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Obama recuerda sus elecciones y sus dudas sobre la Primavera Árabe

El expresidente egipcio Hosni Mubarak, en la Casa Blanca en agosto de 2009, junto con el entonces presidente estadounidense Barack Obama afp_tickers

El expresidente estadounidense Barack Obama recuerda, en sus memorias publicadas este martes, su controvertida gestión de la Primavera Árabe en 2011 y las decisiones difíciles que tuvo que tomar en un mundo «desordenado».

En «A Promised Land» («Una tierra prometida»), el primer tomo de sus memorias, Obama aborda las críticas que recibió entonces.

Algunos lo acusaron de ser un hipócrita por convencer a Hosni Mubarak, el líder absoluto de Egipto durante 30 años, de abandonar el poder, mientras se mostraba mucho más pasivo con la represión sanguinaria de las manifestaciones en Baréin, donde Estados Unidos tiene una importante presencia militar.

«No tenía ninguna forma elegante de explicar esa aparente incoherencia, más allá del reconocimiento de que el mundo estaba desordenado y que, en materia de política exterior, tuve que encontrar constantemente un equilibrio entre intereses contradictorios», escribe el expresidente.

«El hecho de que no pudiera siempre situar nuestra agenda sobre derechos humanos por encima de otras consideraciones no significaba que no debía tratar de hacer lo que podía, cuando podía, para promover lo que consideraba como los mejores valores de Estados Unidos», añade.

– «Autócratas» –

Tras reunirse con Mubarak en El Cairo en 2009, el demócrata dice haber tenido «una impresión que se convertiría en familiar» en sus interacciones con «autócratas mayores».

Esos hombres «encerrados en sus palacios, con todos sus intercambios filtrados por los funcionarios obsequiosos que los rodeaban» eran «incapaces de distinguir entre sus intereses personales y los de sus naciones», afirma.

En el mismo viaje, Obama se llevó un mal recuerdo de Arabia Saudí, su estricta separación por géneros y sus códigos religioso, y cuenta que el palacio intentó regalarle joyas magníficas.

«Ese lugar de segregación entre los sexos era triste y agobiante, como si hubiera entrado en un mundo donde todos los colores habían sido suprimidos».

El exinquilino de la Casa Blanca afirma que sabía los riesgos que tomaba al pedir públicamente a Mubarak que abandonara el poder, pero pensó que «probablemente» habría estado en las manifestaciones contra él si hubiera sido un joven egipcio.

«Tal vez no fuera capaz de impedir que China o Rusia reprimieran a sus disidentes. Pero el régimen de Mubarak había recibido miles de millones de dólares pagados por los impuestos de los estadounidenses», escribe.

«Aceptar que el receptor de esa ayuda, alguien al que llamábamos aliado, usara violencia sin sentido contra manifestantes pacíficos, ante los ojos del mundo, era una línea que no quería cruzar», añade.

– Netanyahu –

Obama tuvo una relación complicada con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sobre todo por el acuerdo nuclear firmado por Estados Unidos con Irán, que no se menciona en el libro, ya que el periodo abarcado en la obra se detiene en 2011.

«Su visión de sí mismo como el principal defensor del pueblo judío (…) le permitió justificar casi cualquier decisión que le permitiera conservar el poder», dice Obama.

«Y su buen conocimiento de la política y los medios estadounidenses lo convencieron de que podía resistir todas las presiones de un gobierno demócrata como el mío», agrega.

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