
Un año negro en la cachemira india

El año transcurrido en la Cachemira india fue especialmente sombrío: ha sido despojada de su autonomía por Nueva Delhi, la economía está en ruinas y es escenario de una sangrienta campaña contra la insurgencia.
El 5 de agosto de 2019 el gobierno indio revocó la autonomía constitucional de la Cachemira india, una región del Himalaya disputada con Pakistán y escenario de una insurrección separatista desde hace 30 años.
Para impedir protestas de la población local, de mayoría musulmana, los nacionalistas hindúes del primer ministro Narendra Modi impusieron durante meses restricciones draconianas a los desplazamientos y bloquearon las telecomunicaciones, aislando a los siete millones de habitantes del valle de Srinagar del resto del mundo.
Cientos de políticos y figuras de la sociedad civil han sido detenidos. A pesar del aligeramiento de las medidas, la vida cotidiana sigue siendo ardua y se ha impuesto un toque de queda con motivo del primer aniversario del cambio de estatus.
Las autoridades indias dicen que es necesario para la estabilidad y el desarrollo económico de Cachemira. Pero un año después de esta gran decisión, los observadores constatan pocos avances.
Según una comisión de miembros de la sociedad civil india, que cuenta con un ex ministro de Relaciones Exteriores indio, los habitantes de Cachemira han dejado de confiar en los políticos indios.
«Ninguno de los objetivos declarados del gobierno -acercar Cachemira a India, poner fin a la insurrección, desarrollar económicamente este estado- se ha logrado», estimó esta semana la comisión.
– Abocado a mendigar –
A finales de 2019, las restricciones impuestas por Nueva Delhi destruyeron medio millón de puestos de trabajo en la Cachemira india, según la cámara de comercio e industria local. Un desastre económico agravado desde entonces por la pandemia de coronavirus.
Para muchos cachemires, la situación es desesperada. Nazir Ahmed Sheij, un conductor de autobús hasta agosto de 2019, perdió su empleo y se vio obligado a mendigar para pagar el tratamiento de su hijo tetrapléjico.
Incluso en un valle acostumbrado a vivir en un ambiente de guerra, donde el alambre de púas y las fuerzas armadas están en cada esquina, los últimos doce meses han sido espantosos. «He pasado por muchos toques de queda y huelgas generales, pero este confinamiento es el shock más terrible que he vivido», comentó este hombre de 50 años.
Un video en el que aparece sentado en la acera, llorando al lado de su hijo adolescente, se volvió viral en las redes sociales en Cachemira. Desde entonces varias personas anónimas depositaron dinero en su cuenta bancaria.
«Sin inversión, pública o privada, es difícil ver cómo se puede cumplir la promesa de desarrollo», señala Ashutosh Varshney, profesor universitario especializado en el sur de Asia en la Universidad Brown en Estados Unidos. El gobierno indio afirma haber inyectado fondos en Cachemira, pero no da cifras.
– Trastornos mentales –
Muchos cachemires se sienten castigados por la tradicional desconfianza de los habitantes hacia la administración india y las décadas de tensión con Pakistán, que también reivindica la soberanía del territorio.
Según varios estudios, casi la mitad de los cachemires adultos sufren trastornos mentales, y los médicos, a los que no se les permite hablar públicamente, estiman que la represión y el confinamiento causado por la pandemia han empeorado el problema.
Un psiquiatra de un hospital público de Srinagar, la principal ciudad de Cachemira, afirma haber visto en los últimos meses un «aumento exponencial» de casos de tendencias suicidas, ataques de pánico y síndromes de estrés postraumático.
Además, las fuerzas de seguridad indias han intensificado su campaña contra los grupos rebeldes armados, que según Nueva Delhi cuentan con el respaldo de Islamabad. Se prevé que el costo humano de este conflicto sea en 2020 uno de los más altos de los últimos años.
En los primeros seis meses del año, los combates entre insurgentes y las fuerzas gubernamentales causaron 229 muertos: 143 rebeldes, 32 civiles y 54 miembros de las fuerzas de seguridad. En todo 2019 murieron 283 personas, el peor saldo de la década.
La policía ha dejado de entregar los cuerpos de los rebeldes a las familias porque los funerales solían convertirse en manifestaciones contra India. Los entierran en zonas remotas y de difícil acceso.
«Incluso un año después, la conmoción del 5 de agosto aún no se ha disipado», considera Siddiq Wahid, un historiador y analista político de Cachemira. «Los cachemires fueron puestos de espalda a la pared y no se quedarán en silencio eternamente».