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Suiza sacrifica la cooperación científica con Taiwán en aras de las relaciones con China

chips semiconductores
Una pared de circuitos electrónicos en Taipéi. Taiwán es uno de los mayores productores y exportadores mundiales de chips semiconductores. Picture Alliance / Wiktor Dabkowski

Como mayor productor mundial de chips semiconductores, Taipéi desempeña un papel crucial en este sector clave para la industria electrónica. Sin embargo, Berna prefiere no estrechar lazos científicos para no disgustar a Pekín.   

Oficialmente, Suiza no reconoce a Taiwán, como la mayoría de los países del mundo. Sin embargo, mientras muchas naciones industrializadas están contemplando otras vías para desarrollar sus relaciones con la isla reclamada por Pekín, por su parte, el país alpino sigue siendo reacio. Esa reticencia afecta también a la cooperación en ámbitos en los que Taiwán es líder mundial, como las micro y nanotecnología. 

El Gobierno suizo se ha negado hasta ahora a firmar un acuerdo bilateral para reforzar la cooperación científica y tecnológica con Taiwán, argumentando que ello iría en contra del principio de “una sola China”, que exige relaciones diplomáticas con un solo Estado soberano reconocido como China. Algunos miembros del Parlamento suizo, sin embargo, se oponen a este distanciamiento. Creen que es geopolíticamente importante para Suiza estrechar sus lazos con una democracia amenazada cuyos valores comparte.

“Si hay un país con el que Suiza debería mantener buenas relaciones en Asia es Taiwán”, afirma Fabián Molina, diputado socialista. “Las herramientas están ahí, pero requieren cierta voluntad política”. Molina, miembro del grupo parlamentario de amistad suizo-taiwanés, realizó una visita no oficial a Taipéi a principios de febrero.

visita parlamentaria de Suiza a Taiwán
Fabián Molina (centro derecha) posando para una foto de grupo con la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen (centro izquierda) durante la visita de un grupo de parlamentarios suizos a la oficina presidencial en Taipéi, Taiwán, el 6 de febrero de 2023. Keystone / Makoto Lin/taiwan Presidential O

Diversas organizaciones e institutos de investigación de países como Francia, Alemania, Reino Unido y Países Bajos han concluido memorandos de entendimiento y programas marco de intercambio bilateral con Taiwán, sin que ello cuestione su adhesión al principio de “una sola China”.

Suiza también mantiene intercambios y cooperación en materia de investigación con universidades taiwanesas, pero, en general, el Gobierno suizo (y, por tanto, sus institutos de investigación) aplica este principio de forma mucho más estricta, de modo que los recientes intentos de ampliar y profundizar la cooperación con Taiwán en los campos de la ciencia, la tecnología y la innovación han sido rechazados. “Suiza interpreta la política de “una sola China” de forma muy favorable a Pekín”, afirma Simona Grano, catedrática de sinología de la Universidad de Zúrich. 

La razón es que, mientras que Europa y Estados Unidos ven a China como un competidor, para Suiza es un socio económico y comercial de primer orden. En 2013, Suiza firmó un acuerdo de libre comercio sin precedentes con China que permite a las empresas suizas ahorrar varios cientos de millones de francos en la exportación de sus productos a China. “Se trata de un trato preferencial que Pekín reserva a Suiza, pero que puede ser revocado en cualquier momento si las políticas llevadas a cabo en Berna tomaran rumbos que disgustaran a China”, afirma Patrick Ziltener, profesor de la Universidad de Zúrich y experto en política económica exterior.

Para no socavar su relación privilegiada con China, el Gobierno suizo parece dispuesto a sacrificar la cooperación con Taiwán, aunque eso implique la participación científica en áreas de investigación que son cruciales para la industria de alta tecnología, como el desarrollo de chips informáticos y los semiconductores que los componen. 

Fuente de semiconductores clave 

Taiwán produce casi el 60% de todos los chips informáticos que se venden en el mundo y el 90% de los microchips de última generación (los de menos de siete nanómetros).

El Parque Científico de Hsinchu, en la costa noroeste de Taiwán, alberga la mayor fábrica del mundo, y es propiedad de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). La isla supone por tanto un foco geopolítico importante y atrae la atención de las potencias mundiales, que necesitan cantidades cada vez mayores de microchips para hacer funcionar sus dispositivos e industrias enteras. Los semiconductores son esenciales para casi todos los aparatos electrónicos, desde frigoríficos a lavadoras, pasando por televisores, ordenadores y teléfonos móviles. Incluso los coches inteligentes y algunas bicicletas contienen estos chips informáticos.

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Solo en 2021, la demanda mundial de semiconductores creció un 26%, impulsada por la demanda de plataformas basadas en la web para el teletrabajo y el aprendizaje a distancia durante la pandemia. Se espera que las ventas aumenten de 580 000 millones de dólares en 2022 a más de un billón en 2030. Sin embargo, la cadena de suministro mundial se ve amenazada por las crecientes tensiones con China, ya que las maniobras militares chinas en el estrecho de Taiwán provocan el bloqueo de los puertos de la isla y una ralentización del tráfico aéreo.  

Si China invadiera Taiwán, la consiguiente escasez de chips sería devastadora para Occidente. La Unión Europea (UE) y Estados Unidos son conscientes de ello y han decidido llevar a cabo un plan B.

Suiza se queda al margen  

En febrero de 2022, la UE presentó la European Chips ActEnlace externo para estimular la investigación, el desarrollo y la producción de semiconductores. Unos meses más tarde, la administración Biden firmó el Chips and Science ActEnlace externo para atraer inversiones de los fabricantes de chips taiwaneses a EE UU. El plan funcionó y el gigante taiwanés TSMC ha anunciado recientemente la construcción de una segunda gran planta en el estado de Arizona. Al mismo tiempo, Alemania está tratando de llegar a un acuerdo con TSMC para abrir su primera fábrica de chips en Europa.

