Los colonos entre la euforia y el temor frente al proyecto de anexión de Cisjordania
Los cerca de 450.000 habitantes de las colonias en Cisjordania ocupada, entre ellos moderados, gente de los suburbios, nacionalistas y ortodoxos, no comparten la misma filosofía ni los mismos sentimientos respecto del proyecto de anexión de Israel.
A partir del 1º de julio, el gobierno israelí tiene que pronunciarse sobre la aplicación del plan de la administración de Donald Trump para Oriente Medio, que prevé por ejemplo la incorporación al Estado hebreo de esas colonias, juzgadas ilegales por el derecho internacional.
Desde Yitzhar hasta Efrat, la AFP consultó a colonos sobre el cambio que representaría en sus vidas la anexión.
– Shmil Atlas, 51 años, de Efrat, colonia de 11.000 habitantes, religiosos y laicos
Con una pequeña kipá en su cabeza, este padre de tres niños partió de Jerusalén hace cinco años para comprar una casa de cuatro habitaciones en la colonia de Efrat, a unos veinte kilómetros, al precio de un «estudio» en la ciudad santa.
Para Shmil Atlas, la cuestión no se centra tanto en la anexión sino en la aplicación de la ley israelí en las colonias, por el momento regidas por el derecho militar.
«Lo que significa esto de manera concreta es que hoy en día, en tanto que ciudadano israelí, tengo menos derechos (que los otros) en el sector de la construcción. Mi casa no está inscrita en el catastro, dependo del ejército y de leyes que datan de 1967 (fecha de inicio de la ocupación israelí en Cisjordania, ndlr). Si quiero construir, la decisión recae en la administración civil del ejército», dice.
«Aquí somos buenos vecinos con los palestinos que viven cerca de Efrat y me gustaría que esta cohabitación pacífica pudiese existir en otras partes. Creo firmemente que la vida será mejor si nos podemos sentar para negociar un futuro común», afirma Atlas.
– Carine Suissa, 53 años, de Kfar Adumim, colonia de 5.000 habitantes entre Jerusalén y Jericó
De origen francés y actriz en otra época, esta madre de tres hijos se instaló en Kfar Adumim, en el desierto de Judea, para criarlos en la naturaleza y aprovechar la «calidad de vida».
«Nunca sentí que vivía más allá de la ‘Línea Verde’ (que separa a Israel de Cisjordania) (…). Aquí es un poco como vivir en la luna, con espacios vacíos como paisaje. Nunca iría a vivir a una localidad con cercos o rodeada de pueblos árabes».
En caso de anexión, «la vida aquí no va a cambiar, es una población homogénea. No hay pueblos árabes alrededor, solo algunas tribus beduinas», estima Suissa.
«Me alegro por la normalización (de nuestra situación) porque vivimos en el corazón de Israel aquí en Judea y Samaria (nombre dado por Israel a Cisjordania, ndlr). Es el lugar de nuestra historia y es en sí una buena cosa. Pero este plan no va a reducir las tensiones y no veo cómo podría hacer progresar la paz», afirma.
«Temo que estemos en víspera de nuevos años de conflicto y que continúe corriendo la sangre de ambos lados. Quizás Trump quiere imponer cosas que son inaceptables para ellos; ellos dirán no e (Israel) podrá tomar todo (…). Y luego, ¿dónde estarán los palestinos? No los vamos a arrojar al mar. Esta situación es trágica para las dos partes».
– Yakov Sela, 33 años, de Givat Arnon, colonia sin autorización del gobierno israelí en Cisjordania
Con un vergel, viñas y un viento seco y cálido que barre el horizonte, 27 familias viven en esta colonia no reconocida oficialmente por Israel y construida en un pico montañoso.
Yakov Sela creció en una familia ultraortodoxa de Jerusalén, antes de sumarse a los «jóvenes de las colinas» -una organización de derecha radical a menudo asociada a ataques contra los palestinos-. Hace cinco años se trasladó con su esposa y sus tres hijos a esta colonia para cumplir con su «destino».
«Estamos seguros de que nuestra presencia aquí protege a todos los habitantes de Israel», dice Sela. «En lo que nos concierne, todo esto es nuestro», agrega sobre la tierra en la que se estableció la colonia.
«Tengo mucho miedo de la anexión», afirma sin embargo este religioso que teme no a la violencia, sino a la creación de una Palestina independiente que tendría como efecto, a su entender, convertir a su colonia en un islote rodeado de un Estado palestino.
– Tzvi Sucot, 29 años, colonia de Yitzhar, 1.700 habitantes, norte de Cisjordania
Con una amplia kipá, rizos y barba corta, Tzvi Sucot creció en un colonia ultraortodoxa antes de instalarse en Yitzhar, asociada en estos últimos años a enfrentamientos con palestinos de la vecina Naplusa y a choques con las propias fuerzas israelíes.
«Queremos que esta tierra esté en manos de los judíos», dice Sucot. «Ellos (los palestinos) no nos quieren aquí y nosotros no los queremos a ellos», agrega, precisando que está a favor de la anexión pero no de la creación de un Estado palestino.