra. No intento pasar por un héroe honesto, pero cuando Rusia atacó Ucrania se cruzó la línea entre el bien y el mal.

SWI: ¿La línea roja ha sido la matanza de civiles?

B.B.: Así es. En tiempos de paz, cuando participaba en la ONU, donde supuestamente debía afirmar que Rusia es un país humano, que nuestra política es correcta y que nuestros adversarios están equivocados, podía ser soportable, aunque no tan agradable. Con regularidad muchos otros países se critican mutuamente, pero sin bombardear al adversario ni hacer otras cosas terribles.

SWI: ¿Sus colegas creen en lo que tienen que informar a Moscú? “Occidente se pudre; un ataque de la OTAN está a la vuelta de la esquina; no se tiene en cuenta a Rusia”, etc.

B.B.: Hay gente que no se cree lo que dice, algunas personas se “obligan” a creerlo, porque psicológicamente es muy difícil tratar de persuadir constantemente a los demás de algo en lo que no se cree. Esto puede conducir a graves problemas de salud mental. Estoy convencido de que una parte de quienes permanecen en sus puestos de trabajo y aplican la política actual han tenido que convencerse de que están haciendo lo correcto, de que no había otra opción y de que, aunque la situación se haya vuelto difícil, el Gobierno tomó la decisión correcta porque tenía toda la información. Esto es consecuencia de que la gente no quiere asumir su responsabilidad y toma las decisiones basándose en su propio análisis. Pero, por supuesto, también hay personas que creen sinceramente en todas las declaraciones que Rusia hace. Hay mucha gente de esta, por desgracia.   

SWI: ¿Por qué ningún otro diplomático ruso ha seguido su ejemplo? ¿Algunos tienen miedo?

B.B.: Quizá no miedo a la represión, sino más bien miedo a la incertidumbre. Después de eso, encontrar otro trabajo en Rusia no les será fácil. Si se está destinado en el extranjero, es más complicado todavía. No sé realmente qué haré con mi vida en el futuro (ríe). Imagínese trabajar en la embajada de algún país europeo, con un sueldo decente y otras ventajas y privilegios de ser diplomático, y dimitir de ese trabajo para encontrarse ante una incertidumbre total. Alguien que tenga familia e hijos también pensará en si podrá mantenerlos en un escenario así.

SWI: ¿Por qué el Kremlin no entiende el espíritu de liberación nacional que impulsa las revoluciones ucranianas y siempre ve detrás de ellas “la mano de Occidente”?

B.B.: Es porque la educación de nuestros dirigentes les hace incapaces de entender esas cosas. La mayoría son antiguos agentes del KGB que tienen una visión particular del mundo. ¿Qué es el KGB? Es una policía secreta, cuya tarea era encontrar a los enemigos del Estado y del Partido Comunista, especialmente dentro de sus filas. Siempre a la caza de conspiraciones, y las personas cuya tarea es encontrar conspiraciones acaban viendo conspiraciones en todas partes. En su mente, si un ladrillo se cae de un edificio, no es por falta de mantenimiento, sino un complot de alguien, los ladrillos no se caen por casualidad. Consideran que todos los Estados postsoviéticos son formaciones “artificiales” incapaces de hacer una política propia. No es raro que en Rusia se piense que los países europeos son incapaces de decidir por sí mismos, que la Unión Europea siempre hace lo que dice [el presidente estadounidense] Joe Biden.

SWI: ¿Qué opinión tienen sobre Suiza?

B.B.: También sigue las órdenes de Estados Unidos. En su visión del mundo hay algunas esferas de influencia: está el mundo occidental gobernado por Estados Unidos; Asia está gobernada por China; y hay una especie de Eurasia, que debería estar gobernada por Rusia. Esta es una visión del mundo muy primitiva.   

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SWI: Occidente apoya a Ucrania con armas y dinero. ¿Qué más se podría haber hecho? Y, ¿qué podría haber hecho Suiza, en particular?

B.B.: Si Estados Unidos envía a varios miles de sus militares a luchar junto a los ucranianos, Rusia podría hacer algunas maniobras realmente imprudentes, como bombardear Ucrania con armas nucleares. ¿Quién sabe cómo reaccionarán? Y es algo con lo que Putin juega, sugiriendo que nada está fuera de los límites y que está dispuesto a usar armas nucleares. Como nadie quiere una guerra nuclear en Europa, está en marcha un complicado juego psicológico. Si se utilizan armas nucleares, el conflicto alcanzará un nivel totalmente nuevo y tendrá un impacto profundo en todo el mundo. Ellos [en Occidente] quieren lograr sus objetivos, al mismo tiempo evitando ser golpeados con demasiada fuerza. Pero ni siquiera Putin sabe qué ocurrirá si llega tan lejos. Sospecho que poca gente ha pensado en todas las consecuencias posibles de una guerra nuclear, incluidos quienes pueden tomar la decisión y llevarla a cabo. Si existiera la certeza de que Putin no va a jugar la carta nuclear, entonces la participación militar directa podría ser posible.    

SWI: Rusia es campeona mundial en sanciones. Hay más de 7 000 sanciones contra la Federación Rusa, más que contra Irán. ¿Esas sanciones afectarán a la guerra en Ucrania? 

B.B.: Mientras Putin a diario reciba miles de millones de dólares por la venta de petróleo y gas, puede sumergir el país en desechos, pero seguir librando esta guerra. Ha apostado en esta guerra todo lo que tenía. La única manera de detener esta guerra es derrotar a Rusia y esto debe hacerlo el Ejército ucraniano, sobre todo. Y Occidente tiene el deber de ayudar activamente.

Suiza —como cualquier otro país europeo— debe controlar estrictamente que las sanciones se apliquen en su totalidad. Pero me gustaría hacer un llamamiento a la población suiza para que también apoye a Ucrania, financiera y militarmente. El titubeo de Occidente se percibe en Moscú como una falta de unidad, una falta de disposición a tomar medidas serias y un temor a las consecuencias económicas. Esto motiva a Putin a continuar la guerra.  

SWI: ¿Imagina cómo va a terminar esta guerra?

B.B.: No tengo ni idea, pero solo puedo esperar que termine con la victoria de Ucrania, que le permita restaurar su soberanía, mientras que el Ejército ruso se retire de Ucrania con vergüenza. Y esto hará que el régimen de Putin se tambalee.

*Boris Bondarev habló con nuestra periodista en ruso.

Editado por Mark Livingston

Adaptado del inglés por Lupe Calvo

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