Expertos coinciden en el 24 de agosto del 79 d.C. como la fecha de la erupción de Pompeya
Roma, 26 nov (EFE).- Científicos y especialistas internacionales han confirmado que el 24 de agosto del año 79 d.C. fue la fecha de la erupción que sepultó la ciudad romana de Pompeya, una de las tragedias más famosas de la historia y cuya datación exacta ha dividido durante décadas a los expertos.
Esta es la conclusión a la que han llegado los filólogos, arqueólogos, geólogos y otros especialistas reunidos en un congreso la pasada semana en la localidad italiana de Boscoreale (sur), cerca de las ruinas, para revisar de forma conjunta las pruebas que desde hace años alimentan un intenso debate académico, según informaron a EFE este miércoles los organizadores del encuentro.
Aunque la fecha del 24 de agosto, transmitida por las cartas de Plinio el Joven, ha sido tradicionalmente la más aceptada, diversas hipótesis alternativas que situaban la erupción en octubre o noviembre habían ganado terreno por la presencia de frutas otoñales, grafitis tardíos o lagunas en la transmisión de manuscritos.
Durante el encuentro, los expertos coincidieron en que estas interpretaciones proceden de errores de copia e interpretación en los manuscritos medievales y en ediciones impresas del siglo XV, y que no existe evidencia arqueológica concluyente que apoye una fecha distinta a la tradicional.
La arqueóloga Helga Di Giuseppe, organizadora científica del congreso, subrayó que la lectura ‘nonum kal. septembres’, es decir, el 24 de agosto, presente en las epístolas de Plinio el Joven al historiador Tácito, es la más fiable y no ha sido refutada por ningún dato arqueológico.
“Es muy improbable que Plinio el Joven se equivocara y, en cualquier caso, nadie ha podido demostrarlo”, añadió, recordando que otros indicios citados en el pasado, como una moneda o una inscripción a carboncillo, no permiten datar con precisión el suceso.
El filólogo Pedar Foss, profesor de la Universidad de Greencastle y uno de los defensores más firmes de la fecha tradicional, presentó un estudio de nueve años que reconstruye cómo esas lecturas de otoño, especialmente noviembre, se introdujeron por errores de transmisión en algunos códices y en ediciones tempranas.
En los últimos días, el congreso también recogió indicios que parecían apuntar a un clima más frío, como el estudio del profesor Llorenç Alapont (Universidad de Valencia) sobre los ropajes de lana detectados en los calcos de víctimas halladas en la Necrópolis de Porta Nola, presentados el sábado y que dieron un nuevo impulso a las teorías otoñales.
Sin embargo, Di Giuseppe recordó que el “otoño” en el siglo I romano no coincide exactamente con el actual y podía abarcar desde agosto hasta noviembre, debido a diferencias en la posición de la Tierra en su órbita y en la percepción climática de la época.
Para los investigadores, la principal aportación del encuentro no es solo la defensa del 24 de agosto, sino la adopción de un enfoque metodológico común.
Aunque algunos investigadores continúan defendiendo escenarios otoñales —incluidos septiembre u octubre—, el congreso concluyó con un consenso amplio sobre la vigencia de la fecha tradicional y sobre la necesidad de replantear los datos arqueológicos sin forzar su interpretación hacia una fecha alternativa. EFE
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