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Azerbaiyán no quiere «perder la oportunidad» de firmar la paz con Armenia pero hay recelos

Irene Escudero

Madrid, 2 jun (EFE).- «No queremos perder esta oportunidad», dice a EFE Elchin Amirbayov, representante especial en misión del presidente de Azerbaiyán, sobre el acuerdo de paz con Armenia que está listo, pero podría pasar más de un año para su rubrica, lo que crea «desconfianza» en Bakú y «sospechas de que pueda haber una agenda oculta».

«El texto como tal está listo (…) así que Armenia tiene la pelota en su campo», remarca sobre el acuerdo de paz que pretende poner fin al conflicto por el enclave de Nagorno Karabaj, que se prolonga ya casi 40 años, el representante del presidente azerí, Ilham Aliyev, desde la embajada de Azerbaiyán en Madrid, donde está de visita oficial.

A pesar de que «la situación está lo más cerca que nunca ha estado» de la paz, según Amirbayov, en Bakú tienen recelos: «una cosa es lo que dices en público sobre la paz y otra que trates de ganar tiempo porque quizás hay una agenda oculta; no lo sé. Eso crea cierta desconfianza en Azerbaiyán».

Y asegura que saben que «en algunos círculos políticos de Armenia se habla de venganza», después de la ofensiva azerí del pasado septiembre de 2023 que acabó con la retoma total del territorio de Nagorno Karabaj, que se produjo después de la guerra de 2020, con la que Azerbaiyán pretendía recuperar un territorio que Armenia ocupó a principios de los 90.

«Por muy calmada que esté la situación sobre el terreno, por mucho que consigamos acordar el texto del acuerdo hasta que se firme, técnicamente seguimos en guerra y un cese al fuego es un trozo de papel que puede ser violado en cualquier momento», apunta.

La pelota en campo armenio

Todos los temas del acuerdo -cuyo texto aún no es público- están cerrados menos dos: los requerimientos para disolver el Grupo de Minsk de la OSCE y la delimitación de fronteras.

El acuerdo, según Amirbayov, habla de la «integridad territorial y la soberanía» de ambos países y de la «inviolabilidad de sus fronteras» y desestima los reclamos que pueda tener uno sobre otro.

«Pero la Constitución de Armenia entra en conflicto con esto porque tiene una referencia a la declaración de independencia que implica la anexión de parte del territorio azerí, que es Karabaj», explica el representante de Aliyev, que remarca que si Armenia modifica la constitución «no habrá obstáculos para la firma».

Para cambiar eso, necesitan que Armenia realice un referendum, lo que va a demorar todo: «Es difícil de especular (una fecha de firma) porque ahora Armenia piensa en el año que viene porque tienen elecciones parlamentarias en junio de 2026; por lo que tendremos que esperar un año».

«Tenemos que firmarla lo antes posible porque ahora es cuando está la oportunidad y no sabemos en un año si estará (…) ¿Qué puede pasar en un año? No tengo una bola de cristal, pero ya ves como cambia todo en pocos meses en el mundo», alega el político azerí.

¿Qué pasaría si Armenia no quiere cambiar la Constitución? «No lo sé, dependerá de sus acciones. Si tratan de empezar una nueva guerra, tendremos que defender su territorio», zanja, aunque confía en la voluntad del primer ministro Nikol Pashinián, y en que hay voluntad para culminar el acuerdo.

Nagorno Karabaj

La realidad es que los ánimos beligerantes de Armenia actualmente son muy bajos, después de que en septiembre de 2023 Azerbaiyán tomará con una ofensiva rápida y sin casi resistencia Nagorno Karabaj, que se zanjó con la disolución de este estado y la redención de su gobierno. Y también con el desplazamiento de 65.000 personas y lo que algunos gobiernos y Armenia denominaron una «limpieza étnica».

«Esa ofensiva tuvo lugar porque Armenia no cumplió con sus obligaciones. Tenían que retirar todas las fuerzas armadas de nuestro territorio. No lo hicieron. Por eso tuvimos que obligarles a abandonar el territorio», dice tajante Amirbayov.

Organizaciones internacionales de derechos humanos han alertado sobre el deterioro de la situación en el territorio, con detenciones arbitrarias de la población karabají, a quien Bakú garantizó que podían quedarse a vivir ahí en paz, e incluso torturas.

Sin embargo, el asesor asegura que hay «muchos dobles estándares» en este campo, pues les están dando asistencia social y casas a quienes no huyeron a Armenia: «A veces, las organizaciones internacionales de derechos humanos sólo critican porque es su trabajo».

Un año y medio después, Bakú está enfocado en reconstruir el territorio, al que han vuelto 14.400 azeríes desplazados hace más de tres décadas, con proyectos de infraestructura.

Y también en eliminar las 1,5 millones de minas antipersonales plantadas en más de 11.500 kilómetros cuadrados (un 13,4 % del territorio del país), de las que se ha limpiado menos del 20 % y que desde 1991 han dejado más de 3.400 víctimas.

«Tenemos que limpiar el territorio, y necesitamos construir infraestructuras, carreteras, colegios, hospitales, casas para poder traer a gente», dice el asesor, quien ve este territorio azotado por el conflicto como un proyecto pionero donde quieren construir los pueblos «más modernos y avanzados» de Azerbaiyán. EFE

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