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La siniestra cárcel de Esuatini donde languidecen los deportados de EEUU

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Pocos lugares en el pequeño reino africano de Esuatini tienen una reputación más temida que el Centro Correccional de Matsapha, una extensa estructura de hormigón y óxido de alta seguridad situada a las afueras de la capital, Mbabane.

«Es como una jungla», declaró a AFP un antiguo recluso sobre la prisión, que alberga a 14 hombres -entre ellos un cubano en huelga de hambre- deportados de Estados Unidos en el marco de la campaña de antimigrante del presidente Donald Trump.

Durante décadas, la cárcel encarnó las políticas represivas de esta nación del sur de África, utilizada habitualmente para silenciar a los críticos y activistas prodemocráticos.

Ahora, con la expulsión de ciudadanos extranjeros por parte de Estados Unidos, tiene una función adicional e igualmente preocupante, según los abogados.

La última monarquía absoluta de África accedió a aceptar hasta 160 deportados de Estados Unidos a cambio de 5,1 millones de dólares para reforzar sus sistemas fronterizos y migratorios, según un acuerdo al que tuvo acceso AFP.

«La vida allí no es fácil», afirmó el exdetenido Elvis Vusi Mazibuko, que pasó más de dos décadas en Matsapha por delitos de robo y hurto de vehículos.

«Es la ley del más fuerte», declaró a AFP este hombre de 64 años y voz suave, recordando las tensiones que se desataban por disputas menores en las estrechas celdas.

Los cinco primeros deportados estadounidenses fueron encarcelados en julio, y uno de ellos fue posteriormente repatriado a su Jamaica natal.

Washington los tildó de «monstruos depravados» condenados por delitos que incluyen violación y asesinato de niños. Sus abogados dijeron a AFP que ya habían cumplido sus condenas en Estados Unidos.

Otros diez llegaron en octubre, según el gobierno de Esuatini, que afirma tener la intención de repatriarlos a todos.

Según una investigación de AFP, se les mantiene detenidos sin cargos y sin acceso a asesoramiento legal.

– Un cubano en huelga de hambre –

Entre los llegados en julio se encuentra el cubano Roberto Mosquera del Peral, detenido un mes antes en Florida por agentes migratorios.

El gobierno de Trump afirmó que Mosquera había sido encarcelado en el pasado por homicidio, pero AFP descubrió que su condena más grave fue por intento de asesinato y que llevaba años fuera de la cárcel.

A finales de octubre, su abogada en Estados Unidos, Alma David, afirmó que Mosquera llevaba desde el 15 de octubre «en huelga de hambre indefinida».

Tres fuentes de la prisión de Matsapha indicaron recientemente a AFP, bajo condición de anonimato, que el cubano seguía en huelga de hambre.

«Los funcionarios a cargo del ala lo llevaron a uno de los grandes hospitales. Regresó, pero sigue negándose a comer y ha jurado no hacerlo hasta que regrese a su país natal», declaró una de las fuentes.

Matsapha está dividida entre alas de seguridad media y máxima.

Los nuevos bloques financiados por el acuerdo con Washington, y donde se encuentran los deportados por Estados Unidos, están en el lado de mínima seguridad, indicó un oficial.

A diferencia de los bloques más antiguos, donde los reclusos comparten baños en dormitorios con literas en filas, las nuevas celdas cuentan con baños individuales y televisores montados. Las paredes son transparentes, lo que permite una vigilancia constante.

– «Rutina que te destroza» –

Aunque el acceso a la cárcel está estrictamente controlado, AFP pudo entrar recientemente en parte del complejo sin escolta.

Cuatro agentes custodiaban la puerta exterior y conducían a los visitantes a un camino bordeado de flores verdes, palmeras y una neblina violeta de jacarandas.

Más allá de las hileras de casitas envejecidas que conforman los alojamientos del personal, se alza un nuevo muro perimetral de hormigón que supuestamente formaría parte de las reformas financiadas discretamente por Washington.

En octubre, la cárcel albergaba a más de 1.560 reclusos, según una fuente familiarizada con su funcionamiento.

El rey Mswati III ordenó este año la puesta en libertad anticipada de algunos reclusos para aliviar el hacinamiento.

El día de un preso comienza con una ducha a las 05H00, seguida de unas gachas una hora más tarde, explicó Mazibuko, que fue puesto en libertad en 2012.

A las 07H00, los reclusos son enviados a trabajar o a asistir a clases, y después del almuerzo al mediodía tienen tiempo libre hasta la cena a las 16H00.

A continuación, los presos son encerrados en sus celdas hasta las 05H00 del día siguiente.

«Es una rutina que te destroza. Debes encontrar tu propia felicidad», afirmó Mazibuko. Matsapha era un lugar que «no le desearía ni a mi peor enemigo».

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