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La plaza financiera suiza es presionada para ser más “verde”

manifestantes con pancartas
Manifestantes reprochan a Suiza haber ralentizado su política de respeto y compromiso medioambiental durante los últimos años. © Keystone/ Valentin Flauraud

La plaza financiera suiza  fue advertida sobre la urgencia de desterrar definitivamente el “lavado verde”. Para asegurar avances, el Ministerio de Finanzas informó que si los bancos no se comprometen a autorregularse de forma autónoma, se les impondrá una nueva ley en 2024.

Una advertencia que ha sido tomada en serio. Las empresas financieras suizas intentan evitar el impacto de una legislación parecida a la existente en la Unión Europea (UE). Pero las oenegés y los grupos de presión desconfían de que los bancos fijen realmente normas propias de financiación sostenible.

La empresa suiza de datos medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG) RepRisk, asegura que el número de casos de “lavado verde” aumentó un 70% en el sector financiero durante el 2022.

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“El ‘lavado verde’ es un problema serio. Y las críticas hacia las empresas que realizan promesas que no pueden cumplir van en aumento”, dice a SWI swissinfo.ch Philipp Aeby, director general de RepRisk. “Urge recuperar la credibilidad atendiendo el problema frontalmente. En Europa, por ejemplo, estamos viendo signos de fatiga en el sector de las finanzas sostenibles”.

Denunciar y avergonzar

Las empresas financieras suizas también han sido nombradas y avergonzadas. Por ejemplo, el Banco Nacional de Suiza (BNS) ha sido criticado recientemente por una coalición de oenegés por las inversiones que ha realizado en el negocio de la fracturación hidráulica (fracking), y la aseguradora Swiss Re ha sido acusada de emitir pólizas relacionadas con explotaciones brasileñas que realizan deforestación ilegal.

El BNS asegura que revisa constantemente su cartera de inversiones. Swiss Re, en tanto, se toma con seriedad las cuestiones de sostenibilidad y está revisando la información relativa a las políticas brasileñas que describe el informe de las oenegés.

En el mundo financiero, los términos “lavado verde” y “lavado social” son usados para describir las prácticas de empresas que no cumplen los compromisos en materia de responsabilidad en los ámbitos social y de gobernanza (conocidos como ASG). Y pueden relacionarse con tres áreas fundamentales: las relaciones comerciales con terceros (emisión de préstamos, por ejemplo), las inversiones que se hacen en otras empresas y los productos financieros que se venden a los clientes.

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Pero más allá de los casos de inversión en empresas “sucias” que suelen acaparar los titulares, se observa también un desfase sutil, pero siempre presente, entre los objetivos de rendimiento financiero y las expectativas de los clientes.

¿Planeta o rentabilidad?

“La mayoría de los inversores esperan que los fondos de responsabilidad ambiental, social y gobernanza (ESG) contribuyan positivamente a la sociedad y no perjudiquen al planeta”, explica Aeby. “Pero con frecuencia los fondos son clasificados como ESG luego de evaluar que sus actividades no tengan un impacto financiero adverso para los inversores. Son fondos que siempre buscarán optimizar el perfil de riesgo-rentabilidad para los inversores, pero basándose en factores ASG.”

“Aunque es un objetivo relevante por derecho propio, es crucial transmitirlo de forma diferenciada, esto es, hay que evitar confundirlo con los fondos diseñados para tener un impacto positivo tanto en las personas como en el planeta”, añade.

Suiza ambiciona convertirse en el líder mundial de las finanzas sostenibles, un objetivo impulsado parcialmente por la creciente demanda de inversiones ASG.

Un estudio reciente realizado por la Universidad de Ciencias Aplicadas y de Artes de Lucerna sobre la industria de los fondos suizos concluyó que los fondos sustentables atrajeron a 91% de los nuevos inversores de recursos entre junio del 2022 y el mismo mes del 2023.

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Los reguladores y los políticos están conscientes del daño que sufre la reputación del sector financiero suizo cuando los clientes se sienten engañados en las inversiones etiquetadas como ESG.

“El sector financiero debe aceptar el reclamo de que, a veces, comercializa productos sostenibles con promesas de rendimiento exageradas”, afirma la consultora alemana Zeb en un informe sobre Suiza publicado en 2023. “Aunque los bancos suizos quieren liberarse de este estigma aplicando una autorregulación exhaustiva, se esperaría que los políticos […] definan requisitos de transparencia más estrictos que probablemente irán mucho más allá de las propuestas de los actores nacionales del sector.”

Los legisladores suizos ya mostraron cierto interés por establecer una nueva ley al anunciar previamente la llamada “Puntuación climática suiza”. A partir de 2024, todas las grandes empresas, incluidos los bancos, deberán detallar los riesgos financieros que toman relacionados con el cambio climático y el impacto de sus actividades empresariales en este ámbito.

El endurecimiento de la autorregulación

Los grupos de presión saludan la reciente advertencia del Ministerio de Economía de promulgar una ley contra el “lavado verde” en el verano del 2024. “El sector financiero está reaccionando con demasiada lentitud a la crisis climática. Sustenta sus acciones en medidas voluntarias, y esto ha fracasado”, dice Peter Haberstich, experto en finanzas sostenibles de Greenpeace Suiza.

La industria financiera lucha desesperadamente por mantener su estatus de autorregulación, y argumenta que una legislación rígida socavaría su competitividad. Así que hace todo lo posible por demostrar a los legisladores que la autorregulación que tiene en marcha es eficaz.

Para evidenciar su compromiso, los sectores bancario, de gestión de activos y de seguros han elaborado el llamado “Código de Gestión Suizo”, que incluye nueve principios de acción para una mayor transparencia, más derechos de voto para los inversores y mecanismos para resolver conflictos entre los inversores y los proveedores de servicios financieros.

Simultáneamente, la industria financiera presiona para que las leyes sean menos restrictivas que en otros países. Si se abandona la autorregulación, el premio de consolación sería al menos contar con leyes que fijen los objetivos deseados, en vez de imponer a las empresas la forma en la que deben realizar su actividad cotidiana.

Actuar con mesura

La organización Swiss Sustainable Finance, que representa a las principales empresas financieras suizas, considera que establecer objetivos sería algo positivo.

“Tener normas de mayor alcance y basadas en principios que apliquen para todas las áreas del sector financiero ayudarían a proteger a los inversores y mejoraría la competitividad internacional y reputación de la plaza financiera suiza”, declaró Swiss Sustainable Finance en un comunicado de prensa a principios de año.

Los bancos suizos ansían tanta autorregulación como sea posible, pero reconocen que una mayor claridad normativa sería algo ventajoso.

Algunas empresas ya empiezan a actuar con más mesura, quieren evitar que sus ambiciosas afirmaciones de sostenibilidad sean expuestas públicamente por las oenegés.

El año pasado, las inversiones sostenibles descendieron un 19%, para ubicarse en 1,6 billones de francos suizos (1,8 billones de dólares). Esto se debió a los pobres resultados que arrojaron los mercados financieros, pero también, afirma Swiss Sustainable, a que se aplicó una “definición más estricta de las inversiones sostenibles”.

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Pero, según Philipp Aeby, de RepRisk, el miedo a ser exhibidas y avergonzadas, a través de un escándalo de “lavado verde”, también provoca una tendencia preocupante en la plaza financiera.

“Ciertamente, las empresas deben cumplir sus promesas. Pero, por otro lado, tampoco sería deseable que se vuelvan tan precavidas que dejen de hacer promesas”, puntualiza.

Texto adaptado del inglés por Andrea Ornelas

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