El colapso del pacto en Honduras pone en riesgo las elecciones
Por Fiona Ortiz
TEGUCIGALPA (Reuters) – El fracaso de un acuerdo para terminar con una crisis política de cuatro meses en Honduras ha dejado en ridículo a diplomáticos de Estados Unidos y de Latinoamérica que habían diseñado el pacto y puesto en riesgo las elecciones presidenciales del 29 de noviembre.
El presidente derrocado Manuel Zelaya y el mandatario de facto, Roberto Micheletti, firmaron la semana pasada un acuerdo bajo la presión de Estados Unidos que fue imposible de poner en práctica, ya que cada uno de ellos lo veía como una forma de convertirse en el líder legítimo del país.
Zelaya proclamó que el pacto era «letra muerta», en declaraciones el viernes de madrugada después de que Micheletti dijera que se mantendrá en el poder a la cabeza de un supuesto gobierno de unidad y reconciliación, que fue formado sin la participación del presidente depuesto.
La comunidad internacional condenó el golpe de Estado que sacó del poder a Zelaya en junio, pero también se impacientó con el líder izquierdista refugiado desde fines de septiembre en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, y es poco probable que haga otro gran esfuerzo para tratar de salvar su situación.
La secretaria de Estado del país norteamericano, Hillary Clinton, y la Organización de Estados Americanos (OEA) habían celebrado el pacto de la semana pasada como un triunfo de la democracia y Zelaya dijo que allanaba el camino para su retorno al poder a fin de que pudiera concluir su mandato en enero.
Pero, en el apuro de cerrar un acuerdo tras meses de retraso, los negociadores dejaron contradicciones internas imposibles de cumplir.
El acuerdo exhorta a establecer un gabinete de ministros de unidad con la participación de todas las partes, pero fue muy vago en cuanto a quién encabezaría el gobierno interino.
SOLO UN MILAGRO
A menos que los dos rivales puedan realizar un milagro en los próximos días y volver a sentarse en la mesa de negociaciones, las elecciones presidenciales de noviembre se enfrentan a muchos problemas.
Zelaya ya ha pedido a los hondureños que boicoteen los comicios.
La abstención podría aumentar y, en el peor escenario, la violencia y la agitación popular podrían estallar con simpatizantes de Zelaya tomando las calles y el Gobierno de facto reprimiéndolos con policías antimotines y gases lacrimógenos.
Los polarizados medios de comunicación del país podrían convertirse en blanco de ataques o censura. Esta semana una granada explotó en una emisora de radio considerada partidaria de Micheletti, que había suspendido temporalmente medios pro Zelaya después del golpe.
El candidato presidencial de oposición Porfirio «Pepe» Lobo lidera las encuestas de intención de voto, pero quienquiera que gane las elecciones podría terminar manejando las riendas de un país diplomáticamente aislado.
La Unión Europea, Estados Unidos y organismos multilaterales recortaron la vital ayuda internacional a Honduras en protesta por el golpe y se suponía que la iban a restablecer si el pacto era cumplido. Ahora eso está en duda.
Honduras es uno de los países más pobres en la región y depende mucho de la asistencia internacional para sus programas sociales.
Es poco probable que líderes izquierdistas de Argentina, Ecuador, Nicaragua, Venezuela y otros países, que habían apoyado desde el principio junto a Zelaya, reconozcan al nuevo presidente electo mientras el Gobierno de facto aún está al frente del país.
Ahora, Estados Unidos se enfrenta a la posibilidad de que sus esfuerzos diplomáticos para repudiar el golpe hayan fallado y que Micheletti se mantenga en el poder para pasar la banda presidencial al próximo líder del país.