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Los doce años de Viktor Orban en Hungría en cinco retratos

El empresario húngaro Laszlo Bige, entrevistado por la AFP el 26 de enero de 2022 en Budapest afp_tickers

Viktor Orban lo llama una “revolución conservadora”. En doce años en el poder, el primer ministro húngaro ha transformado la sociedad de su país como raramente se ha hecho en Europa y ha hecho virar su destino.

En 2020, la influyente oenegé estadounidense Freedom House retiró este país de Europa central de la lista de Estados democráticos y lo clasificó como “régimen híbrido”, una novedad en un miembro de la Unión Europea (UE).

Justicia, religión, medios, economía… Para ilustrar esta transformación que Orban quiere hacer irreversible si obtiene un cuarto mandato consecutivos en las legislativas del 3 de abril, AFP se encontró con cuatro figuras emblemáticas de la sociedad civil que, bajo su gobierno, han sido debilitados, excluidos o condenados.

Su suerte contrasta con la de los cercanos al primer ministro, que han vivido un ascenso bajo su poder.

Contactados por AFP, cinco de ellos declinaron las peticiones de entrevista antes de las elecciones. Es el caso de Andras Varga, actual presidente de la Corte Suprema, elegido en el Parlamento cuando no tenía “ninguna experiencia en los tribunales” según el Consejo de la Magistratura (CNM).

Viktor Orban y varios de sus ministros, solicitados regularmente, tampoco accedieron. Solo un eurodiputado de su bando aceptó ser entrevistado, contraponiendo las críticas de autoritarismo de la Comisión Europea a “la búsqueda de soberanía” del país excomunista.

A continuación, los últimos doce años en Hungría contados a través de cinco retratos.

– El juez cesado –

En 2010, Viktor Orban llega al poder. Desde el comienzo causa un gran efecto gracias a la fuerte mayoría de su partido Fidesz, progresista en sus orígenes antes de virar a la derecha.

“Empezó por la justicia. Es la primera barrera al poder absoluto”, observa el antiguo responsable de la Corte Suprema, Andras Baka, conocido como “el juez que dijo no” al dirigente húngaro.

“Me hicieron marchar porque criticaba reformas incompatibles con el derecho europeo”, dice el magistrado de 69 años, hombre afable y de verbo preciso, que recibió a AFP en su casa a principios de febrero. “Fue político y a todas luces evidente”.

Fue cesado de un día para otro en 2012 tras haber denunciado como una purga camuflada en la judicatura la reducción de la edad de jubilación de los jueces de 70 a 62 años.

El Tribunal de Justicia de la UE juzgó esta ley contraria al derecho comunitario, Washington la criticó, pero Orban no reculó.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dio la razón a Baka en 2016, estimando que prescindir de él buscaba intimidar al cuerpo judicial.

Pero todavía hoy, el presidente de la Corte Suprema puede ser destituido por el Parlamento sin control de un órgano judicial independiente, lo que no se ajusta a la jurisprudencia del TEDH.

– El pastor decepcionado –

Pastor metodista implicado en causas caritativas, Gabor Ivanyi, de 70 años, era del círculo del primer ministro.

El hombre de larga barba blanca pronunció una bendición en la boda del protestante Viktor Orban y bautizó a sus dos primeros hijos.

Pero esta respetada figura moral, especialmente por su disidencia bajo el comunismo, cayó en desgracia cuando rechazó respaldar la política de primer ministro. “Aparentemente, no lo apreció”, dice.

El religioso critica “la indiferencia con los pobres” del gobierno, que se revela con el trato reservado a la minoría romaní y la prohibición a las personas sin hogar de dormir en la calle o acceder a algunos espacios públicos.

Invayi denuncia también leyes “hechas a medida” para asfixiarlo económicamente y que le han “costado la salud”.

En 2011, el gobierno hizo aprobar en el Parlamento una ley sobre las iglesias para reconocer solo 14 comunidades religiosas, contra 300 anteriormente.

Sin subvenciones públicas, Ivanyi debe regatear desde entonces a agentes judiciales para seguir gestionando su hogar para personas sin hogar. A finales de febrero, el fisco requisó sus locales por sospechas de “fraude a gran escala”.

En otras partes, renuevan las capillas en el marco de la ambiciosa política de “recristianización” del país, pero “el 8 de cada mes no sé si podré pagar a mis empleados el 10”, lamenta.

– El periodista asfixiado –

En 2013, ante los estudiantes de la Universidad de Varsovia, el primer ministro húngaro, blanco de los titulares en la prensa occidental sobre “su sueño de Orbanistán”, ataca a los periodistas.

