Trump contra la prensa: del «silencio, cerdita» a las presiones sobre grandes cadenas
Leonor Trinidad
Washington, 22 nov (EFE).- El «silencio, cerdita» proferido por el presidente Donald Trump a una periodista la pasada semana se ha convertido en la última muestra de la relación cada vez más corrosiva entre el mandatario y la prensa desde su regreso al poder, con mujeres periodistas en el centro de la diana.
El insulto, que lanzó Trump a una corresponsal de Bloomberg a bordo del Air Force One tras una pregunta sobre el pederasta Jeffrey Epstein, simboliza el progresivo deterioro de una dinámica marcada tanto por los ataques personales a periodistas como por presiones abiertas a grandes conglomerados de comunicación.
No es la primera vez que el presidente arremete directamente contra periodistas por no gustarle las preguntas que le formulan, ataques que normalmente van acompañados del calificativo ‘fake news’ (noticias falsas).
Días después de este suceso Trump llamó «pésima reportera» a Mary Bruce, de la cadena ABC, durante una rueda de prensa en el Despacho Oval junto al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, en la que la periodista preguntó sobre el columnista Jamal Khashoggi, cuyo asesinato la CIA vincula con el propio Bin Salmán.
«No me gusta tu actitud, deberías volver a estudiar periodismo», le recriminó.
La Casa Blanca justificó este tipo de comentarios del mandatario como una muestra de su «transparencia» y «honestidad»; pero la prensa, lejos de callarse o agradecer a Trump su «sinceridad», salió en defensa de la libertad de información con una ola de críticas al presidente.
Entre ellos destaca Jake Tapper, uno de los presentadores estrella de la cadena CNN, que calificó la actitud del presidente de «repugnante y completamente inaceptable».
En redes, numerosos usuarios compartieron imágenes de Trump caricaturizado irónicamente como un cerdo para subrayar su rechazo hacia la actitud del mandatario.
Ataques contra cadenas y presentadores
Aunque la ofensiva del republicano contra la prensa es mucho más evidente cuando va dirigida a mujeres del gremio, desde su regreso al poder en enero de 2025, Trump ha criticado con dureza a presentadores o televisiones y hasta ha pedido que se retiren permisos de emisión a grandes cadenas.
Esta semana, Trump intensificó sus ataques contra ABC e instó a que se le retire la licencia para operar argumentando que «sus noticias son falsas y erróneas».
La ofensiva pública del neoyorquino contra los presentadores de la franja nocturna también se ha hecho latente a lo largo de 2025.
Tras conocerse en julio la futura cancelación del programa de Stephen Colbert, cuyo final se hará efectivo en mayo de 2026, el presidente celebró la decisión con entusiasmo: «Me encanta que Colbert haya sido despedido. Tenía todavía menos talento que audiencia», escribió en su plataforma TruthSocial, antes de apuntar hacia otro presentador.
«He escuchado que Jimmy Kimmel, que tiene todavía menos talento, será el siguiente», agregó.
Y en efecto, la cancelación de Kimmel no tardó en llegar, cuando ABC retiró su programa de la parrilla tras presiones del regulador por sus comentarios sobre el asesinato del activista ultraderechista Charlie Kirk.
Kimmel reapareció ante las cámaras con un mensaje: «No podemos permitir que nuestro gobierno controle lo que decimos y lo que no decimos en televisión».
Recientemente, Trump volvió a cargar también contra el presentador Seth Meyers por sus comentarios sobre la relación entre Epstein y el presidente y pidió a la cadena NBC su despido inmediato: «Meyers padece un caso incurable del Síndrome de Trastorno por Trump».
Más allá de las palabras
Sin embargo, el choque entre el Gobierno de Trump y la prensa no ha sido solo discursivo.
A finales de octubre, la Casa Blanca instituyó una nueva norma que limita el acceso libre de periodistas a la zona de la oficina presidencial donde se encuentra la secretaría de prensa.
La medida de mayor impacto salió del Pentágono, cuando en septiembre el Departamento de Guerra introdujo una norma que condicionaba la acreditación de los periodistas a la firma del compromiso de no obtener ni publicar ciertos materiales no autorizados, incluso si no estaban clasificados.
Esto provocó una protesta masiva: decenas de organizaciones informativas -entre ellas EFE- rechazaron la firma.
Llegados a este punto, para muchos periodistas y comunicadores el «silencio, cerdita» representa algo más que un improperio puntual: es el pico de la evidente tensión entre el poder ejecutivo estadounidense y un cuarto poder que busca proteger su labor informativa. EFE
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