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Promesas electorales entre las ruinas de Mosul

Cartel electoral en la ciudad iraquí de Mosul, destruida por los combates contra el grupo Estado Islámico, el 1º de mayo de 2018 afp_tickers

En un muro de un colegio acribillado de balas de la ciudad vieja de Mosul, los carteles electorales prometen un futuro mejor para la segunda ciudad de Irak convertida en un montón de ruinas.

«Irak avanza», se lee en un cartel del candidato Laith Ahmad Hasan, de traje y corbata, que se presenta por la lista «La alianza de la victoria» del primer ministro Haider al Abadi. «Continuemos con el proceso de construcción», proclama el cartel de un rival, Fares Sheij Sadik, de la Alianza Kurda.

Casi diez meses después del final de la guerra que expulsó a los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) de su «capital» iraquí, Mosul sigue en ruinas, con cuerpos putrefactos bajo los escombros y explosivos sin desactivar.

Los 938 candidatos de la provincia de Nínive rivalizan en ingenio para movilizar a los 2,3 millones de votantes, de los cuales el 90% reside en Mosul, la capital provincial. Todo vale: eventos deportivos, culturales o artísticos, cortejos con bocina y música como si fuera una boda, reparto de dulces entre los transeúntes…

Esta provincia es la más heterogénea del país con varias etnias (árabes, kurdos, turcomanos) y religiones (musulmanes chiitas y sunitas, yazidíes, cristianos, chabaquíes, una creencia que mezcla cristianismo con islam). Hay 34 escaños en juego, tres de ellos reservados a las minorías, según las normas de las cuotas.

– «Deber nacional» –

Los votantes siguen muy divididos sobre la conveniencia de ir a las urnas.

Vestido con un pantalón manchado de aceite, Abu Fayez lleva horas esperando su papeleta electoral en el colegio «Badr al Kubra», porque él sí tiene la intención de votar.

«Después de la liberación de Mosul es un deber nacional votar para que nuestra vida cambie y para no hacer como en las elecciones anteriores, cuando los votantes aprovecharon el feriado para pasar el día en Kurdistán, Bagdad o Turquía», afirma este mecánico.

«Hay que (…) elegir a gente que nos represente de verdad y nos obtenga compensaciones por los daños materiales y morales sufridos», añade este hombre de 41 años.

Después de la invasión en 2003 encabezada por Estados Unidos, esta ciudad habitada sobre todo por sunitas y con una minoría cristiana y kurda, se convirtió en un feudo de Al Qaida y en un bastión de los partidarios del dictador derrocado Sadam Husein.

En las elecciones de 2014, justo antes de que el EI se apoderara de la ciudad, apenas el 50% de los habitantes acudió a las urnas, por miedo a las amenazas proferidas por los yihadistas.

Amar Raad no piensa ir a votar. «Fui a buscar mi papeleta para que nadie la use de forma fraudulenta pero la voy a destruir. Rechacé 75.000 dinares (62 dólares) que me ofreció un candidato para que votara por él. Nadie me inspira confianza», explica este hombre desempleado de 27 años, delante de su casa medio en ruinas.

Una desconfianza palpable porque muchos consideran que los políticos pecaron de falta de valentía cuando el EI conquistó la ciudad en junio de 2014 y luego huyeron.

– «Nuevas alianzas» –

«Voy a votar, pero para expulsar a los corruptos y a los de siempre que no hicieron nada» durante años, asegura Abu Ahmad, un jubilado de 55 años.

El 75% de los candidatos electorales son caras nuevas y los partidos tradicionales sunitas cambiaron de nombre para que no se les asocie con el pasado.

«Corre el riesgo de producirse un terremoto político» en la provincia, asegura el analista Hamed Ali.

«Las nuevas alianzas, apoyadas por fuerzas de seguridad en el terreno, impondrán una nueva realidad», estima.

El ejército derrotó al EI con la ayuda de las fuerzas paramilitares del Hashd al Shaabi, formadas en respuesta al llamamiento del jefe religioso chiita, el ayatolá Ali Sistani, y bien arraigadas en el terreno.

Según Farah Sarraj, diputada saliente y candidata por la lista laica «Alianza nacional», liderada por el vicepresidente Iyad Allaui, «las milicias están omnipresentes en la provincia y controlan la seguridad, lo que favorece a los (…) partidos aliados a ellas».

Además, recalca, el resultado electoral puede quedar falseado «porque sólo el 20% de los desplazados volvió a Mosul, y los nombres de miles de mártires y desaparecidos siguen inscritos en las listas electorales, así como muchos miembros del EI que huyeron del país».

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