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En un suburbio pobre de Estocolmo planea el miedo por la extrema derecha

Un colegio electoral en Malmö el 9 de septiembre de 2018 afp_tickers

«No tengo miedo pero estoy inquieto», dice este domingo delante de la escuela de Rinkeby, un suburbio desheredado de Estocolmo, Hasan Abdulahi, en el día de las elecciones legislativas en Suecia, en que la extrema derecha podría marcar un significativo avance.

Los Demócratas de Suecia (SD), formación antiinmigración que reclama el regreso a sus países de numerosos solicitantes de asilo y el fin de la doble nacionalidad, podría sumar un 20% de los votos y obtener así una influencia histórica en la arena política.

«Sus raíces son nazis y sabemos lo que el nazismo hizo en Europa», dice a la AFP este militante del Partido de Izquierda (excomunistas) que distribuye octavillas delante del colegio electoral al que las familias entran a cuentagotas.

Misky, de 19 años, de origen somalí, acudió a votar. Con un velo verde sobre la cabeza, la mujer reconoce que la amenaza de la extrema derecha motivó a muchos de sus amigos a votar.

«Recién se movilizaron cuando vieron la intención de voto por el SD», confía. «Me da miedo», destaca.

En este barrio del norte de Estocolmo, 82,6% de la población es inmigrante, una proporción dos veces y media superior a la del conjunto de la capital.

El líder de la extrema derecha, Jimmie Åkesson, calificaba en 2009 a los musulmanes como «la mayor amenaza extranjera desde la Segunda Guerra Mundial». En un mitin el sábado por la noche en Estocolmo, dijo que temía «la aplicación de la sharia (ley islámica) en los tribunales suecos».

En la mezquita de Rinkeby se alienta a los fieles a votar, cuenta Mohamad, un estudiante de 21 años. Mohamad eligió al Partido de Izquierda ya que «no confío más en los socialdemócratas», en el poder desde hace cuatro años.

En 2014, la formación del primer ministro saliente arrasó en las urnas de este distrito con el 70% de los votos, pero sólo había votado la mitad del padrón.

– Desempleo y delincuencia –

Mohamed Issack, empleado del transporte público, lamenta que muchos en el barrio no vayan a votar.

«Depende sin duda de su origen (…): si no se tiene la posibilidad de votar en su país natal, no piensan en votar aquí», dice.

«Vienen de dictaduras, nunca pudieron decir nada y tienen una gran desconfianza respecto a las instituciones», explicó por su parte Amineh Kakabaveh, una excombatiente peshmerga (kurda) de Irán, que es ahora diputada de izquierda.

Pero, para Babu Ngie, de 45 años, los vecinos se movilizaron.

«Vamos en la buena dirección. Es muy importante ahora que los partidos extremistas son más populares», dice.

El barrio, estigmatizado por la prensa, suma problemas de desempleo y delincuencia. Más del 7% de los habitantes no tiene empleo, más del doble del promedio de la ciudad.

En las últimas legislativas, el SD obtuvo apenas 3% en este distrito, pero según una investigación del Instituto de Estadísticas nacional, 11,3% de los suecos nacidos en el extranjero expresaban en mayo su simpatía con esta formación.

Como una búsqueda de «respetabilidad» para estos inmigrantes, generalmente blancos y cristianos, mejor integrados que los últimos que han llegado, analiza para AFP Anders Neergaard, profesor de la Universidad de Linköping.

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