
Gran retrospectiva de Alberto Giacometti en Alemania

El pasado 19 de noviembre se inauguró una gran muestra retrospectiva de la fascinante obra del artista suizo Alberto Giacometti, uno de los más importantes creadores del siglo XX, en el Museo de Arte de Wolfsburgo (centro-norte de Alemania).
Titulada ‘Alberto Giacometti. El origen del espacio. Retrospectiva de la obra tardía’, la exposición fue concebida por el profesor e historiador de arte suizo, Dr. Markus Brüderlin, director del museo desde hace casi un lustro. Sobre 2.000 metros cuadrados de superficie la manifestación reúne 60 esculturas, 30 cuadros, así como diversos dibujos, y estará abierta al público hasta el 6 de marzo de 2011.
Las piezas, presentadas por primera vez de esta forma en Alemania, fueron cedidas especialmente para la exposición por la Fundación Alberto y Annette Giacometti de París, la Fundación Alberto Giacometti de Zúrich y colecciones privadas, así como por diversos museos de Estados Unidos y Europa.
Al acto inaugural acudieron, entre otros, Paola Caròla, de 81 años, vicepresidente de la fundación con sede en la capital francesa y quien fuera una de las modelos más destacadas del artista, así como el fotógrafo suizo Ernst Scheidegger, de 86, amigo personal de Giacometti, a quien frecuentaba en su taller de la parisina rue Hyppolite Maindron.
Vida
Nacido el 10 de octubre de 1901 en Borgonovo, un pueblo de montaña en el valle de Bergell, cerca de Stampa, y fallecido el 11 de enero de 1966 en Coira, ambas localidades en el cantón de los Grisones, Giacometti trabajó principalmente en París desde 1922, pero visitaba regularmente a su familia en su aldea natal, donde también se sumía en la creación artística.
Fue allí, en ese ámbito íntimo, donde se formó primero: con su padre, el postimpresionista Giovanni Giacometti, quien le enseñó a pintar y modelar. Su tío, Augusto Giacometti, realizaba composiciones abstractas y participaba en el círculo dadaísta de Zúrich. La obra de Alberto Giacometti fue influida por el cubismo, el surrealismo y las cuestiones filosóficas en torno a la condición humana, así como por el existencialismo (Jean-Paul Sartre) y la fenomenología (Edmund Husserl).
En la agitada vida que llevó en la Ciudad Luz, tras continuar estudios de escultura y dibujo, conoció a la vanguardia del mundo artístico e intelectual de la época, compartió infinitas tertulias en el Café de Flore con Sartre, Simone de Beauvoir, Samuel Beckett, Pablo Picasso, Louis Aragon, Man Ray, Alexander Calder, Jean Cocteau, Max Ernst, Joan Miró, e Igor Stravinski, entre muchos otros, y trató con varias mujeres que fueron sus modelos y, en algunos casos, también sus amantes.
Golpe
En 1938 Giacometti sufrió un grave accidente de tránsito en la céntrica place des Pyramides de París que marcó su vida para siempre. Al no tratarse debidamente de la fractura experimentada en su pie derecho, tras ser atropellado por un coche conducido por una mujer alcoholizada, años más tarde tuvo que valerse de muletas y bastón para caminar. Fue como un golpe de corriente eléctrica para su vida creativa y personal, según uno de sus biógrafos.
Con uno de sus hermanos, el diseñador Diego Giacometti, quien lo había seguido a París en 1925, trabajó muy estrechamente en aquellos tiempos iniciales en la confección de apliques de pared y floreros de escayola para Jean-Michel Frank, y hasta joyas para la modista Elsa Schiaparelli. De esta situación surgió un conflicto con el círculo de los surrealistas, del cual era miembro Alberto Giacometti desde 1930. André Breton lo acusó de apóstata de esas ideas revolucionarias por haber trabajado para Frank, tras lo cual sufrió una profunda crisis en su creatividad.
En 1935 abandonó el surrealismo para dedicarse a las ‘composiciones con figuras’. En esos años éstas eran de siete centímetros de altura como máximo y estaban en proporción con la distancia desde la que el escultor había observado el modelo. Pero fue a su regreso a París, después de la Segunda Guerra Mundial y tras pasar el conflicto bélico en Suiza, cuando Giacometti creó sus obras más famosas. En 1949 se casó con Annette Arm (1923-1993), a la que había conocido seis años antes en Ginebra y quien también había posado para él.
Lenguaje
En sus esculturas extremadamente largas y delgadas el artista trasponía su nueva experiencia de la distancia, adquirida tras presenciar la proyección de un filme, con el que reconoció la diferencia entre su forma de ver y la de la fotografía y el cine. Con su experiencia visual subjetiva creó sus obras escultóricas, mas no como una reproducción corporal en el espacio real, sino -según admitía- como «un cuadro imaginario (…) en su espacio simultáneamente real e imaginario, palpable e impenetrable».
«A veces, mientras posaba, me parecía que yo era el objeto inmóvil y que la escultura tenía una presencia viva», evoca Paola Caròla, nacida en Nápoles en 1929, quien conoció a Giacometti cuando tenía 28 años.
«Siempre había un determinado espacio entre él y yo. Lo singular es que debido precisamente a esa distancia (a la obra) se la siente viva. Lo que quiere Giacometti con sus esculturas es eso: que tengan vida. La escultura recibía su propio espacio y pese a todo una se siente unida a ella», agrega.