“En los medios, todo el mundo es liberal”, asegura. “Si no queréis depender de la imagen que envían de vosotros, entonces construid vuestras propias estructuras”. ¿La solución? “Encontrad empresarios de opiniones más tradicionales para crear medios”.

Desde entonces, la mayoría de medios independientes de Hungría echaron el cierre o fueron adquiridos por personas cercanas al poder, según la oenegé Reporteros Sin Fronteras (RSF).

“¿Podemos todavía hablar de medios cuando 500 de ellos dicen palabra por palabra la misma cosa?”, inquiere Andras Arato, director de Klubradio.

Esta emisora nacida en los año 1990 se quedó sin frecuencia el año pasado por decisión del regulador de medios NMHH. Las autoridades le reprochan vulnerar las reglas administrativas, pero Arato lo ve una medida de castigo por el tono a menudo crítico de su contenido.

Recluido a internet, ha perdido el 90% de su mercado publicitario. “Contamos nuestros anunciantes con los dedos de una mano”, afirma el hombre de 68 años, de sonrisa maliciosa y rizos morenos.

“Si pasan publicidad con nosotros, tendrán derecho a un bonito control fiscal y no ganarán más pedidos públicos”, dice sobre prácticas que han denunciado en el pasado.

Por el momento ha podido mantener a sus 80 empleados “gracias a una recaudación de fondos dos veces por año” y “a auditores más bien generosos”, pero se preocupa por el futuro.

En 25ª posición de la clasificación de RSF sobre la libertad de prensa en 2009, el país ha ido perdiendo puestos hasta la 92ª posición, detrás de Kirguistán o Haití.

– El empresario acosado –

Lo llamaban “el rey del fertilizante” pero el multimillonario Laszlo Bige, de 65 años, se ve como el blanco de una fiscalía “a las órdenes” del poder.

“La policía ocupó una de nuestras fábricas acusada de contaminación hace tres años, lo que ha interrumpido sus entregas por todo el mundo”, afirma. “Todavía no hemos sido objeto de una inculpación”, indica en una rara entrevista acordada a AFP.

En otro caso, su sociedad Nitrogenmuvek fue condenada en 2021 junto a otras siete empresas por acuerdos ilegales.

El empresario de vestimenta impecable lo niega por completo y denuncia maniobras para empujarle a vender la empresa a un oligarca cercano al poder.

“Clientelismo”, “favoritismo”, “nepotismo”: la Comisión Europea señaló en su último informe anual sobre el Estado de derecho en Hungría los “vínculos entre el sector privado y la política”.

“Todo el mundo se ha alineado, no conozco a nadie que se atreva a pronunciar dos frases sinceras. Porque después, hay que asumir las consecuencias”, explica Bige desde la última planta de la sede de su empresa, con fabulosas vistas a las colinas cercanas.

Él no quiere ningún vínculo con “la mafia que dirige Hungría” y rechaza ceder.

Evoca constantemente los artículos satíricos de los que es víctima regularmente. “Está escrito de antemano y enviado a las redacciones”, opina. “Han dado luz verde para dispararme, destruyen la vida de la gente”, lamenta con mirada triste.

– El diputado agradecido –

“Que después de doce años de gobierno con una mayoría sólida y una voluntad de reforma inquebrantable haya habido una renovación de las élites, es totalmente lógico”, afirma Balasz Hidveghi, compañero de ruta de Orban.

Militante de Fidesz desde los 18 años, este francófilo ha ascendido imparablemente desde 2010: subsecretario de Estado, director de comunicación del partido y ahora eurodiputado.

Padre de cuatro niños, el diputado barbudo de 52 años, de una estirpe de hombres de Estado, se muestra agradecido hacia el primer ministro que pasó página definitivamente a los años comunistas.

Su padre fue encarcelado durante un año tras la revolución húngara de 1956, sofocada por los tanques soviéticos.

“Todo estaba por reconstruir, sobre todo un pensamiento conservador” puesto que la burguesía católica intelectual fue espoliada, forzada al exilio en la época soviética y después marginada por los liberales con la llegada de la democracia en 1989.

En su opinión, pasaron de un extremo al otro, porque con el fin del comunismo “teníamos todavía que correr detrás de lo que hacía Occidente” mientras que, con Orban, Hungría goza de una gran independencia, librándose de la tutela europea y “hablando directamente” con Rusia o China.

“La búsqueda de la soberanía es la piedra angular de nuestra política y esto explica las muchas incomprensiones” en el extranjero, defiende Hidveghi, que ve en las recriminaciones a su poder “las frustraciones de una oposición de mal perder”.

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