Ana Maria Gonçalves no quiere ser la única mujer negra en la Academia Brasileña de Letras
Pepi Cardenete
Praia, 13 nov (EFE).- Que la vetusta Academia Brasileña de Letras (ABL), integrada sobre todo por hombres blancos, sea más plural, a imagen y semejanza de la diversa sociedad brasileña, es el objetivo de Ana Maria Gonçalves, que acaba de convertirse en la primera mujer negra en entrar a la institución en sus 128 años de historia.
«No quiero ser la única», recalcó la escritora, guionista y dramaturga en una entrevista con EFE en Praia, capital de Cabo Verde, donde clausuró este miércoles la cuarta Conferencia Internacional de las Lenguas Portuguesa y Española (CILPE 2025) con un discurso para reivindicar un lugar preponderante para el portugués que se habla en Brasil, urdido también con lenguas indígenas y de esclavos africanos.
Nacida en 1970 en el municipio de Ibiá, en el estado de Minas Gerais, llegó a Cabo Verde pocos días después de asumir, en una gala celebrada el 7 de noviembre, la silla 33 de la Academia Brasileña de Letras, a la que accedió con 30 votos de los 31 posibles y después de que el puesto quedara vacante tras el fallecimiento de Evanildo Bechara.
Aunque su incorporación a la academia es «motivo de celebración», la autora de ‘Um defeito de cor’ también se preguntó por qué hasta ahora no ha entrado una mujer negra a una entidad en la que las féminas tuvieron prohibido ingresar hasta 1976.
Una academia que refleje a las minorías
«En 1977 entró la primera mujer, Raquel de Queiroz. Yo soy la decimotercera y la primera mujer negra en la Academia Brasileña de Letras», comentó Gonçalves.
De los 40 asientos que componen la entidad, otros cinco están ocupados en la actualidad por mujeres; en dos sillas se sientan hombres negros y en otra el primer académico indígena, enumeró la autora, para subrayar después que la brasileña es una sociedad «muy estratificada».
Por ejemplo, las personas negras no han llegado aún a puestos de poder y no frecuentan todavía ámbitos en los que relacionarse «con el tipo de perfil de hombres blancos» que están hoy en la academia lingüística de Brasil.
Cree Gonçalves que esa «falta de interacción social» ha propiciado que las mujeres negras no hayan llegado hasta ahora a la ABL, donde se ingresa con el voto de los miembros.
Así pues, ya dentro del selecto grupo de los llamados ‘inmortales’ de Brasil, su objetivo es «promover» esa interacción social, llevando a escritores y escritoras negras a la institución, inaugurada en 1897, para dar conferencias y que conozcan a las personas que votan cuando hay que elegir nuevas incorporaciones y viceversa: que esos académicos también conozcan a los autores de las minorías de Brasil.
Todo ello para que la academia «refleje la diversidad de la sociedad brasileña» y la «calidad de la literatura que nosotros, las minorías, hemos producido últimamente en Brasil», reivindicó Gonçalves.
Y lo argumentó citando una selección que el diario Folha de S. Paulo ha hecho de los mejores libros de Brasil de lo que va de siglo XXI.
Además de que su aclamado ‘Um defeito de cor’, uno de los libros que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva leyó cuando estuvo encarcelado por corrupción durante 1 año y 7 meses, está en el número uno de esa lista, «trece» de las veinticinco mejores obras brasileñas de los últimos tiempos están firmadas por autores no blancos, recalcó Gonçalves, reclamando una representación proporcional de esos creadores en el mundo académico.
Lo pesado de ser las únicas
Preguntada por sus referentes, Gonçalves citó a Carolina Maria de Jesús (1914-1977), «la escritora brasileña más traducida del mundo, -en la época en la que escribía, ni siquiera podría solicitar una plaza (en la ABL) porque estaba prohibida la entrada a las mujeres-«.
También a Conceição Evaristo, «una de las escritoras más conocidas» de Brasil, tanto a nivel nacional como internacional, que se presentó en 2018 para entrar a la Academia pero no fue elegida.
Tras manifestar que hay otras muchas mujeres escribiendo y ganando espacios en Brasil, la académica se detuvo en lo «pesado» que resulta acostumbrarse a ser «las primeras» y las «únicas» en lugares como la academia.
Porque, mientras ella tiene que «cargar» con la «responsabilidad» de «abrir puertas» para que otras mujeres negras sigan su estela, «los hombres blancos que llevan mucho tiempo ahí» solo tienen que «promocionarse a sí mismos».
«Eso hace que sus vidas sean mucho más fáciles» y que puedan vivir de la literatura mientras que las mujeres «tenemos que dividirnos en mil funciones», evidenció Gonçalves, quien, en 2006, después de trabajar 15 años como publicista, decidió convertir la escritura en su profesión, que combina impartiendo cursos o conferencias. EFE
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