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“¿Qué van a hacer donde ya no hay nadie?”

Rogelia Martinez Muri es de Sevilla, pero allí ya no le queda nadie. Rogelia Muri

Vinieron jóvenes con sueños e ilusiones. Hoy son ancianos que alimentan sus días con recuerdos.

Muchos de ellos han perdido la referencia con su pueblo de origen y se aferran a las raíces echadas en Suiza.

¿Quiere que le diga una cosa? Ni tenemos nacionalidad ni tenemos nada. Vas allí no conoces a nadie. Prefiero estar aquí, nos dice Rogelia Martinez Muri mientras las lágrimas humedecen sus ojos y recorren sus mejillas.

Le cuesta aceptar que a los 84 años de edad está sola, viuda, sin hijos ni parientes. A Sevilla iba sólo en vacaciones y no cuenta con un tejido familiar; en Berna vive por temporadas en su casa y en ‘Mediterráneo’, de acuerdo al estado de su autonomía.

Yo me siento bien aquí, pero quiero irme a casa también, sentencia.

¿Qué van a hacer donde ya no hay nadie? Esta frase de Caterina Scuderi, responsable de ‘Mediterráneo’, es más que pregunta una constatación cuyo significado es tan obvio como doloroso.

Vida difícil y carencia de idioma

La historia de Rogelia no es muy distinta a las de otras mujeres que hace tres o cuatro décadas decidieron emigrar, dejar atrás una época de estrecheces económicas.

Una amiga la llamó desde Suiza para trabajar en Zúrich como empleada doméstica en una familia suizo-italiana. “Cuando yo vine no se ganaba tanto. Si tú ganabas 100 francos al mes era bastante. Eso era lo que se ganaba sirviendo”, recuerda sin omitir las duras exigencias del trabajo.

Tras servir durante mucho tiempo conoció a su esposo, un suizo con quien compartió su vida hasta hace dos años. Hablar de su vida la conmueve hasta el llanto. “Me casé y las cosas siguieron como siguieron”, dice con un gesto de resignación.

Nos confiesa además que no aprendió alemán ni suizo alemán porque no estaba para aprender idiomas. “No lo necesitaba porque en la fábrica se conocen italianos, españoles, así que yo no necesité el idioma ni para ir a comprar”.

Atendido por sus hijas

El caso de Antonio Parral es distinto. Tiene 87 años de edad, viudo, trabajó temporalmente en Suiza y ha vuelto traído por sus hijas. “Yo trabajé de panadero en Zúrich”, cuenta con indiferencia e incluso recuerda que un franco de entonces equivalía a 13 pesetas.

En una silla de ruedas, luciendo gafas oscuras debido a la carencia de visión, Antonio no oculta su orgullo cuando habla de sus cinco hijas. “Ellas vienen a darme de comer, dos veces al día” dice contento

No le gusta Suiza pero comprende que si sus cinco hijas han formado sus hogares en Zúrich y le han dado diez nietos, es aquí donde debe estar, en la repartición ‘Mediterráneo’ de Erlenhof, un lugar donde habla y escucha su idioma.

Un poquito de cariño, y ya está

Ana Belén es una asistente de enfermera gallega de 25 años. Consciente de la mentalidad latina, sabe cómo atender a los residentes.

“Cuando las personas están mal nos sentamos a la cama, hablamos un poquito del pasado y ellos cuentan. Después de hablar una media hora se sentirán mejor. O cuando la Sra. Llora me siento un poquito junto a ella, le doy un poquito de cariño y ya está, ya pasó” refiere a swissinfo.

Realiza su trabajo con esmero desde hace cinco años, le gusta, pero dice que preferiría no internar a sus padres en una casa como estas. “Para una gente está bien que haya estos institutos, ¿no?”, matiza.

Libertad de movimiento y acción

Los 20 inquilinos de ‘Mediterráneo’ pueden organizar su vida en consonancia con su capacidad de autonomía: ir de compras o de paseo, recibir visitas y visitar, pasar el fin de semana con sus familiares, y estructurar su vida interna. Tampoco extraña si alguno de ellos hace la corte a una de las damas residentes ni si le compra, incluso, una prenda interior.

No obstante, las condiciones pesadas de su vida laboral activa han dejado en su salud más huellas de quebranto que en la de sus contemporáneos suizos. En este sentido, se les ofrece un cuidado médico de 24 horas, oferta dietética familiar con sus sabores conocidos y atención personalizada.

Escuchar y compreder es la fórmula esencial para – como define Caterina Scuderi-, “ayudarles a recorrer su último trayecto”.

swissinfo, Juan Espinoza

Sólo una tercera parte vuelve jubilado a su tierra de origen, donde a menudo se sienten ajenos.

El otro tercio vive a caballo entre su país y Suiza, y el restante se queda en la Confederación por razones económicas o familiares.

La primera generación de inmigrantes preferiría vivir rodeado de lo suyos, pero a muchos no les queda parientes allí.

Varios tienen hijos y nietos en Suiza, razón para no partir.

Es importante evitar que las personas mayores caigan en los inmovilismos psíquico, mental, afectivo o social. Esa misión está a cargo de personal especializado en las residencias y centros específicos.

‘Mediterráneo’ es la primera sección creada para atender con esas premisas a los extranjeros de la tercera edad. Funciona en Zúrich y es parte de la residencia Erlenhof.

“Acompañarles en el último tramo de su vida” con esmero y atención es parte esencial de su filosofía.

Basilea y Berna se aprestan a seguir los pasos de Erlenhof.

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