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Arraigo e identidad, el encaje de afroeuropeos en la multiculturalidad belga

Jorge Ocaña

Bruselas, 31 ago (EFE).- Con casi medio millón de personas de origen africano, Bélgica es uno de los países de Europa que cuenta con más afroeuropeos entre su población, muchos de los cuales tratan de afianzar una identidad propia y promover un arraigo con sus orígenes en un lugar donde la multiculturalidad está a la orden del día.

Esa es la ardua tarea que lleva a cabo la asociación Change Asbl, asentada en Bruselas, con la máxima de crear “cohesión social” y “reequilibrar” la doble cultura que portan aquellos jóvenes que han nacido en el país europeo, pero que tienen un origen africano, explica a Efe Dido Lakama, coordinador de la organización.

Este martes se conmemora por primera vez el Día de los Afrodescendientes, según Naciones Unidas, para promover las “extraordinarias contribuciones de la diáspora africana en todo el mundo” y eliminar todas las formas de discriminación contra ellos.

La fecha, fijada el pasado año, se eligió al calor de las protestas antirracistas por la muerte del afroamericano George Floyd que desencadenó una oleada de protestas e indignación que hizo sentir en todo el continente europeo; en Bélgica el coordinador de las movilizaciones fue Change Asbl.

“Ser negro en Bélgica también es una dificultad”, reconoce Lakama, por lo que ese fue el mensaje que trataron trasladar a la sociedad y a las instituciones belgas en el verano de 2020.

Pero las personas de origen africano -que suponen el 1,5 % de la población europea, un número que no ha parado de crecer con los años- no solo han de enfrentarse al racismo endémico de la sociedad, en ocasiones también a la conformación de su propia identidad, cuyas raíces se dividen entre los orígenes de sus ancestros y el país o ciudad en la que nacieron.

“Hay personas que han renunciado a su lado africano, que intentan ser reconocidas como belgas y piensan que la parte africana debe dejarse completamente de lado, mientras que otros hacen todo lo contrario, que no encajan aquí y se les dice que son africanos”, detalla Lakarma quien advierte de que ello puede acarrear problemas de identidad e integración.

No es el caso de Noah Endambela, quien nació y se crio en tierras belgas, pero cuya familia procede de la República Democrática del Congo, al que le une un profundo arraigo.

“Cuando fui al Congo, me sentí más cómodo, más abierto (…) cuando vuelvo a mi país, me siento como en casa”, confiesa este trabajador de la asociación quien apunta, esbozando una tímida sonrisa, que en la nación de sus ancestos están “un poco más locos que aquí”.

UN VIAJE A ÁFRICA EN EL CORAZÓN DE EUROPA

A las puertas del barrio europeo se erige y extiende el distrito africano más importante de la ciudad, Matongé, de población mayoritariamente congoleña.

Tiendas, supermercados, bares, peluquerías… cada local dispuesto en sus calles -que casi son capaces de hacer olvidar a quien deambule por allí que el Parlamento Europeo se encuentra a escasos 15 minutos- está especializada en servicios y productos africanos.

Hace unos meses Mamy Kadiatou, residente en un barrio aledaño a Matongé, huyó de su país hacia Bélgica para proteger a su hija de la mutilación femenina. Pese a que miles de kilómetros le separan de su tierra natal, no duda en que tratará de transmitirle a su hija la cultura de Guinea a la vez que se adapta a la sociedad belga.

“Voy a enseñarle poco a poco, yo hablo nuestra lengua materna. Intento enseñarle que al mismo tiempo, como nosotras vivimos aquí, ella también tiene que adaptarse”, sostiene.

Dentro de una peluquería cercana, Nika remata las trenzas que le está elaborando a una joven cliente. La concentración necesaria para enredar el pelo con las extensiones no le impide contar a Efe su historia vital mientras termina la faena.

“Nací en el Congo, precisamente en Kinsasa. Llegué a Bélgica cuando tenía 12 años y luego empecé la escuela de peluquería”, relata esta mujer que se mudó después de que toda su familia se trasladara a Bélgica.

Ahora, asentada en Matongé donde reconoce sentirse como en casa, Nika es de esas personas cuya identidad se divide casi entre esos dos mundos que son África central y Europa occidental, aunque es su nación de origen la que más puntos suma en su escala personal.

“Porque uno no debe olvidar sus orígenes, aunque esté en Bélgica. Primero me siento congoleña antes de sentirme belga, aunque me siento un poco de ambos”, apuntilla a la vez que finiquita la trenza. EFE

jop/cat

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