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Raqa, una «ciudad modelo» para el EI e infierno para muchos

Imagen difundida por el medio yihadista Welayat Raqa el 30 de junio de 2014 de unos presuntos yihadistas del grupo Estado Islámico desfilando por una calle de Raqa, en el norte de Siria afp_tickers

Se llamaba la plaza del paraíso, pero desde que los yihadistas del Estado Islámico (EI) utilizan la glorieta de Raqa, una «ciudad modelo», según ellos, para las ejecuciones públicas, se llama la rotonda del infierno.

En ella exhiben durante días las cabezas decapitadas en lo alto de picas de metal o los cuerpos crucificados para amordazar cualquier atisbo de disidencia en esta ciudad del norte de Siria.

Desde enero de 2014, Raqa se ha convertido en la «capital» de facto del EI en Siria, donde el grupo extremista sunita ha conquistado extensas zonas de territorio para agrandar su «califato». En las zonas que gobiernan, los yihadistas han logrado imponer su ley a través del terror y de un sistema parecido al de un Estado.

«Desde el primer día, el EI aplicó una política de terror, con ejecuciones, decapitaciones y crucifixiones», afirma a la AFP a través de internet un activista que afirma llamarse Abu Ibrahim Al Raqaui y trabaja en secreto en la ciudad. «Secuestraron a activistas, impusieron el niqab (velo integral) a las mujeres, prohibieron los pantalones tejanos e incluso los zapatos de colores», añade este joven, uno de los fundadores del grupo Raqa is Being slaughtered silently (Raqa es masacrada en silencio).

– 40 latigazos –

El grupo se ha convertido en una de las principales fuentes de información en Raqa, prohibida de facto a los periodistas. Sus integrantes arriesgan la vida para documentar las violaciones de los derechos humanos cometidas por el EI.

El EI ha ejecutado ya a más de 2.600 personas en Siria desde el anuncio del «califato» el 28 de junio de 2014, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH).

Los vídeos difundidos en internet muestran calles concurridas y comercios bien abastecidos, pero detrás de esta normalidad aparente, la policía yihadista (la Hisba, para los hombres, y la Jansa, para las mujeres) vigila que nada se salga del guión. «Vacío continuamente mi teléfono móvil de las fotografías de las violaciones del EI porque lo inspeccionan sistemáticamente en los puntos de control», cuenta Abu Ibrahim. «Una vez vi a una mujer tropezar en la calle. Al levantarse, su niqab se abrió ligeramente y la policía yihadista se le echó encima, amenazándola con 40 latigazos».

Según él, un hombre que se afeita la barba debe pagar una multa equivalente a 100 dólares. En cambio, «si respetas las normas sin rechistar, nadie se mete contigo».

– Como un Estado –

«El sistema de gobierno en Raqa no es comparable al de un Estado, pero supera la estructura de un grupo», explica a la AFP Hicham Al Hachimi, experto en grupos yihadistas. El EI administra Raqa como una «ciudad modelo del califato, como lo haría un gobierno central» que se hace cargo de la policía, la justicia y los servicios, como la educación.

Las tiendas de Raqa cierran a la hora de la oración y los habitantes pagan la ‘zakat’, limosna legal y tercer pilar del islam, según Abu Ibrahim. «Médicos, profesores y taxistas deben pasar un test sobre la ‘sharia’ (ley islámica), so pena de no poder ejercer la profesión».

Han sustituido los programas escolares por otros, con las matemáticas, el inglés y el Corán como únicas asignaturas.

El EI es favorable a reducir la carrera universitaria de medicina de seis a tres años. Porque ¿de qué sirve la física, las estadísticas cuando se estudia medicina?», se pregunta en un vídeo Abu Abdel Rahman Al Shami, director del hospital de Raqa.

– Discriminación –

En el califato, los yihadistas extranjeros, apodados los «muhajirun» («los emigrados») disfrutan de un «trato preferente» con respecto a la población local, «considerada inferior», según Hachimi.

En un reciente vídeo difundido por el EI, un yihadista francés convertido al islam, que se hace llamar Abu Salman Al Faransi, alaba la vida en Raqa. «Llevamos una vida tranquila en un Estado bendito», asegura este hombre de ojos claros y barba, procedente de una familia cristiana de «una pequeña ciudad de Francia» y llegado a Raqa con su esposa. El EI «nos ha dado una casa y un salario mensual», agrega.

«El EI obligó a los habitantes de Raqa con residencia secundaria a dársela a los extranjeros», cuenta Abu Ibrahim, quien afirma que «generalmente viven en los barrios acomodados y no pagan impuestos. Y al contrario que los sirios, los atienden gratis en los hospitales».

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