Caròla estaba casada por aquel entonces con un hombre mayor y rico que quería un retrato de su esposa. Contrariando la voluntad de su marido que le había sugerido la pintura de Balthus, Caròla se había decantado por Giacometti, cuya obra había visto por primera vez en la Bienal de Venecia en 1948. Así fue como la modelo, quien posteriormente estudió psicología y ejerció como psicoanalista en Italia, sigue siendo hasta hoy una íntima amiga de la familia. A su edad es todavía una mujer hermosa, esbelta y de mirada aguda, como predestinada para las obras de Giacometti.
Cuadros
La pintura ocupaba al principio una pequeña parte de la obra de Giacometti. Pero a partir de 1957 los cuadros figurativos fueron aumentando en número y su volumen adquirió una proporción casi similar al de las esculturas. La pintura monocromática de su fase tardía no se inserta en ninguna de las corrientes estilísticas modernas.
En 1959 Giacometti conoció en el bar ‘Chez Adrien’ a Caroline, una prostituta de 21 años, quien sería su última modelo y amante hasta su fallecimiento en 1966. Caroline, hoy de 72, posaba durante horas en extenuantes sesiones nocturnas para sus pinturas y dibujos, según sus propios relatos. La ex modelo vive ahora retirada en un pueblo de la Costa Azul francesa.
Giacometti, quien tenía costumbres muy austeras, se alimentaba mal, bebía habitualmente mucho café y fumaba en exceso murió, por una pericarditis derivada de una bronquitis crónica. Sus restos descansan en su pueblo natal de Borgonovo.
La visión de Giacometti de inscribir sus figuras en un espacio y temporalidad propias se hace realidad ahora por primera vez, más de cuatro décadas después de su deceso, en el Museo de Arte de Wolfsburgo a través de una nueva arquitectura erigida a la medida de sus obras. De esta forma las piezas, meticulosamente seleccionadas para la exhibición, reciben el espacio que necesitan para ampliar y fortalecer su estética.
En muestras anteriores sobre Giacometti en Suiza, Brüderlin comprendió que «en torno a sus obras había que construir espacios peculiares, de concepción completamente diferente». Lo que más fascina de este gran artista moderno suizo es «la obsesión y la búsqueda permanente que contempla así conscientemente el fracaso, y que de esa frustración haya surgido la obra escultórica más importante y más perdurable del siglo XX», según el director del museo.
Visión y legado
«La figura parece como si se hubiera realizado con una proyección estereométrica de dos imágenes planas, como las que se utilizan hoy en el cine tridimensional, dos secuencias fílmicas no sincronizadas y sobrepuestas», afirman Brüderlin y la experta en arte Julia Wallner, al describir en el catálogo de 256 páginas de la exposición (editorial Hatje Cantz/Stuttgart) un busto que Giacometti realizó de su hermano Diego en 1954.
Se trata de mostrar claramente la vigencia que tiene hasta hoy la obra de Giacometti y su inquebrantado influjo sobre las nuevas generaciones de artistas. «Con su concepto completamente innovador de la figura humana en relación con el espacio y el tiempo se puede afirmar -y esta es una de las tesis de la exhibición- que Giacometti debería ser considerado como el inventor del espacio virtual», señalan.
«El espacio no existe, hay que crearlo. (…) Cada escultura que parte del espacio, como si éste existiera, es falsa, solo da la ilusión del espacio», escribía Giacometti en sus anotaciones personales en 1949.
Al congratularse por el acierto de la idea central de la exhibición y confirmar que para el artista helvético «lo decisivo era el espacio», Caròla subraya que «a través de la arquitectura» ve aquí «las obras de Giacometti de forma totalmente nueva y al mismo tiempo otra vez con los ojos de una joven».
El Museo de Arte Wolfsburgo, donde tiene su sede principal el consorcio automovilístico alemán Volkswagen, presenta paralelamente a esta muestra una serie de obras, de su propia colección, de Carl Andre, Andreas Gursky, Imi Knoebel, Joseph Marioni, Bruce Naumann, James Turrell, Jeff Wall y Franz West, quienes al igual que el gran creador suizo confrontaron la cuestión del espacio en el arte contemporáneo.
La Fundación Alberto y Annette Giacometti de París ha cedido 40 piezas importantes de sus fondos a esta exhibición como contribución a un mejor conocimiento de la obra del artista suizo.
Las creaciones de Giacometti alcanzan precios muy altos en estos momentos en los mercados internacionales de arte.
Tras diversos pleitos por la herencia del matrimonio Giacometti, cuyos elevados costos se pagaron con la subasta de algunas de sus obras, y la intervención del gobierno de Francia para poner orden en esta engorrosa situación, la fundación quedó con la mayoría de los derechos de Alberto Giacometti y tiene como misión promover el conocimiento sobre este artista moderno suizo, así como proteger su creación.
La institución posee el catálogo oficial (‘Catalogue Raisonné’) del artista, creó además el Comité Giacometti que representa a todos los poseedores de los derechos de sus obras y emite certificados de autenticidad.
La tarea no es fácil, porque el Giacometti entregaba la misma obra a varios talleres de fundición, no realizaba personalmente su elaboración y dejaba en manos de diferentes artesanos el cincelado y patinado de las piezas, según los deseos de cada comprador.
Alemania es lamentablemente uno de los centros más activos en el mundo para la venta fraudulenta de obras falsas adjudicadas a Giacometti.
En la ciudad de Stuttgart (suroeste de Alemania) se han entablado dos juicios en 2009 y 2010 por la aparición de 1.200 esculturas falsificadas que trataban de imitar a las originales del artista suizo.

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