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De Klerk, héroe en el extranjero, tenia cuentas pendientes en Sudáfrica

El expresidente sudafricano Frederik De Klerk, el 26 de julio de 2007, en rueda de prensa en Ciudad del Cabo afp_tickers

Cuatro militantes secuestrados y asesinados. Un hombre muerto, tras caer desde lo alto de un edificio de la policía. Cinco adolescentes ultimados en su cama por soldados. En estos casos de la época maldita del apartheid, Frederik de Klerk, último presidente blanco de Sudáfrica, era esperado como testigo.

Considerado como un héroe pacificador en el extranjero, y celebrado por su rol decisivo en el desmantelamiento del régimen racista que antes había apoyado durante toda su vida política, De Klerk murió la semana pasada a los 85 años.

Muchos sudafricanos recuerdan sobre todo la reticencia del expresidente ante las investigaciones sobre las atrocidades del apartheid. Y su mensaje póstumo, divulgado horas después de su muerte, para lamentar «el dolor, el sufrimiento, la indignidad y los daños» infligidos, no ha convencido.

Tras la elección de su exenemigo público Nelson Mandela en 1994, la Comisión Verdad y Reconciliación, presidida por Monseñor Desmond Tutu, permitió apaciguar al país, al ofrecer una amnistía global.

Fueron acordadas 850 amnistías, pero la Comisión recomendó que se mantuvieran acciones judiciales en más de 300 casos, y formuló propuestas de reparación para algunas víctimas.

Pero todo ello quedó en nada. Y en los meses que precedieron la muerte de De Klerk, el país comprendió por qué.

En julio, cuando Sudáfrica atravesaba un inédito período de disturbios en un contexto de miseria social, la fundación De Klerk incluyó en un comunicado una información esencial: «Debido a un acuerdo informal entre la dirección de la ANC (partido de Mandela) y los antiguos agentes gubernamentales de antes de 1994, la fiscalía nacional ha suspendido sus actuaciones judiciales por los crímenes de la era del apartheid.»

«Siempre sospechamos que se produjo a puerta cerrada una especie de acuerdo» dice a la AFP Lukhanyo Calata, cuyo padre fue uno de los cuatro militantes secuestrados y asesinados en Cradock (sur) en 1985.

La Comisión había rechazado amnistiar a los asesinos, pero nunca éstos fueron perseguidos. El Consejo de Seguridad del Estado del régimen del apartheid se había reunido tres semanas antes de su muerte.

– No tomar en serio –

De Klerk participaba en ese Consejo, donde responsables militares recomendaron «la exclusión permanente de la sociedad» de Fort Calata y de su amigo militante Matthew Goniwe, según elementos aparecidos en audiciones de la Comisión.

El hijo de Calata inició una acción en justicia para obligar a los fiscales a estudiar el caso y citar a De Klerk. Su decisión debía producirse a principios de diciembre.

«Es una desgracia que De Klerk ya no esté aquí. Es un expresidente. Seguro que tenía conocimiento de otros elementos» se lamenta el hijo Calata, furioso contra la ANC en el poder por no haber «nunca tomado en serio la idea de llevar a cabo esas acciones judiciales».

Las preguntas sin respuesta de De Klerk no se remontan todas tan lejos. Un mes apenas antes de compartir el premio Nobel de la paz con Mandela, en 1993, ordenó un ataque contra una casa donde soldados mataron a quemarropa a cinco adolescentes que dormían en sus camas.

De Klerk admitió haber ordenado este ataque pero afirmó haber recibido malas informaciones según las cuales la casa era utilizada por combatientes armados de la lucha anti-apartheid.

«Para un presidente, autorizar el asesinato de menores es un acto flagrante de terrorismo» había declarado entonces Mandela.

Fue una de las severas palabras de Mandela sobre De Klerk, aunque luego fueron eclipsadas por la euforia que siguió al premio Nobel y su elección para dirigir a un país mnulticolor, bautizado «arco iris».

Las familias siguen exigiendo respuestas. El tío de Imtiaz Cajee, Ahmed Timol, cayó desde el 10º piso de la tristemente célebre sede de la policía en Johannesburgo en 1971.

Su lucha para volver a abrir al caso -inicialmente calificado como suicidio- condujo a una nueva actuación judicial por asesinato contra el viejo policía Joao Rodrigues.

Pero Rodrigues también consiguió retrasar el juicio hasta después de su propio fallecimiento.

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