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“Somos como una familia”

Juan Gómez y Manoli Rodríguez: los dos andaluces de la compañía. swissinfo.ch

Flamencos en route integra a músicos y 'bailaoras' de siete u ocho nacionalidades, dependiendo de la producción.

El guitarrista Juan Gómez y la ‘bailaora’ Manoli Rodríguez, andaluces de pura cepa, destacan el espíritu de compañerismo que reina en la compañía.

Manoli Rodríguez, la bailaora más veterana de Flamencos en route, es “andaluza por los cuatro costados” y lleva trece años en la compañía. Estudiaba en la misma academia que Sara Baras, una de las figuras más representativas del flamenco contemporáneo, cuando la directora de Flamencos en route la contrató en 1990 para interpretar el papel de Melibea en la ‘La Celestina’.

Desde entonces, esta gaditana, de temperamento vivaz, llena de salero y gracia andaluza, vive a caballo entre su San Fernando de Cádiz natal y la ciudad suiza de Baden. Ha bailado en todas las coreografías de Flamencos en route y comparte casa en Baden con el resto de los miembros de la compañía.

Espíritu de compañerismo

“Allí hay unos jaleos que no veas. Uno zapateando, otro dando golpes, otro chillando”, dice y suelta una carcajada. Pero la convivencia es “estupenda”. De hecho, una de las cosas que más aprecia es el espíritu de compañerismo que reina en la compañía.

“Estar mucho tiempo fuera de casa implica que te sientas a gusto con quien estás. Y en esta compañía, la verdad, es que todo el mundo nos llevamos muy bien. Somos como una familia”, señala. Y no es un tópico, porque cuando terminan de montar una nueva coreografía y regresan a casa, se echan de menos, agrega.

Ella se siente como pez en el agua. Le encanta su trabajo y el carácter internacional de Flamencos en route. “Enriquece mucho tener a gente de diferentes culturas” y, además, es consciente de que “en España es muy difícil ganarse la vida con esto”.

Juan Gómez, al que Manoli califica cariñosamente de “pedazo de fenómeno”, lleva en la compañía desde 1997. Y es que este guitarrista, de treinta años, nacido en la ciudad de Cádiz, ha compuesto la música para las últimas producciones de Flamencos en route – ‘tránsito flamenco’, ‘Fragmentos I’, ‘Fragmentos II’ y ‘Fragmentos III’ -, pero él ni lo menciona a lo largo de la entrevista.

La música es comunicación

Dice, con toda humildad, que todavía le queda mucho que aprender y estudiar, porque el “flamenco ha evolucionado mucho” y “tienes que ponerte las pilas” para codearte con músicos de otros estilos, como el blues o el jazz, que marcan algunas tendencias del flamenco contemporáneo.

Considera que la fusión en el flamenco “enriquece”. “Hay una base en el flamenco que es la raíz, pero la música es evolución. Y si te puedes comunicar con otro músico que es totalmente distinto de tu música, él te va a enseñar algo y tú le vas a enseñar algo”.

Es la experiencia que ha vivido con el percusionista sueco Fredrik Gille en el seno de la compañía, pero también en el escenario. “Yo he estado con músicos que no hablan mi idioma y tocando nos hemos entendido. Porque la música es comunicación”.

Al igual que Manoli valora el buen ambiente que reina entre los miembros de la compañía, y cuando vuelve a España suele trabajar, sobre todo, “con cantaores, que me gusta muchísimo, y con compañías que salen de gira por otros países”.

Duende

Desde su origen, el flamenco ha sido una música de transmisión oral, pasada de generación en generación. Por su carácter oriental, resulta difícil de transcribir con los sistemas musicales occidentales. Y al no haber partituras, la sabiduría de los mayores ha servido de base para las escuelas flamencas.

Juan y Manoli son andaluces de pura cepa. Nacieron y se criaron en Cádiz que, junto con Jerez de la Frontera y el barrio sevillano de Triana, está considerada como uno de los focos originales del flamenco. “Allí tu padre pone flamenco todo el día. Mi padre canta. Es aficionado. Mis tíos cantan. Te vas a la calle y hay un montón de gente tocando las palmas”, explica el guitarrista.

Manoli tampoco es la única artista de la familia. “Yo soy la que vivo de esto”, precisa. Su madre cantaba y su abuelo tocaba la guitarra. “Como dice Juan, allí es muy normal, no es nada exótico. Si no bailas es para matarte, vamos. Porque se vive el flamenco desde que naces.” Quizás por esa razón para ellos el cante es sagrado.

Hay extranjeros que triunfan en el baile y en la música, “pero en el cante es diferente”, opina Manoli. “Ellos vienen y lo aprenden. Lo pueden llegar a sentir en algún momento. Pero esa naturalidad, yo pienso que es de allí”, coincide Juan.

Y es que el origen del flamenco está en el cante. El cante es comunicación de un sentimiento y el duende, la capacidad de un ‘cantaor’ para transmitirlo. El poeta Federico García Lorca decía que había que tener duende para interpretar el flamenco.

Y es probablemente lo que quiere destacar Juan, cuando concluye que “hay un pequeño sitio en nuestro cuerpo que es el flamenco. Yo pienso que algo hace falta. Es una cosa de vivirlo y sentirlo.”

swissinfo, Belén Couceiro

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