Gatica, de víctima del estallido chileno a diputado: «Haré una política más dialogante»
María M.Mur
Santiago de Chile, 23 nov (EFE).- La vida del joven psicólogo Gustavo Gatica dio un vuelco hace justo seis años, cuando los disparos de un policía en pleno estallido social en Chile lo dejaron ciego. El pasado domingo volvió a dar un giro de 180 grados, al convertirse, con solo 27 años, en el tercer diputado más votado del país.
Es consciente de que a partir del próximo marzo, cuando tome posesión de su escaño, entrará a una de las instituciones peor valoradas: «Un amigo me dijo: ‘suerte en esa cloaca'», recordó entre risas durante una entrevista con EFE en Santiago.
Su intención, sin embargo, es «hacer una política más dialogante» y «generar dinámicas de escucha», algo poco común en el escenario confrontacional que vive Chile.
«Me gustaría aplicar lo que he hecho durante estos años en psicología clínica: la escucha activa», asegura, tras ser elegido como independiente en la lista de la izquierda oficialista y renunciará en diciembre a su trabajo atendiendo a víctimas de delitos en una defensoría penal comunal.
«Mejorar la vida de la gente»
Gatica llegará a un Congreso donde el conservadurismo rozará la mayoría (76 de los 155 diputados) y donde la ultraderecha será la fuerza hegemónica del sector, con 42 diputados.
«A mí se me mandató como diputado electo trabajar para mejorar la calidad de vida de la gente. Si tengo que sentarme con alguien que políticamente no piensa igual, lo voy a hacer. De eso se trata la democracia», agregó.
Sin embargo, tiene una línea roja: los indultos que plantea la ultraderecha más radical a exmilitares encarcelados por crímenes de lesa humanidad en la dictadura y a los exagentes condenados por violaciones a los derechos humanos en las masivas manifestaciones de 2019, en las que Gatica perdió la visión y se convirtió en un símbolo del abuso policial.
Esos indultos, señaló, «están fuera de los márgenes democráticos»: «Voy a usar las herramientas que tenga en el Congreso para que no ocurra. Es dar señales a la sociedad de que esas cosas pueden volver a ocurrir impunemente y me parece muy grave», denunció.
Salud mental y seguridad, sus banderas
Sus grandes banderas van a ser la salud mental -«pensaba que era un tema que solo interesaba a los jóvenes, pero en campaña me he dado cuenta de que es transversal», admitió- y la seguridad, la gran preocupación ciudadana.
«El Estado ha estado al debe los últimos años. Además, la seguridad es un derecho habilitante. Para ejercer con libertad el derecho a la educación, primero necesitamos estar seguros», apuntó.
Sin embargo, es muy crítico con el discurso de mano dura que enarbola la extrema derecha y con «el clima de terror» que, en su opinión, ha creado el ultraderechista José Antonio Kast, quien se disputará la Presidencia en la segunda vuelta de diciembre contra la izquierdista Jeannette Jara.
«Está ofreciendo la salida más simple y a la gente le hace sentido porque quieren una solución ahora, pero esas soluciones son mentira», alertó.
Gatica instó a la derecha y a la ultraderecha a ir más allá y a analizar qué está detrás del aumento de la delincuencia en Chile, algo que a su parecer es consecuencia de «un sistema injusto, lleno de grietas, que promueve la desigualdad».
«El estallido no fue de izquierdas»
También tiene cuestionamientos hacia el Gobierno del progresista Gabriel Boric -«faltó mayor dureza para enfrentar esas grietas»- y hace autocrítica desde la izquierda para tratar de explicar el avance de la ultraderecha seis años después de las protestas que pusieron entre las cuerdas la institucionalidad chilena y en las que se pidieron mejoras en educación, salud o pensiones.
«Cometimos el error de pensar que la gente era de izquierdas y no. Era más bien una manifestación de malestar», reconoció, sobre unas protestas en las que ahora se ha dado cuenta de que coincidieron, por ejemplo, «gente que se identifica de derechas y que quería acabar con los abusivos peajes en las carreteras con profesores que querían cambiar el sistema de educación de raíz».
Ese malestar, en su opinión, no ha desaparecido: «El estallido fue solo el síntoma de algo mucho más subyacente y que la política se tenía que encargar de solucionar y no lo hizo. Probaron con dos procesos constituyentes, pero ambos fracasaron», destacó.
Su nueva vida coincide con la recta final del juicio contra Claudio Crespo, el exagente que presuntamente le disparó varios balines al rostro, una sentencia que dijo esperar «esperanzado» porque las autoridades «hicieron una investigación muy seria».
«Si termina con una condena, que es lo que yo espero se va a dar una señal también a la sociedad de que estas cosas no pueden ocurrir en esta democracia que estamos constantemente construyendo y cuidando», concluyó. EFE
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