
Colo Colo-Valladolid, unidos por la tragedia del hombre que dio identidad a fútbol chileno
Paula Padilla Argelich
Santiago de Chile, 22 jul (EFE).- En 1927, dos años después de su nacimiento, el Colo-Colo vio morir a su capitán y fundador, David Arellano, tras recibir un golpe durante un amistoso contra el español Real Valladolid, hito que unió eternamente a ambos clubes y marcó la identidad del equipo chileno, hoy el más laureado del país.
«Es el evento más emblemático de la historia del Colo-Colo. No hay nada más importante que el hombre que creó el equipo, que inclusive en las arengas decía que había que dejar la vida en la cancha para defender la camiseta, y que la dejó», dice a EFE uno de los máximos ídolos albos, el exfutbolista Carlos Caszely.
«Colo-Colo gana un mártir, un símbolo. Se habla mucho de que Arellano dio su vida por Chile», añade el historiador Sebastián Salinas, quien asegura que «una de las razones que hacen del Colo-Colo el equipo más popular del país es precisamente la muerte del futbolista».
Esta semana, en el marco del centenario del club chileno, el Colo-Colo y el Valladolid se reunirán por tercera vez en la historia para rendirle homenaje con dos amistosos que jugarán los días 23 y 26 en la ciudad costanera de Viña del Mar y en Santiago de Chile, respectivamente.
«Rememorarlo es bonito y es tremendo. Tiene una carga simbólica muy grande que va a permitir que las nuevas generaciones reconozcan el episodio, que viene de un hecho trágico, sin lugar a dudas, pero que marca un hito histórico», sostiene a EFE Tomás Arellano, bisnieto del fundador del equipo.
Un club popular con ambición profesional
David Arellano (1901-1927), profesor de educación física y devoto del fútbol desde su infancia, decidió en 1925 abandonar el Deportivo Magallanes, donde jugaba, para fundar un nuevo club con ambición profesional, inspirándose en países de la región con una mayor preocupación deportiva y mejor sistema de juego.
«El gran problema que tenía el fútbol chileno en la época era que mostraba un enorme retraso y un nivel inferior en comparación, por ejemplo, a Argentina o Uruguay», cuenta a EFE Salinas, quien atribuye el atraso de Chile a su falta de contacto internacional.
En ese contexto nació el Colo-Colo, nombre que honra a un líder mapuche, un conjunto caracterizado desde sus inicios por su esencia popular -que todavía conserva-, que pronto demostró un favorable desempeño en el campo y un estilo de juego equiparable al de sus vecinos transandinos.
La primera gran gira internacional
«En ese momento -narra el historiador- en toda Sudamérica había un ambiente de que era necesario ir a jugar a Europa para probarse», tradición a la que se sumó el Colo-Colo, que ya «mostraba un nivel como para confiar en que no iba a hacer el ridículo», y que se convirtió en 1927 en el primer equipo chileno en embarcarse en una gran gira internacional.
Fue durante la segunda mitad de la gira, con más victorias que derrotas a sus espaldas, que los colocolinos se enfrentaron al Real Unión Deportiva (antecesor del Valladolid). El primer partido lo ganaron, pero el segundo les costó la vida de su capitán, que murió al día siguiente, el 3 de mayo, de una peritonitis derivada del golpe accidental de un contrincante.
Arellano fue despedido y enterrado en Valladolid, hasta que años después su cuerpo pudo trasladarse a Santiago, y su muerte generó una fraternidad entre ambos equipos que se ha mantenido desde entonces con conmemoraciones como la disputa del Trofeo Ciudad de Valladolid en 1987 o el descubrimiento de la placa en su honor en el estadio vallisoletano.
Sus compañeros siguieron la gira comprometidos con la misión de su fundador y consiguieron, a su regreso, «cambiar el fútbol chileno para siempre», pues toda la experiencia adquirida permitió al país «sentir que podía dar un paso más», explica Salinas.
El legado de Arellano
Más allá de su recuerdo, la herencia de Arellano sigue presente en el Colo-Colo, donde «se ha tratado de imponer esa forma de juego y de ser colocolino a partir de sus valores», cuenta su bisnieto.
«Arellano estuvo muy presente en mi carrera, siempre quise seguir su legado como profesor, rebelde, jugador y goleador», declara Caszely, considerado uno de los mejores futbolistas chilenos de la historia.
Su temprano fallecimiento redujo la magnitud del que podría haber sido su legado, pues «se piensa que, de haber permanecido en el equipo, el desarrollo del fútbol chileno hubiese sido mucho más rápido», según Arellano.
Pero su huella sigue siendo indiscutible.
El Colo-Colo instauró en su honor un luto eterno incorporando una franja negra en el escudo y conmemorándolo en la letra del himno y el nombre de su estadio, donde en los días de partido todavía puede escucharse el cántico «Arellano no murió». EFE
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