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Juegos Olímpicos: Cuando el sueño se convierte en pesadilla

Años de duro entrenamiento, de una estricta disciplina, de sudor y sufrimiento se convierten en un oro olímpico. Pero para algunos, el precio del éxito es mucho más alto: abusos, violación y acoso, tolerados durante años en los clubes deportivos con tal de llegar a la meta. Pero la mentalidad cambia lentamente.

Previo al inicio de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos en Japón, Human Rights Watch (HRW) arrojó luz sobre el lado oscuro del mundo del deporte. La organización lanzó una petición para que el Gobierno japonés pusiera fin a la violencia y estableciera normas que eliminaran el castigo corporal en el universo deportivo.

La petición llegó un año después de la publicación de una encuesta efectuada en el país asiático por la misma ONG, que reveló que el 18% de las personas interrogadas menores de 25 años y participantes en más de 50 disciplinas deportivas, habían sufrido violaciones, incluidos abuso verbal, puñetazos en la cara, patadas y golpes con objetos como raquetas o palos. La privación de agua, la asfixia, los azotes, la agresión sexual y el acoso son parte de la cultura llamada Taibatsu, muy extendida en el mundo deportivo japonés. El informe documenta que los niños atletas sufren depresión, suicidio, discapacidades físicas y traumas duraderos como resultado de esos abusos.

Problema global

El problema no se limita a Japón. Desde Haití, Estados Unidos o Reino Unido hasta Afganistán o Mali, apenas pasa un año sin que aparezca un nuevo informe sobre la violencia psicológica y física en el mundo del deporte. Las violaciones, que incluyen palizas y ultrajes sexuales, superan los centenares. Muchas de las víctimas son menores de edad y solo se atreven a hablar al hacerse adultos. La mayoría de los casos se convierten en un asunto público únicamente por intervención de alguna ONG o de los medios de comunicación.

Más recientemente, Suiza también estuvo en el foco de la atención pública, tras darse a conocer graves violaciones en los centros de formación profesional.

La noticia, divulgada por el periódico Tages-Anzeiger, se basaba en los testimonios de ocho jovencitas que revelaron haber sido abusadas psicológica y físicamente en repetidas ocasiones durante las sesiones de entrenamiento en el Centro Nacional de Rehabilitación Deportiva para los Juegos Olímpicos en Suiza. Años después de los hechos, continuaban sufriendo ansiedad, trastornos alimentarios, depresión, perturbaciones por estrés postraumático e incluso pensamientos suicidas.

“El informe no reveló nada nuevo. Cada año escuchamos informes similares. Nos preguntamos qué debería cambiar”, subraya Katharina Albertin, presidenta de la Asociación Suiza de Psicología del Deporte. La experta recuerda su propio desamparo y desesperación cuando como terapeuta escuchaba testimonios semejantes sin poder revelarlos en virtud del secreto médico.

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“Se propaga como una epidemia”

La multiplicidad de casos plantea la pregunta de si la violencia psicológica y física en el deporte se limita a casos individuales o si se trata de un fenómeno colectivo. Albertin estima que en el mundo del deporte profesional, una cultura cuyo único objetivo es el éxito se ha “extendido como una epidemia”.

Anne Tiivas, presidenta de Safe Sport International, señala que los abusos ocurren en todas partes y que no existe un sistema perfecto sobre cómo responder. Los deportes están especialmente en riesgo, en parte porque los atletas a menudo viajan por todo el mundo, argumenta el organismo. “Los atletas son más vulnerables a sufrir abusos si están lejos de su comunidad habitual y de sus protecciones normales, y pueden no ser seleccionados si no se someten”.

“Aprendí el silencio y el sufrimiento desde el primer día” Lisa Rusconi 

Las federaciones nacionales e internacionales tienden a establecer sus propias reglas y tienen su propio sistema de gestión con muy poca supervisión externa.

Además, la cultura deportiva prioriza las medallas sobre el bienestar del deportista; esto se suma a las presiones y expectativas constantes para superar el rendimiento. “Todo esto pesa sobre los hombros de los y las jóvenes deportistas”, dice Tiivas.

Los propios entrenadores están también bajo una enorme presión para tener éxito y es posible que se valgan de los mismos métodos a los que estuvieron expuestos cuando eran niños, agrega Albertin. En estas situaciones existe el peligro de un mal uso del poder que se aproveche del amor de los atletas por el deporte. De esta situación habló la gimnasta suiza Lisa Rusconi. En una entrevista relató que aprendió el silencio y el sufrimiento desde el primer día porque “ellos [los entrenadores] sabían exactamente que yo haría cualquier cosa por realizar mi sueño”.

¿Quién tiene el control?

El abuso de los derechos de los niños en el deporte es un problema global que necesita una solución global, señala Human Rights Watch. Actualmente no existe un sistema unificado y claro para abordar la violencia y el abuso, ya sea a nivel nacional o internacional. No existe algo como en el caso del dopaje contra el cual se han establecido reglas generales.

“La seguridad psicológica y física no ha sido considerada como un tema importante de derechos humanos para los deportistas” Shuichi Sugiyama

El cumplimiento de los requisitos de salvaguardia está determinado por organizaciones internacionales como el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Asociación de Federaciones Internacionales de Deportes Olímpicos de Verano (ASOIF). También hay herramientas del COI y de la Federación Internacional de Futbol FIFA.

