Christiania, el enclave libertario danés, cumple 50 años adaptándose a los tiempos

Encarnación de una sociedad danesa progresista y centro del tráfico de cánnabis, la «ciudad libre» de Christiania, en el corazón de Copenhague, conmemora sus 50 años sin dejar de evolucionar desde su origen como paraíso de hippies.
Este enclave de 34 hectáreas nació en 1971 cuando un grupo de hippies ocupó una vieja casona abandonada para crear una comuna «que pertenecía a todo el mundo y a nadie», y donde cada decisión era tomada de forma colegiada, recordó Ole Lykke, quien se instaló en el sitio años después, en 1979.
Las cosas cambiaron en 2012 con la compra de una parte de los terrenos, lo que puso fin a la ocupación ilegal. Al mismo tiempo, el flujo de turistas y la adaptación a la economía de mercado, otrora despreciado, hicieron que el barrio evolucionara enormemente.
«Lo hemos hecho de forma voluntaria, nadie nos forzó», recordó sonriente Lykke, el septuagenario archivista local que presenta actualmente en un museo de Copenhague una exposición de 100 afiches que marcan la historia de Christiania.
Desde 2013 con el fin del estado de excepción que reinó desde 1971, el «contexto es más normal», reconoció Lykke. La legislación danesa se aplica totalmente, lo que no sucedía antes.
Y a pesar de un célebre cartel que marcaba una supuesta frontera con la Unión Europea a la entrada del barrio, «nosotros somos legalmente parte de Dinamarca», sostuvo.
– Abrazar el presente –
Para Helen Jarvis, profesora de la Universidad de Newcastle, quien residió en Christiania, el barrio «perdura porque continúa evolucionando y abrazando el cambio».
Justamente porque no es un modelo fijo, «Christiania es única», defendió. Incluso si «cambió al punto de ser irreconocible a lo largo de las últimas cinco décadas», constató.
Entre los varios millones de euros en préstamos bancarios obtenidos por los habitantes para financiar su independencia mediante una fundación, los salarios de las cerca de 40 personas que trabajan allí (recolección de desechos, guardería infantil…) y los comercios, «el dinero ahora es muy importante», admitió Lykke.
Pero «socialmente y culturalmente, Christiania continúa siendo casi la misma», aseguró el veterano residente. «Aquí es ante todo la comunidad la que prima».
De silueta grácil y cabellos blancos, Ole Lykke es un infatigable promotor del barrio y de su abundantes propuestas culturales.
Antes del covid-19, más de una veintena de conciertos se organizaban semanalmente y sus teatros nunca estaban desocupados.
Pero el tráfico de droga ensombreció esta vitalidad artística, aprovechando el hecho de que la venta y consumo de cánnabis en el pequeño enclave es tolerado, aunque ilegal bajo la legislación danesa.
Desde inicios de 2020, una tonelada de cannabis y más de un millón de euros fueron decomisados por la policía de Copenhague.
«A veces no le digo a la gente que vivo aquí porque te juzgan un poco, como si te dijeran ‘ah, a ti te debe gustar la marihuana, tú debes ser una fumadora'», deploró Anemone, una fotógrafa de 34 años.
Los turistas, cerca de medio millón por año, se divierten con el tema. «Es diferente de lo que conozco, yo realmente quiero ver eso», expresó Mirka, una educadora checa.
– Un pueblo –
Para el pintor Marios Orozco, «aquí es como un pueblo».
«La mejor parte es la libertad y las diferencias entre sus habitantes. Muchos piensan que Christiania es una secta, que todos creemos la misma cosa, pero no es cierto, somos todos muy diferentes», aseguró el artista en el pórtico de su casa-taller multicolor.
Islote de verdor donde se escucha el canto de los pájaros a lo largo del camino de viejos muros con pocas casas, Christiania tiene también una parte con más construcciones, con su oficina de correos, su minimercado, su centro de salud y la famosa Pusher Street, donde se da el comercio de cánnabis.
«Pusher Street, la mayoría de nosotros quisiéramos quitarla, pero mientras esté prohibido consumir cannabis, mientras Dinamarca no quiera descriminalizar o legalizarla, nosotros tendremos un problema», opinó Ole Lykke.