Hasta ahora, Suiza se ha mantenido al margen. Aunque también ha sufrido la escasez de chips -especialmente durante la pandemia cuando se interrumpieron las cadenas de suministro-, no ha desarrollado ninguna estrategia para reforzar las relaciones con Taiwán y su posición en la industria de semiconductores. Para Chih-Jen Shih, profesor taiwanés que dirige el Instituto de Química y Bioingeniería de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ), es un error.

Un acuerdo tecnológico y científico entre Suiza y Taiwán aumentaría sin duda la competitividad de Suiza en el sector de los semiconductores”, afirma Shih. Tal acuerdo, añade, daría a los estudiantes suizos acceso a tecnologías miniaturizadas de vanguardia para desarrollar soluciones en campos como la inteligencia artificial, la robótica y la ciberseguridad, que Suiza considera estratégicamente importantes. 

TSMC lanzó recientemente un programa para promover la investigación de semiconductores de siete nanómetros con universidades asociadas. Sin embargo, entre ellas no figura ningún instituto suizo. “Si los estudiantes suizos pudieran formarse en el uso de los sistemas más avanzados, tendrían acceso a la tecnología del futuro”, destaca el profesor. 

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Philippe Flückiger, director de Operaciones del Centro de Micro y Nanotecnología de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), está de acuerdo en que Suiza debería consolidar su investigación en semiconductores, incluso mediante una mayor colaboración con Taiwán. “Creo que el nivel de conocimientos científicos básicos es bueno en Suiza, pero la ingeniería y la conexión con la industria podrían ser mejores”, argumenta Flückiger.

No hay acuerdo con Taiwán 

La importancia de Taiwán va más allá de los semiconductores. El país asiático también está invirtiendo firmemente en otras áreas de interés para Suiza, como las baterías, la fotónica y, sobre todo, la biotecnología y nanotecnología para uso médico y agrícola. Además, Taiwán es el sexto mercado de exportación de Suiza en Asia.

Sin embargo, el Gobierno suizo, que tiene acuerdos científicos bilaterales con los principales socios comerciales asiáticos -China, Japón, India, Corea del Sur y Vietnam-, sigue excluyendo a Taiwán, a pesar de varios intentos a nivel parlamentario.

El más reciente tuvo lugar en junio de 2022, cuando el diputado socialista Mustafa Atici presentó una mociónEnlace externo exigiendo la consolidación de la cooperación científica y tecnológica con Taiwán. Al rechazar la moción, el Consejo Federal suizo (Gobierno) señaló que un acuerdo “no aportaría ningún valor añadido sustancial”. No obstante, es muy probable que el Consejo Nacional (cámara baja) vote en contra de la opinión del gobierno y lo apruebe.

La Secretaría de Estado para la Educación, la Investigación y la Innovación (SERI) respondió por correo electrónico a SWI swissinfo.ch que el Consejo Federal fomentaría los intercambios “técnicos” (no oficiales) entre instituciones académicas suizas y taiwanesas, aunque no concluiría acuerdos bilaterales con Taiwán de acuerdo con el principio de “una sola China”.

De hecho, las universidades suizas pueden establecer acuerdos individuales con sus homólogas taiwanesas. Pero David Huang, representante de la delegación cultural y económica de Taipéi en Berna, cree que eso no es suficiente. “Las asociaciones actuales se basan en un enfoque ascendente, condicionado por los conocimientos personales de cada investigador”, subraya Huang. “Eso socava la cooperación para quienes no disponen de una red propia en Suiza o Taiwán y reduce considerablemente las posibilidades de colaboración”, añade el diplomático taiwanés.  

Huang y otros expertos creen que es necesario un acuerdo marco que incluya a todos los institutos de investigación, incluidas las universidades de ciencias aplicadas. Según la SEFRI, hubo alrededor de 30 colaboraciones entre institutos de investigación suizos y taiwaneses entre 2018 y 2022. Esa cifra contrasta con las más de 400 colaboraciones de investigación con Japón y las casi 300 con China, países que han celebrado acuerdos marco de cooperación científica y tecnológica con Suiza.

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Las líneas rojas de Pekín  

No obstante, algo está cambiando. Presionado por el Parlamento, el Consejo Federal presentará en las próximas semanas un informe sobre Taiwán en el que también se estudiarán posibles ámbitos de cooperación científica y cultural. Sin embargo, según la sinóloga Simona Grano, es poco probable que eso cambie las relaciones con Taiwán. “Preveo que el Gobierno seguirá siendo muy prudente y no se pondrá demasiado del lado de Taiwán por miedo a provocar la ira de la República Popular China”, afirma. 

Es probable que Suiza siga manteniendo un perfil bajo. El país alpino lleva desde 2017 intentando actualizar su acuerdo de libre comercio con China, pero debido a la creciente preocupación por las violaciones de los derechos humanos y la postura neutral de Pekín en la guerra en Ucrania, el margen de maniobra se ha estrechado.

Un acuerdo de cooperación científica con Taiwán podría entorpecer las negociaciones comerciales con China, que lleva años presionando a los Estados europeos para que no crucen lo que considera “líneas rojas” diplomáticas en relación con territorios en disputa como Macao, Hong Kong y Taiwán. 

“Aunque Taiwán es un pez pequeño comparado con China, los intereses económicos suizos no deberían anteponerse a la investigación científica”, opina Huang. Este diplomático taiwanés, que anteriormente trabajó como politólogo, está muy preocupado por el tema. “Al impulsar un acuerdo, no sólo queremos defender a Taiwán, sino también asegurar el futuro de la innovación suiza”.

Adaptado del italiano por Carla Wolff

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