Se solicita a los gobiernos que informen sobre indicadores clave para medir la contribución del deporte, la educación y la actividad física a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU a través del Plan de Acción de Kazán.

Pero el COI no tiene jurisdicción sobre los clubes. Esa es la responsabilidad de las federaciones nacionales o de los gobiernos. El COI, en respuestas escritas a SWI swissinfo.ch, deja en claro que solo tiene jurisdicción durante el tiempo de los Juegos Olímpicos. Lo que sucede antes y después no está dentro de su competencia jurídica.

A nivel nacional, los países dependen principalmente de líneas telefónicas directas de apoyo para las víctimas. La responsabilidad de denunciar el abuso suele recaer en las propias víctimas. Human Rights Watch arguye que los sistemas de información locales siguen siendo vagos, insensibles e insuficientes. Albertin también ve un problema en depender de las víctimas traumatizadas para identificar problemas en los clubes deportivos. “La mayoría de las víctimas no informan a las autoridades responsables hasta que su terrible experiencia ha pasado, y muchas de ellas saben que enfrentarán las consecuencias si se quejan”.

Pero la gran cantidad de casos que salen a la luz muestra las lagunas en las leyes, argumentan los expertos. Por ejemplo, los entrenadores condenados por infracciones pueden trasladarse de un club a otro o a otro país, porque no existe una lista internacional que registre las violaciones y sus autores, explica la psicoterapeuta Albertin.

La seguridad psicológica y física “no ha sido considerada como un tema importante de derechos humanos para los deportistas”, según Shuichi Sugiyama, profesor de derecho deportivo en las universidades de Chuo y Nihon y miembro de la Asociación de Abogados del Deporte de Japón.

Esto puede estar cambiando, aunque lentamente. Durante más de una década, las ONG y los medios de comunicación han puesto de relieve la magnitud del problema y su alcance en las asociaciones y federaciones deportivas de todo el mundo. Bajo la presión del escrutinio público y los medios de comunicación, algunos entrenadores y jefes de asociaciones están siendo responsabilizados por años de abuso endémico. Las víctimas finalmente hablan y buscan justicia.

En los últimos años, la Federación Internacional de Futbol (FIFA) expulsó a los presidentes de las ligas nacionales de futbol en Afganistán y Haití tras de que los medios británicos BBC y The Guardian divulgaran informaciones según las cuales habrían incurrido en violencia sexual. Asimismo, el líder maliense del organismo rector mundial del baloncesto debió dimitir luego de que una investigación del New York Times revelara que, durante años, o incluso décadas, se había producido acoso y abuso sexual en detrimento de las jugadoras de Malí.

Estos ejemplos muestran que algunas federaciones internacionales son responsabilizadas de abusos, subraya Sugiyama.

Suiza es uno de los pocos países que responde legalmente al problema.

A partir de 2022, se aplicará un Código de Conducta (Ethik-Reglement) similar al Código Penal Deportivo, lo que permitirá la investigación de conductas inapropiadas y la identificación de ofensas inaceptables.

El nuevo reglamento diferencia entre sanciones impuestas a personas y organizaciones. En el caso de los entrenadores o directivos, la sanción varía desde una advertencia, una multa y una suspensión por un período limitado hasta la exclusión de una organización deportiva.

Además, el Gobierno ha creado una línea directa de denuncia, un centro de asesoramiento antes de la denuncia y un sistema de autocontrol dentro de los clubes, además del fomento de una cultura de diálogo.

¿Pero es esto suficiente?

Para Albertin, estos primeros pasos son vitales, pero considera que también es importante adoptar medidas preventivas. “Tenemos que ver de qué manera los jugadores pueden ser apoyados psicológicamente y entrenados de manera adecuada al mismo tiempo”. Enfatiza también la necesidad de actuar en las áreas de entrenamiento y supervisión. “En el mundo del deporte, este concepto es casi inexistente”.

Además, la experta aconseja no solo apoyarse en clubes o víctimas, sino integrar a los padres, terapeutas, entrenadores y todos aquellos que estén en contacto con los atletas para identificar los problemas.

A nivel internacional, Human Rights Watch señala que debe pedirse que cualquier adulto con conocimiento de abuso infantil tenga que denunciarlo. La organización también solicita sanciones proporcionales contra los instructores, como revocar su licencia de entrenamiento o suspender o impedir que operen, proporcionar un sistema de apelación para los instructores sancionados, remitir los casos de abuso a las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley para una investigación penal y crear un registro público de instructores sancionados. Los entrenadores y otros abusadores de todo el mundo a menudo quedan impunes o son transferidos a posiciones donde pueden amenazar y silenciar a sus víctimas, deplora la organización.

“Vemos muy pocas organizaciones deportivas en todo el mundo que hayan establecido medidas de salvaguardia para la protección de niños y adultos en el deporte”, indica Anne Tiivas.

Sin embargo, estima que en el tema que nos ocupa “al menos hay la sensación de que el deporte empieza a avanzar”.

Traducido del inglés por Marcela Águila Rubín

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